"No cambiaría mi trabajo por nada"
Cuando cerró la fábrica textil de Alcoi en la que trabajaba, opositó para cartero, oficio que ejerce desde hace 21 años en Granollers
Los Beatles les dedicaron una canción: Please Mr. Postman. La banda de Liverpool hablaba de un chico que esperaba ansioso la carta de su novia y le suplicaba al cartero que mirase bien en la saca, porque le había esperado pacientemente. Ahora, muchos utilizan Internet, pero todavía hay quien espera con anhelo la correspondencia "del pueblo o del extranjero, y éstas son las cartas que me hace más ilusión repartir", relata Ángel Gadea, de 52 años. Él es el Mr. Postman de la zona comercial de Granollers. Asegura que no cambiaría el oficio de cartero por nada del mundo. Empezó a trabajar a los 14 años en una fábrica de estampación textil de Alcoi (Alicante). Como tantas otras, la empresa no superó, a principios de la década de 1980, la crisis del sector y cerró. No fue la única. Encontrar trabajo era difícil en una zona en la que prácticamente se vivía del textil y Gadea optó por opositar para cartero.
Durante un año estudió entre tres y cuatro horas diarias. Tuvo que aprender la legislación de Correos, la geografía postal y memorizar las oficinas que hay a lo largo de las líneas férreas de España, nociones de estadística y contabilidad, cálculo mercantil... "Sacaba la fuerza para estudiar de donde fuera porque estaba en una situación difícil, tenía dos hijos pequeños y necesitaba un trabajo", relata. Se presentó a tres cuerpos: auxiliar de clasificación y reparto, ayudante de postal y oficial de postal, y los aprobó todos. Se quedó con la plaza de auxiliar de clasificación y reparto. Y sin ninguna duda se queda con el puesto, aunque le ofrezcan otro con mejor salario: "Me gusta estar en la calle y repartir las cartas, me toca el aire y el sol, ando, estoy en contacto con la gente y puedo trabajar con bastante libertad", explica. Un gran cambio respecto a su anterior trabajo: "En la fábrica estaba encerrado, con luz de fluorescente y el ruido de la máquina, era una cadena de producción, casi no podías moverte y tenías que producir un mínimo de piezas al día", recuerda.
Gadea ya lleva 21 años como cartero y, de éstos, 18 en la zona comercial de Granollers. "La gente me conoce y me espera cada día, hay alguno que se preocupa porque espera algo importante y tiene miedo que se pierda o no llegue, hay que tener paciencia, pararte cinco minutos y explicarles que no hay porque preocuparse", relata. La confianza es tal que incluso "cuando hay alguna fiesta de aniversario en alguna oficina me invitan a tomarme algo", explica. "Hay que atender a la gente, aunque a veces te falte el tiempo, e intentar resolver sus dudas o problemas", prosigue.
Empieza la jornada a las siete de la mañana y la termina a las 14.00 horas. Primero hay que clasificar la correspondencia. Antes llegaba en sacas y se volcaba sobre la mesa. Ahora las cartas vienen en cajas y se han modernizado los sistemas de clasificación, hay distintos apartados para cada calle y cada uno de un color distinto. Cada cartero se clasifica su correspondencia y el orden lo determina la ruta que va a seguir. "Hay gente que, cuando empieza, se angustia porque le dan mucha información de golpe". Y es que cada correspondencia tiene sus peculiaridades. Hay el postal express, los certificados con o sin reembolso, los paquetes azules, los telegramas, los burofax, los valores filatélicos y los valores declarados.
Una vez hecha la clasificación, hacia las 10.00 horas, cada cartero coge su carro y se lanza a hacer su ruta. Casi 20 años dan para mucho. Gadea ha vivido muchos cambios en la oficina de Granollers. Las carteras de cuero se han sustituido por los carritos de reparto y las bandejas han relevado las antiguas sacas. El código de barras también ha sido toda una revolución. Pero si hay algo que Ángel Gadea no piensa cambiar es su trabajo.
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