El Deportivo vuelve a las tinieblas
El equipo gallego retoma su peor versión ante un Getafe que perdonó una goleada
Emerge el Getafe, que escala en la tabla tras su mal inicio de temporada con dos victorias en sus dos últimas salidas lejos del Coliseo, triunfos de equipo avivado, capaz de explotar las deficiencias de rivales tocados. Lo hizo en Anoeta ante la Real Sociedad, lo repitió ante el Deportivo en Riazor, donde no hubo rastro de aquel vigor que sufrió el Valencia en un renacimiento blanquiazul que visto lo visto cabe calificar de espejismo. El grupo que dirige Víctor Fernández ha vuelto a las andadas, a mostrarse errático, sin soluciones ni alma, fácil de desarmar para quien le oponga orden y una pizca de velocidad.
DEPORTIVO, 1-GETAFE, 2
Deportivo: Fabricio; Juanfra, Insua, Sidnei, Luisinho; Wilk (Hélder Postiga, m. 45), Juan Domínguez; Cuenca (Toché, m. 57), Medunjanin, Luis Fariña (Canella, m. 45); y Cavaleiro. No utilizados: Lux, Lopo, Álex Bergantiños y Juan Carlos.
Getafe: Guaita; Arroyo, Naldo, Velázquez, Escudero; Juan Rodríguez, Lacen; Yoda, Sarabia (Sammir, m. 77), Hinestroza (Diego Castro, m. 68); y Lafita (Míchel, m. 87). No utilizados: Codina, Roberto Lago, Vigaray y Baba Diawara.
Árbitro: Hernández Hernández. Amonestó a Wilk y Cavaleiro.
Goles: 0-1. M. 34. Fabricio (p. p.). 0-2. M. 46. Lafita. 1-2. M. 79. Hélder Postiga.
Riazor. 20.150 espectadores.
El Deportivo hizo su particular homenaje a las fechas festivas: su primera parte fue monstruosa, la segunda una castaña. El primer tercio de partido lo despreció en un trasteo irrelevante, después se derrumbó a pesar del amago final del gol de Hélder Postiga tras sucesivos perdones del rival. Sufrió ya de inicio un calvario en cuanto el Getafe imprimió ritmo y buscó el espacio, lastrado por su atonía adelante, donde el que se supone su guía ofensivo Luis Fariña se pasó veinte minutos renqueando con una mano en el muslo y al tiempo avisando al banquillo de que no requería ser relevado. Tras inhibirse en varias acciones, Víctor Fernández preparó su sustitución. El argentino volvió a negarla y su entrenador le hizo gestos ostensibles para que se activase. Lo hizo durante unos minutos antes de quedarse en el descanso en la caseta.
En ese limbo de la indefinición al Deportivo se le escapó el fútbol y ni siquiera le visitó la agresividad de la que se acompañó cuando hace dos semanas sometió al Valencia. La inmaculada equipación blanca del meta Guaita brilló sin apenas mancharse bajo los renovados focos de Riazor. Pero nadie vio al Deportivo. El gol de Yoda, afortunado en la resolución porque el balón golpeó en el poste y luego en la espalda de Fabricio antes de llegar a la red, retrató su pasividad. El extremo del Getafe remató desde la frontal sin que nadie se acercase a molestarle, armó la pierna y sacó el disparo con comodidad para castigar tanta indolencia. Poco después al lateral zurdo Escudero se le marchó por poco el segundo tanto tras una diagonal de cuarenta metros en la que sorteó varios conos blanquiazules.
El Getafe se sintió a placer. Marcó y tras lograrlo controló la pelota ofreciendo una apariencia de equipo honesto, pero accesible. Y la gente se enervó en Riazor. Se enfadó con un equipo sin identidad, que había encontrado un camino ante el Valencia en el repliegue y la transición rápida en ataque y que ahora proponía todo lo contrario, permeable y premioso. Un equipo sin corazón, al que la grada no cesó de pedir esfuerzo y arrebato, un equipo en el que ciertas decisiones individuales son difíciles de entender. En la pretemporada Víctor Fernández quiso dejar claro en público que no entendía a Juan Domínguez como mediapunta porque no tenía ni claridad para el último pase ni excesiva llegada. Se trataba de un detalle que había quedado claro en las últimas temporadas tras cada ensayo con el futbolista coruñés en esa posición más adelantada a la suya natural, pero por si acaso el técnico quiso remarcarlo. Ayer Domínguez jugó la primera parte de mediapunta tras el delantero y la segunda de mediocentro por delante de los centrales. El término medio lo ocupaba Medunjanin, del que no se duda sobre una calidad que, con todo, destila en Riazor como si fuese un preciado y prohibitivo elixir.
Quien no tuvo dudas fue el Getafe. Salió al campo mirando hacia la portería de Fabricio y pronto encontró los caminos que le llevaban a ella. Eran bastantes. Tras la espalda de Juanfran los encontró, en la falta de aliento de la medular deportivista convirtió en inocuo el habitual despliegue defensivo de Wilk, que corrió por varios hasta que fue sustituido en el descanso. Oteó el gol el Getafe por el corazón del área con Lafita, lo logró con Yoda por la derecha y pudo sentenciar antes del descanso con Escudero desde la izquierda o Sarabia en la larga distancia. El premio podía repetirse desde cualquier flanco, así que llegó de la manera más inverosímil: a los pocos segundos de la reanudación y tras sacar de centro. Dos abajo, el Deportivo no apeló a la épica sino que llamó a la fortuna para que el Getafe no le golease y mantener un hilo de vida. Lo estiró hasta el final porque Lafita dejó pasar el gol varias veces y Postiga lo encontró tras hacer lo propio. Con diez minutos por delante y la ilusión de un empate inmerecido su único plan fue el pelotazo. Y cuando se requería darlo, en la última acción del partido, Medunjanin fue incapaz de colocar el balón en el área con incluso el meta Fabricio al remate.
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