"La sangre de los culpables corre por nuestras venas"
El director Oliver Hirschbiegel recibió a EL PAÍS en una sala del legendario hotel Adlon, al lado de la puerta de Brandeburgo y a unos dos kilómetros del lugar donde estaba situado el búnker de Hitler, el escenario de la acción de su película. Hirschbiegel lanza un suspiro de resignación y explica que lleva encima más de 90 entrevistas con motivo del estreno de El hundimiento.
Hirschbiegel expresa su desacuerdo con la forma en que hasta ahora los alemanes han afrontado su pasado y en la visión ofrecida de Hitler y el nazismo. A la pregunta de si la película no podría producir un efecto bumerán, reflexiona: "El efecto bumerán lo produce sobre mí y otros muchos alemanes esa forma de proceder con clichés a la hora de afrontar la historia. No basta con levantar monumentos y decir que hemos asesinado a los judíos, que el Tercer Reich no puede repetirse o que fue la mayor barbaridad de la historia sin preguntarnos nunca cómo ha sido posible".
Sostiene Hirschbiegel: "El pueblo está harto de clichés. Yo creo que con esta película hemos dado un primer paso hacia una nueva forma de aproximación. Creo que despierta a los alemanes. La reacción del público me demuestra que la película funciona. Naturalmente, habría sido mucho más fácil proceder como hasta ahora. Pero si queremos aproximarnos al problema tenemos que comprender que los hombres de las SS que tiraban a los niños a los pantanos para que murieran de forma atroz sabían lo que hacían. El problema es que se había manipulado a esa gente hasta el punto de que ellos no veían a sus víctimas como seres humanos, sino como criaturas inferiores".
Según Hirschbiegel, "el peor error que podemos cometer sería presentar a Hitler no como un ser humano sino como un monstruo, como un fenómeno salido de no se sabe dónde, como si no hubiese existido en realidad. No cumplimos con las víctimas afirmando que se nos vino encima. Sólo haremos justicia a las víctimas cuando los alemanes hablemos sin rodeos e intentemos acercarnos a las respuestas. La sangre de la gente que fue responsable de aquello corre por nuestras venas. Podemos intentar escondernos de esta verdad, pero no conduciría a nada. Está claro que es doloroso, que pisamos terreno minado y que muchos alemanes tienen miedo, pero somos una vieja nación civilizada que ha realizado grandes inventos. Yo creo que ahora, después de 60 años, nuestra tarea es hacer lo que estamos haciendo, y precisamente nosotros, los que no vivimos nada de aquello. Hay algo que no me deja en paz desde los primeros libros que leí y que no entiendo. No entiendo cómo esa simbiosis maravillosa de judíos y alemanes, que durante un tiempo fue algo verdaderamente vivo, con una inspiración recíproca, la época más grande de nuestra historia, cómo se pudo permitir lo que ocurrió".
Babelia
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