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Rodrygo, de la regañina de Ancelotti al beso

Ayudado por Modric, el jugador del Real Madrid supera un primer tramo de curso de descontento con el entrenador blanco por no ser titular y se instala en el once de las grandes noches

Rodrygo
Rodrygo festeja uno de sus goles al Chelsea el pasado martes en Stamford Bridge.MATTHEW CHILDS (Action Images via Reuters)
David Álvarez

En la última final de la Champions, cerca ya del minuto 90, Rodrygo Goes se acercó a Carlo Ancelotti y le recordó que le había prometido jugar algo contra el Liverpool. El brasileño había resultado providencial para que el Real Madrid estuviera allí, aunque no terminaba de hacerse con un puesto en el once inicial. Como este curso. Hasta estas últimas semanas, en las que se ha instalado en el pelotón alistado en las grandes noches: la vuelta de la semifinal de Copa contra el Barça en el Camp Nou, la ida contra el Chelsea y la vuelta en Stamford Bridge, donde marcó dos veces jugando desde el principio. Ya no es solo aquel revulsivo asombroso.

Por ejemplo, unas semanas antes de la final de París, en la vuelta de la previa contra el Manchester City en el Bernabéu. Era incluso más tarde que cuando le recordó a Ancelotti la promesa de la final, y el Madrid estaba fuera. Muy fuera. Le faltaban dos goles para forzar la prórroga. El brasileño anotó esos dos, y casi el tercero.

La presente temporada del brasileño ha estado repleta de reconocimientos y frustraciones. Durante el tiempo que Karim Benzema pasó entrando y saliendo de la lista de lesionados, Rodrygo fue la primera opción para cubrir la ausencia del capitán. Jugó de nueve, y cumplió en citas muy comprometidas. También rindió por la derecha, e incluso mejor por la izquierda cuando Vinicius estuvo sancionado, o cansado. Consiguió goles importantísimos, y casi autogestionados, como el que les permitió la victoria contra el Cacereño en la Copa. Pero se seguía viendo como un comodín, sin sitio propio, y eso pese a que se ha colocado como el quinto jugador de campo con más minutos, mientras que el curso pasado era el 13º.

Rumiaba su descontento por no dar el último salto. También porque pensaba que Ancelotti no lo usaba en la que él creía que era su mejor posición, mediapunta por detrás del nueve. Ahí sustituyó con acierto a Neymar en la selección brasileña en el Mundial de Qatar.

Rodrygo tras marcar el segundo gol al Chelsea.
Rodrygo tras marcar el segundo gol al Chelsea.DYLAN MARTINEZ (REUTERS)

A esa agitación interior se añadió un incidente con Ancelotti en enero, después de no ser titular en la final de la Supercopa de Arabia contra el Barcelona. Días después, el italiano lo retiró del campo en el minuto 56 de los octavos de Copa contra el Villarreal. Se sentó en el banquillo sin saludar al técnico, que le reprendió en público: “Tú a mí me saludas”. El lance resultó extraño en un futbolista siempre correcto. Su entorno difundió que el chico, contrariado, no se había dado cuenta. En cualquier caso, la ofuscación estaba ahí. En esos momentos, encontró cobijo bajo el brazo de Luka Modric, el veterano con el que ha sentido más complicidad. “Modric siempre habla conmigo. Cuando estaba en una parte de la temporada que estaba bien pero no jugaba de titular, él me decía que estuviera tranquilo, que las cosas iban a salir. Creo que me dijo eso antes del partido contra el Atlético en la Copa del Rey, y luego marqué un gol ahí”, contó en Londres.

El mentorazgo no solo funciona fuera del campo, sino también en el juego. La Champions del curso pasado tuvo otro momento determinante para el brasileño en una época en la que el club había comenzado a estudiar cederlo. También fue contra el Chelsea. También en la vuelta de los cuartos de final. Y con el Madrid fuera. Los ingleses habían remontado el 1-3 de la ida. Se habían puesto 0-3. Entonces el croata se largó su pase con el exterior más legendario. “Nadie lo recordaría si Rodrygo no marca”, recordó hace poco en una entrevista. El brasileño corrió hacia el área, remató de volea y llevó el partido a la prórroga. Si estaba en aquel punto del campo, era por Modric: “Siempre me dice que vaya al espacio”, contó.

El martes por la noche en Stamford Bridge, con 0-0 y el Chelsea todavía con armas para remontar el 2-0 de la ida, Rodrygo tuvo un momento de enfado con aroma de principio de curso cuando vio que en la banda por la que él corría Ancelotti llamaba a Tchouameni para meterlo al campo: “Pensé que iba a salir. Luego marqué y cambió. Pensé que iba a salir, y estaba un poco enfadado”. Pero aún tuvo tiempo para marcar el segundo antes de que el técnico lo retirara, esta vez para que le regalaran una ovación desde la esquina donde se alojaba la afición madridista. Y para recibirle con un beso. “Siempre hace eso cuando marco”, afirma, algo mucho más habitual en la Champions, donde lleva 15 goles en 37, más que los 12 que ha marcado en 100 encuentros de Liga.

Ancelotti quiso llevar el reconocimiento a su juego un poco más allá de los goles: “Su partido ha sido menos bueno que los otros, pero ha sido de una efectividad extraordinaria. Cuando no marca, marca la diferencia”.

En Stamford Bridge, después de los dos goles, Rodrygo pareció quitarse el peso de la angustia de todo el año: “Me siento titular, me siento importante, y principalmente en la Champions, que siempre estoy ahí”, dijo. “Tengo algo especial con la Champions, y quiero seguir así”.

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Sobre la firma

David Álvarez
Sigue la información del Real Madrid y la selección española en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de la sección de Deportes. Ha cubierto los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol y la Eurocopa. Antes trabajó en ABC, El Español, ADN, Telemadrid, y La Gaceta de los Negocios. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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