Un despacho sin vistas al mar
Control de seguridad, escaleras, pasillos, puertas y más puertas. En la barriga del Ministerio de Vivienda hay una zona noble que tiene jarrones, lámparas de diseño y huele mejor que el resto del edificio. Allí está el despacho donde Carme Chacón pasa 12 horas al día. Es grande, pero nada del otro mundo. "Desangelado, como la mayoría de los despachos oficiales", según la joven ministra. El primero que tuvo, de profesora, estaba "en un barracón prefabricado de la Facultad de Derecho en Girona". Del último, en el Congreso, echa de menos la situación, cerca de los museos, los cines y del hemiciclo ("¡Ir a votar no va a ser tan fácil!", dice).
¿Lo que menos le gusta del despacho de ministra? "El aislamiento, forzado por las obligaciones de seguridad; que cueste tanto acceder a mí". Lo que más: "La luminosidad, en boca de Pedro Salinas, todo con exceso: la luz, la vida, el mar..." Quizás sea porque la luz le recuerda un poco a su sitio en el mundo, el "rincón de los nidos", en San Juan de los Terreros, Almería: "Es mi infancia, mi adolescencia, tantos momentos felices y el olor a mar...".
Para trabajar necesita "tener agua cerca, una radio y un equipo de música". Le relaja la clásica, pero si hay que concentrarse pide "silencio absoluto", como cuando estudiaba. Y para sentirse en casa, un par de fotos de gente a la que quiere (empezando por sus sobrinos), "un cuadro de los que miras y te abstraes" y libros, "muchos libros". En esto de la política, cuando uno se acostumbra a un despacho, le quitan el cargo... "Si sólo fuera en política...", dice Chacón, "como decía aquella canción italiana tan machista, "la vida es así, no la he inventado yo".
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