Se vende un campeón
A Ronaldo le han colgado el cartel de liquidación por derribo. Sus críticos dirán que se lo ha ganado a pulso y que ni siquiera les vale la excusa de su antigua convalecencia en Brasil, aquellos meses interminables en los que se curaba la rodilla con bossa nova. Es cierto que nunca se sintió un atleta de laboratorio: a él, en el fondo de su conciencia de superdotado, los entrenamientos le parecieron siempre la coartada de los deportistas que no servían para otra cosa. Sin necesidad de sofocarse más de lo imprescindible, convencido de que su talento era sólo una prolongación de su instinto, había reventado la tabla de goleadores en España y en Italia, así que, en vez de linimento y paciencia, decidió aplicarse a la pierna los ultrasonidos de Caetano Veloso. Cuando volvió al Inter de Milán se salía por las costuras de la chaqueta y resoplaba como un ballenato.
Sin embargo ganó todos los trofeos del Mundial 2002, recuperó de una vez sus credenciales de figura y fichó por el Real Madrid. Hoy, valiente viaje, con cuatro años más y 15 kilos menos, ha reñido con su jefe y lleva colgado en la espalda el monigote de plomo.
Pensándolo bien no tiene otra salida que un traspaso rápido. Según los fabiólogos, a Capello no le importa tanto lo que vemos, es decir, lo que ocurre en el partido del domingo, como lo que no vemos, es decir, lo que ocurre de lunes a viernes en la intimidad de Valdebebas. Por precaución conviene salir corriendo y exiliarse en algún balneario donde garanticen sol, dólares y carnaval.
Debe largarse cuanto antes aun sabiendo lo que ha dicho Calderón, confidencialmente, por supuesto, a unos cien alumnos de quinto de Derecho, gente de hoy cuyo teléfono móvil dispone de grabadora, videocámara, conexión a Internet, sistema de mensajería multimedia y una agenda de contactos con capacidad para unos 500 teléfonos y direcciones, cien arriba, cien abajo.
-Los seguidores del Real Madrid van al Bernabéu como si fueran al teatro. Si les gusta lo que ven, aplauden. Si no les gusta, pitan- reconoció con toda confianza.
-Si los seguidores del Madrid están más atentos a lo que sucede en el campo que a lo que dice el marcador, ¿cómo diablos se le ha ocurrido a usted contratar a semejante entrenador?- pensará el ingenuo Ronie, a quien muchos consideran todavía el mejor delantero centro del mundo.
Siempre es recomendable la buena educación. Pero, sin que cunda el ejemplo, quizá esté moralmente autorizado a imitar a su maestro. Conseguido el billete, el procedimiento consiste en mirar al banquillo, marcarse dos peinetas, una con cada mano, y luego, claro está, atenerse a las buenas maneras del club y pedir mil perdones por el atrevimiento.
Es lo menos que se puede exigir a un caballero.
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