Adama Traoré, un planeta singular y provechoso
Luis Enrique no establece convocatorias políticamente correctas, reclama a los que funcionan, así que no puede extrañar la presencia del extremo de los Wolves
Dos partidos de Adama Traoré en la selección le han convertido en noticia, uno de esos descubrimientos que requieren la presentación en el gran teatro internacional del fútbol. Con 24 años y una creciente importancia en el Wolverhampton Wanderers, no es ninguna novedad. Para los adictos al fútbol es más que conocido. Los hinchas del Barça quizá le recuerden en sus días juveniles. Es ahora cuando Adama reaparece transformado en adulto, con un cuerpo que responde más al perfil de un full back de la NFL que al habitual en los futbolistas. En España no tiene parangón.
Adama es el último integrante de la revolución que ha planeado Luis Enrique. La selección agrupa a tres generaciones, la que presiden Sergio Ramos, Busquets y Navas, el segmento que encabezan Thiago y De Gea, y los novísimos, representados por Ansu Fati (17 años) y Eric García (19). A todos ellos se unen jugadores como Mikel Merino, Pau Torres, Dani Olmo, Fabián, Oyarzabal, Rodri o Reguilón —todos menores de 25 años— y Gerard Moreno, Rodrigo o Carvajal. Cada uno de estos sectores funciona como un hilo conector entre generaciones.
El paisaje es atractivo por la amalgama de edades, la ausencia de complejos en el seleccionador, la infrecuente variedad de equipos representados en la selección y la recompensa al mérito de los jugadores. Luis Enrique no establece convocatorias políticamente correctas. Reclama a los que funcionan. Con estas premisas, no podía extrañar la presencia de Adama Traoré, cuya consideración en los Wolves es cada vez mayor. Quizá porque de todos los jugadores era el menos conocido para el gran público, sí sorprendió el aprovechamiento que obtiene de su colosal físico.
En un país cautivado durante años por las exquisiteces de la selección que gobernó el fútbol entre 2008 y 2012, la figura de Adama, tanto por su chasis como por su manera de jugar, ha invitado al sobresalto. Está en las antípodas de los etéreos físicos de Xavi, Iniesta, Silva, Cazorla, Mata y demás maestros del juego corto. La imponente estampa de Adama Traoré se corresponde con su estilo: frontal, apabullante, supersónico.
Durante los últimos 10 años, el fútbol ha profundizado en las medidas para desactivar la brillante escuela que inauguró el Barça de Guardiola y su brazo de futbolistas en la selección española. Es probable que Adama Traoré sirviera menos para romper la selva de jugadores en los catenaccios aplicados contra España en aquellos días. Ahora, con la presión altísima, el campo plagado de minas defensivas y la dificultad para transitar con la pelota, Adama dispone de una cualidad difícil de encontrar: la capacidad para destruir estructuras, como sucedió contra Suiza.
Con campo por delante y en situaciones de mano a mano con el defensa, algo bastante frecuente en estos días, resultan cruciales los futbolistas que se quitan un jugador de encima y encuentran espacio para asaltar el área. Es la cualidad nunca suficientemente valorada de los regateadores. Adama no es un esteta del regate, ni un malabarista. Está construido para correr más rápido y con más potencia que nadie. En este apartado, tiene muy pocos rivales en el mundo. Es un planeta aparte.
Después de la sorpresa ha llegado el debate. ¿Debería ser titular o un recurso puntual? ¿Se ajusta a las características del equipo? ¿Disfrutará de un largo recorrido en la selección o es un pasajero circunstancial? Como tantas veces ocurre en el fútbol, hay dos maneras de enfocar a este futbolista singular: valorando sus cualidades o incidiendo en sus defectos. Cualesquiera que sean sus limitaciones, sus virtudes son infrecuentes en el fútbol, más aún en el español. Se trata, por los demás, de cualidades tan reseñables que merecen exprimirse.
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