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Reportaje:

Patrimonio por explotar

Tarragona busca operadores turísticos especializados y ampliar su oferta monumental para atraer a nuevos visitantes

Tarraco tiene menos glamour que el sol y la playa. Cinco años después de que la Unesco declarara Patrimonio de la Humanidad el legado romano de Tarragona, la promoción turística ha hecho avances -hoy visitan la ciudad el doble de personas que en 1999-, aunque no ha logrado atraer turistas que decidan viajar expresamente para fotografiarse frente a las murallas o en el anfiteatro. Buscar operadores turísticos especializados en turismo cultural sigue siendo una asignatura pendiente que ahora comienza a solventar la Diputación provincial, cuyo ente de promoción turística ha alcanzado un acuerdo con un mayorista británico -Andante Travels, que será el primero en ofrecer rutas por Tarraco a ingleses- para aparecer en su catálogo del año próximo.

Tarragona, de momento, sigue siendo una gran desconocida para los millones de turistas que llegan a Port Aventura -3,6 millones en el año 2005- y la Costa Dorada en general. El sol y la playa, de acuerdo con datos del Patronato Provincial de Turismo, sigue siendo con mucho el principal argumento de la zona, aunque el interés cultural de los turistas va en aumento. Las cifras así lo demuestran. En 1999 visitaron los monumentos de la ciudad unas 250.000 personas que compraron su entrada. El año pasado fueron 450.000, según el director del Museo de Historia de Tarragona, Lluís Piñol. Salamanca, también declarada patrimonio mundial, tuvo 560.000 visitantes en 2004, y Santiago Compostela, en un año cualquiera, recibe alrededor de dos millones.

Sin embargo, estas visitas a Tarragona suelen ser cortas. Tan cortas que son pocos los que pasan la noche en alguno de los hoteles de la ciudad. La concejal de Patrimonio, Maria Mercè Martorell (PP), explica que tras la adecuación de los espacios de la Part Alta -antiguo núcleo central de Tarraco y actual casco viejo-, ahora el interés municipal se centra en generar nuevos atractivos, alejados de los actuales. La reapertura de la necrópolis paleocristiana, cerrada desde 1994, y el traslado del Museo Nacional Arqueológico son los pilares de esta estrategia, encaminada a hacer obligatoriamente más larga la visita a Tarragona y, con ello, forzar al turista a dormir en la ciudad. Para reabrir la necrópolis ya existe presupuesto: el Estado aportará siete millones de euros próximamente, en la mayor inversión efectuada hasta hoy en el patrimonio de la ciudad. Pero para trasladar el museo, ni hay presupuesto ni hay acuerdo con la Generalitat, que es la institución que lo gestiona.

Tarragona, desde que el 30 de noviembre de 2000 fue nombrada patrimonio mundial ha ganado cinco hoteles. De los 12 con 1.976 plazas que había en 1999 se ha pasado hoy a 19 y 2.882 plazas. Cuatro de los nuevos alojamientos son de cuatro estrellas y otro de tres.

"La declaración de patrimonio mundial no fue un final de nada, sino un comienzo de todo", dice Martorell. Ahora, cinco años después, la ciudad comienza a recoger los frutos, aunque la concejal está convencida de que el techo de Tarraco aún está lejos.

De hecho, a partir del año próximo la ciudad se beneficiará de la promoción que lleva a cabo -con subvenciones públicas estatales- la red de ciudades del Estado que son patrimonio mundial, un club que hasta el año pasado rechazaba a Tarragona porque toda ella no está reconocida por la Unesco, sino solamente su legado romano. Este grupo, formado por Córdoba, Salamanca, Segovia y Santiago, entre otras, modificó sus estatutos el pasado año para integrar a Tarragona.

Martorell admite un déficit en la señalización actual, por vieja e insuficiente, y promete acometer un plan renove próximamente. Esta es una de las críticas de la oposición a la gestión del patrimonio. Sin embargo, el portavoz socialista, Josep Fèlix Ballesteros, subraya que el principal problema actual es la falta de planificación global, y apuesta por crear una empresa mixta de capital público y privado dedicada exclusivamente a la promoción turística, algo que Martorell ve con buenos ojos. "Sólo el 3% de los turistas de Port Aventura nos visitan", dice.

También considera fundamental la creación de un consorcio entre las diferentes administraciones titulares de los monumentos -el Estado, la Generalitat, el Ayuntamiento y el Arzobispado- para establecer prioridades y definir un criterio para las restauraciones o excavaciones. Estas críticas no son generales en la oposición, y la portavoz republicana, Rosa Rossell, asegura que la labor municipal sobre patrimonio es "muy seria", aunque cree que el consistorio debería invertir más.

Del desprecio a la estima por las piedras

"Han tenido que decirnos desde fuera lo importantes que éramos para apreciar lo que tenemos", dice la concejal de patrimonio, Maria Mercè Martorell. Hoy, la ciudadanía de Tarragona considera su legado romano como un activo y no como un impedimento para reformar viviendas. En la ciudad, cada vez que alguien hace reformas es habitual encontrar algún vestigio. Una céntrica oficina de Caixa Tarragona, por ejemplo, ha destapado recientemente parte del muro del circo romano, que ahora está a la vista de sus clientes. Varias entidades culturales y los restaurantes de la ciudad organizan en mayo unas jornadas de divulgación histórica ampliamente seguidas, con representaciones de la vida cotidiana romana y degustación de recetas con 2.000 años de antigüedad. También es significativo que Tarragona fuera en los años noventa la primera ciudad del Estado que creó una concejalía dedicada a la preservación del patrimonio. "Hoy, cuando alguien hace obras hace fotos y nos las manda", explica la concejal. Hace 15 años, por ejemplo, la actitud era la contraria y los propietarios tendían a esconder su patrimonio por miedo a ser expropiados. "Dentro de 50 años nadie sabe si seguirá la industria. Pero lo que debemos cuidar es el patrimonio, que es nuestro futuro", sentencia el director del museo de Historia municipal, Lluís Piñol.

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