Ilan Goldfajn, candidato de Brasil al BID: “Hay que producir más alimentos y mejorar su distribución”
El antiguo gobernador del Banco Central de su país promete tener como prioridad la lucha contra la pobreza, el cambio climático y el desarrollo de infraestructuras
Tras una etapa de turbulencia, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) debe adoptar un rumbo independiente, alejado de la política y en el que los grandes problemas de América Latina -la pobreza, el cambio climático, la falta de integración y de infraestructuras- se acometan con decisiones “basadas en los hechos”. Así lo cree Ilan Goldfajn, ex gobernador del banco central de Brasil y candidato de su país a la presidencia de esa institución multilateral -una de las más importantes en la región- en la elección que tendrá lugar el próximo domingo.
Goldfajn, de 56 años, se enfrenta a las candidaturas de la argentina Cecilia Todesca Bocco; el mexicano Gerardo Esquivel Hernández, el chileno Nicolás Eyzaguirre Guzmán y Gerard Johnson, de Trinidad y Tobago, por un puesto clave en la región. EL BID aprobó el año pasado cerca de 23.000 millones de dólares en préstamos para el desarrollo a proyectos en toda América Latina (la CAF, el otro bando de desarrollo latinoamericano, concedió cerca de 13.200 millones en financiación en 2021).
El antiguo gobernador, y vicegobernador, del Banco Central de su país asegura que su currículum le respalda. Cuenta con una amplia experiencia en el sector financiero, tanto en el sector público como en el privado. Ha sido el economista jefe del banco Itaú y ha presidido las operaciones de Credit Suisse en Brasil. Actualmente es el director del departamento para el Hemisferio Occidental en el Fondo Monetario Internacional -un puesto donde le han precedido personalidades de la talla del mexicano Agustín Carstens- y se encuentra en excedencia hasta que se proceda a la votación en el BID. Quiere dejar claro que habla exclusivamente en nombre propio y no representa al FMI con sus opiniones.
Se declara consciente del reto que representa encabezar la institución, especialmente en estos momentos en los que su reputación ha quedado dañada y la moral de sus empleados, disminuida. En octubre, el hasta entonces presidente del BID, el estadounidense Mauricio Claver-Carone, fue cesado después de que una investigación encontrara que había mantenido una relación impropia con una subordinada.
El nombramiento de Claver-Carone en 2020 había roto la tradición de décadas del banco, que dictaba que la presidencia de la institución correspondiera a un latinoamericano, mientras que la vicepresidencia se la adjudicaría Estados Unidos, el mayor accionista (un 30%) del BID. El ejecutivo cubano-estadounidense había sido propuesto por el presidente Donald Trump y su candidatura había sido muy criticada. Pero la falta de unidad entre unos gobiernos latinoamericanos divididos por su ideología entre la izquierda y la derecha hizo que acabara siendo nombrado al cargo. Y durante su mandato, trató de imponer en el banco una agenda similar a la de la Administración estadounidense, muy crítica con países como Venezuela.
Para Goldfajn, es imprescindible dejar esa etapa atrás en una institución que puede “tener mucho impacto en el desarrollo de la región”. Él ofrece una candidatura “técnica, independiente” y con un conocimiento exhaustivo de la región. Y promete recuperar la eficacia del Banco y la motivación de la plantilla.
“Por dos vías. La primera, el liderazgo de una persona que tiene experiencia pero no afiliación política, ni para un lado ni para el otro. Eso es importante. Y la otra parte es poner en los cargos a las personas correctas, contar con un buen equipo. Por supuesto, hay que buscar la diversidad en él. Y trabajar basándonos en los datos, en la evidencia” a la hora de acometer proyectos, sostiene.
Unos proyectos que, de llegar a la presidencia del banco, asegura que tendrán como prioridad lo que considera los tres principales problemas de América Latina. “El primero, que el crecimiento sea sostenible. Combatir la pobreza, la desigualdad. Producir más alimentos, mejorar su distribución”.
En segundo lugar, promete que el BID actuará contra el cambio climático, “el impacto que tiene en la región, especialmente en el Caribe y en América Central, donde hay que cuidar de esos países y esas islas donde el fenómeno tiene tanta relevancia”. Pero, además, también debe prestar atención a pasos que permitan rebajar las emisiones de carbono.
“El número tres es la infraestructura”, que permita conectar entre sí a los países de América Latina. La infraestructura física, pero también la digital. “Y que tenemos que traer capital privado para ayudar, porque los recursos del banco son limitados”, advierte. “El BID va a actuar junto al sector privado”.
El economista ha advertido a lo largo de los últimos meses, en su papel como director para el Hemisferio Occidental del FMI, del riesgo para la región que representa, tras los golpes de la pandemia y la guerra en Ucrania, la posible contracción de la financiación.
“El BID tiene un papel muy importante cuando los tipos de interés suben” para combatir ese riesgo o paliarlo, subraya Goldfajn. “Las [financiaciones] del BID son mucho más importantes en los préstamos en momentos en los que va a haber mucha más dificultad para conseguir financiación para los desafíos sociales. Yo creo que teniendo un papel muy fiel a esas tres prioridades que señalaba, el BID va a desempeñar un papel muy importante en un momento muy importante, en el que hay menos financiamiento privado y los tipos de interés altos”.
Su candidatura ha suscitado una atención especial en Brasil, dado que ha sido propuesto por el Gobierno saliente de Jair Bolsonaro. Miembros del equipo de transición del ganador de las elecciones presidenciales en el país, Luiz Inácio Lula da Silva, plantearon un aplazamiento del proceso de selección en el BID para que la nueva Administración fuera el que propusiera un nombre. Pero el futuro jefe de Estado está cómodo con que sea Goldfajn quien represente al país.
Las reglas del BID, recuerda el alto funcionario, imponen un plazo de 45 días para nombrar un nuevo presidente tras la marcha del anterior. Eso supone que el proceso de candidaturas coincidió con los comicios brasileños. “Quien va a votar este domingo es el Gobierno que se marcha en diciembre, y ese es el Gobierno que puede nominarme. Me escogieron a mí porque yo soy una especie de bandera blanca, sin afiliación, un técnico que puede ser representante del Estado brasileño. Nunca he participado del Gobierno actual, nunca trabajé en él, y tampoco tengo ninguna obligación con el que viene”, argumenta. Los “ruidos” en torno a su candidatura “son típicos de un momento de transición”, insiste, “la mía es una candidatura de Estado”.
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