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Pactando bajo la lluvia (o no)

JAVIER MINA Las cosas están que pactan. De acuerdo, dos no pactarán si uno no quiere pero para cuando te das cuenta, llevas tres pactos en el costillar y medio en el corvejón. Territorios históricos, ahistóricos y prehistóricos no parecen sino pactos en carne viva. Cuentan, bueno, lo cuenta Goethe, que un señor llamado Fausto aburrido de los libros, del saber y los honores -insatisfecho- también pactó con el diablo, a decir verdad con uno bastante simpático llamado Mefistófeles. El trato no podía ser más sencillo, Fausto le entregaría el alma a condición de que Mefistófeles lograra despertar en él algún sentimiento, algún cariño, un solo instante de plenitud. Sin embargo, la vorágine de experiencias que el diablo le hará vivir sólo pondrá de manifiesto su sempiterna insatisfacción. Lo mismo cabe decir de nuestro Vociferante. Hay que ver cómo se ha puesto con los socialistas. Resulta que porque pierde poder les cita (a nuestro Fausto podrán cansarle los libros y ciertas experiencias humanas pero el poder jamás) y en medio de las negociaciones que podrían llevarle al pacto ventajoso de recuperar Alava ha vuelto a las andadas clamando que "se equivocan si creen que van a llevar al PNV por donde quieren". Al mismo tiempo les exige que centren su política en la paz, tal vez para nivelar un tanto la balanza, pues sólo el PNV se ha jugado "vida, herencia y fortuna por la paz", frase que queda muy bien como titular e incluso como metáfora pero que desvela todavía más su raíz mefistofélica ya que, dejando de lado Hacienda, las víctimas y los incendios han estado en otra parte. Aznar -Adoquín, según dice el Estentor que nunca agravia- también suscribió en su día un pacto. Que le ha salido rana. Contrariamente al Fausto de Goethe o de Azkoitia, a quien nunca viene a reclamarle nadie que cumpla el trato, Aznar se halla en la tesitura de otro Fausto, el de Marlowe, y a ese título podría utilizar sus mismas palabras porque los demonios, aunque sean nacionalistas, le piden su parte: "¡Víboras y serpientes, dejadme respirar un poco más!" y, claro, no sólo no le dejan sino que pretenden hundirle el debate por toda la nación incluso en estado. A la postre se ha quedado compuesto y sin Margarita, quiero decir sin novia jelkide -las catalanas son otra cosa- que le zurza los presupuestos y le planche alguna moción de censura. Por no mencionar que los euskosociatas también podrían hacerle la cama en Vitoria-Gasteiz si no es que ya se la han hecho en el resto de Euskal Herria (Sur). Semejante ninguneo cuadra bien con el resto del desesperado monólogo marlowiano que le quedó en el bigote: "¡Oh, no hay límite para los réprobos! ¿Por qué no fui una criatura sin alma?". Las películas como Uno de los nuestros (de los suyos) y todas cuantas tengan mafias se basan precisamente en el pacto que suscribe Fausto, por lo que tiene de indisoluble: quien entre en él, que abandone toda esperanza de salir. Al menos ileso. Claro que se trata de películas del pasado que nadie quisiera ver reestrenadas, ni siquiera quienes aún se las proyectan en la intimidad. De ahí que haya que saludar ese brío democrático de Otegi que se ve "como la llave de muchas instituciones" y, casualmente, el timón que ha de encauzar este país hacia la segunda y verdadera Transi-ción, con mayúscula de EH. Resulta igualmente positivo que acepte que con un 55% no se consigue una independen-cia y hasta que pretenda que el PSE acepte lo de los 4 territorios (ya ha quitado 3) o la voluntad de los vascos (¿quién no la aceptaría si ya se está manifestando?), pero mucho es de temer que con ello no consiga ni un pacto de humo. Le suele gustar repetir que en política dos más dos no dan cuatro. Y cuatro son los llamados, tres los escogidos pero dos los condenados a entenderse. Sólo que tendrán que abandonar esa globalidad que imponen como condición o lo mismo se ven forzados a pactar homeopáticamente; o sea, hoy contigo allí sin ti pero con aquél, aunque sea mañana. En el fondo dependerá de la cantidad de alma que Fausto esté dispuesto a vender al diablo. Y éste suele ser trato a dos, como la trikitrixa.

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