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El United elimina al Liverpool de la Copa

El equipo de Klopp domina en todas las facetas del juego pero se desinfla (3-2) cada vez que Rashford encara al bisoño Rhys Williams, símbolo de una zaga desierta de defensas expertos

Rashford marca el segundo gol del United.
Rashford marca el segundo gol del United.DPA vía Europa Press (Europa Press)
Diego Torres

A John W. Henry no le gusta emborronar su libro de cuentas ni para cambiar los decimales. El propietario estadounidense del Liverpool ha marcado una línea roja en materia de gastos que nadie en el club se atreve a traspasar, ni siquiera cuando una plaga de lesiones ha despojado la línea de cobertura de defensas centrales. La plantilla del campeón está diezmada pero no se refuerza con fichajes sino con parches. Señal del respeto extremo que provoca la lógica económica de la dirección, el entrenador, Jürgen Klopp, acudió este domingo a Old Trafford a jugarse el pase a la cuarta ronda de la Copa con un chico de 19 años que hasta el verano pasado militaba en un equipo de aficionados. Rhys Williams, de grácil apariencia, mirada ensimismada y rizos seductores, recibió la orden de plantarse en el cuadrante derecho del campo para vigilar el último baluarte entre Marcus Rashford y su portería. La consecuencia fue que el Liverpool jugó cuesta arriba toda la tarde hasta que Bruno Fernandes lo remató con una falta directa en el definitivo 3-2.

Al Liverpool no le sirvió ocupar mejor la cancha ni abordar las disputas con más determinación y lucidez. Tampoco le valió de nada adelantarse con un gol de Salah a pase de Firmino, que recibió de espaldas entre Pogba y McTomminay sin que ninguno de los dos moviera un dedo para cerrarle la línea de su envío. El Liverpool mandaba, pero cada vez que perdía la pelota, un viento frío soplaba sobre su banda derecha. Instruidos para buscar la espalda de Alexander-Arnold, el primer ademán de los jugadores locales era mirar a ver si podían darle la pelota a Rashford, que esperaba pegado a la raya. Así fue que una pugna entre Pogba y Firmino acabó con la pelota rebotada en los pies de McTomminay, que le pegó como le vino y la mandó al hueco que habitaba Rashford. Sin que Salah llegase a molestarle en el cierre, el canterano firmó la acción más estética del encuentro. Un pase de zurda, sedoso, cruzado a la espalda de los centrales, para que Greenwood, que saltó a la espalda de Robertson, hiciera caja.

Marcus Rashford es una típica estrella del fútbol inglés. Elegante como pocos, elástico, rápido, hábil con ambas piernas, buen profesional y buen compañero, uno se pregunta qué puede fallar para que acumule años de decepciones. Resulta que el muchacho sufre lo que un ojeador llama “síndrome del árbitro de tenis”. No son pocos los partidos que vive como un espectador de lujo, mirando las jugadas pasar como si no sintiera que puede intervenir de forma continuada. Ante el Liverpool se encontró con el escenario perfecto para lucirse: un rival que adelanta su defensa hasta el círculo central y un central derecho sin categoría para jugar en el fútbol profesional. El 2-1, que remató Rashford, fue el resultado de cruzar un delantero adulto con un defensa que todavía se pregunta si ha nacido para hacer las cosas que le manda el entrenador.

Bruno Fernandes, al palo de Allisson

El empate de Salah al filo de la hora de partido (2-2) confirmó la inferioridad del United en todos los procesos del juego colectivo. Pero el partido se resolvió en las circunstancias fortuitas, en los duelos puntuales, más que en otros departamentos. Pesó menos la buena administración que hizo el Liverpool de la pelota que la destreza de Cavani para ganarle la posición a Fabinho y provocar una falta al borde del área cuando su equipo casi no podía abandonar su campo, a falta de diez minutos para la conclusión. Bruno Fernandes, que acababa de ingresar por Donny van de Beek, despachó el tiro libre por el costado de la barrera. Predestinado a liderar al equipo más rico de Inglaterra, el portugués le pegó al segundo palo y sorprendió a Allisson en el rincón que guardaba mejor.

Suponiendo que el Liverpool hubiera ganado esta Copa, habría recibido cuatro millones de euros en concepto de premio. Si gana la Premier, ingresará más de 150 millones, y si gana la Champions los premios superarán los 100. En las matemáticas se adivina que hay torneos que a John W. Henry le importan un bledo, seguramente tanto como la alineación de Rhys Williams. Sería inapropiado decir que en Old Trafford perdió el que jugó mejor. El United fue superior en cosas que también constituyen la naturaleza de la competición. Por ejemplo, aprovechar con eficacia los escrúpulos contables del dueño del equipo rival.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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