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CÁMARA OCULTA
Columna
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Escabechina portuguesa

Los cineastas portugueses están acusando a su Gobierno de tener aires de grandeza a la americana. Pretende nada menos que reformar la ley y primar sólo a las películas que triunfen en taquilla en detrimento de obras de presupuesto modesto pero de gran capacidad creativa, que es la esencia del cine portugués que cada año vemos en los festivales internacionales.

A los españoles no nos dan ocasión de ver esas películas. Incluso podemos suponer que el cine portugués no existe más allá de la obra del longevo Manoel de Oliveira, que dirige una película tras otra, apareciendo puntualmente en los festivales importantes. En estos días, a sus 96 años, está terminando El quinto imperio, ambientada en el siglo XVI, que probablemente veremos en algún festival, especialmente tras el éxito que el pasado año tuvo en el de Venecia con Un filme hablado.

Manoel de Oliveira es una excepción. Puede hacer lo que le venga en gana

Pero Oliveira es una excepción en el cine portugués. Puede hacer lo que le venga en gana. Es cierto que sus películas sólo despiertan interés en sectores minoritarios, pero en compensación, a lo largo y ancho del planeta.

Esta "cuestión portuguesa" coincide con la de otros países europeos. ¿A qué ministerio corresponde la gestión del cine? ¿Al de Cultura, al de Comercio? En España, la asociación de productores quiere que el próximo Gobierno incentive fiscalmente el cine -un 20% de desgravación, frente al 5% actual-, y propone hablar de hombre a hombre con quien corresponda, alguien que entienda del tema, y que de camino sepa acallar las leyendas de moda según las cuales los cineastas están viviendo de la sopa boba del Gobierno.

El presidente de la asociación de productores españoles, Pedro Pérez, ha asegurado esta semana que el 82% de lo que se invierte en el cine procede de inversiones privadas. Que se acabe, pues, de una vez con el perverso runrún que a algunos comentaristas sirve de coartada para insultar a quien les plazca. Hasta a Almodóvar le han acusado esta semana de que con el nuevo Gobierno chupará más del bote. ¡A Almodóvar! Cualquier país del mundo pondría a sus pies una alfombra dorada sólo para se le antojara rodar allí... ¡Ya quisiera Manoel de Oliveira, a pesar de que este año el Centro Pompidou le haya considerado "el inmortal vivo del cine"!

Los cineastas portugueses están recogiendo firmas que apoyen su causa. Si acaban perdiéndola, quizá algunos hagan buenos negocios, pero tal vez a costa de lo más valioso de su cine. El eterno dilema.

Sin embargo, no hay más remedio que reconocer que ciertas cuestiones del cine corresponden exclusivamente al Ministerio de Comercio.

Por ejemplo, el candente tema de las palomitas y otros comistrajos que muchos suelen engullir para entretenerse mientras ven una película. La autoridad gubernamental española ha declarado legal la ingestión de comidas que se hayan adquirido fuera del propio cine. Ya podemos, pues, llevar nuestra fiambrera con la tortilla para ver un almodóvar. O un oliveira. Ojalá las autoridades portuguesas del cine se preocupen por cuestiones menos gastronómicas.

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