¡Luz y taquígrafos, don Ramón!
No era mi deseo replicar al señor Serrano Súñer, que firma el artículo Seco manantial (véase EL PAÍS, 31 de mayo). Yo comprendo perfectamente que don Ramón "tenía que decir algo" para "quedar bien" ante quienes hayan leído mi censura a su mal gusto.Si ya -en aclaraciones que no conozco- desmintió al señor Alcázar de Velasco, lo celebro: genio y figura... Pero lo que no voy a aceptar de ninguna manera es que intente darme lecciones de democracia. En cuanto al esfuerzo benemérito que él se atribuye, con un grupo de jóvenes intelectuales, para devolver al pueblo -en 1937- "las calidades perdidas, y la norma, con el pan", todo quedó en la erección de un cierto orden que nada tenía que ver con el Orden (con mayúsculas). Y lo del pan resultó asimismo demasiado problemático.
Pero, en fin, insisto en que no deseo en modo alguno sumirme en una estridente polémica como las que suelen infestar nuestra Prensa, sacando a luz trapos sucios (¡tantos, amontonados en el recuerdo histórico!) para apabullar a mi oponente. Si tomo la pluma volviendo sobre sus palabras es porque, crípticamente, el texto de don Ramón envuelve insinuaciones que desearía aclarase: "Creo entender", escribe, "que se ha dejado algunas puntualizaciones de mayor jerarquía en los silencios de su contorno, acaso porque la función seudointelectual ha quedado sumergida en los omnipresentes mecenazgos del erario".
A ver, don Ramón, aclare ese galimatías. ¿Qué trata de insinuar? ¿De qué misteriosos mecenazgos habla? ¡Luz y taquígrafos!-
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