Verónica Forqué: una vida contada por sus amigos
Actores, cineastas, dramaturgos y conocidos reconstruyen con sus testimonios la larga carrera de la actriz. Una de sus allegadas asegura que se fue de ‘MasterChef’ por covid
A la conmoción tras la noticia el pasado lunes del fallecimiento de Verónica Forqué, que se quitó la vida a los 66 años, ha seguido el dolor y el recuerdo de una intérprete clave en el cine y el teatro españoles. Como cuenta Pedro Almodóvar, “fue junto a Carmen Maura la reina de la comedia madrileña”. Casi todos los allegados y compañeros (Antonio Resines no pudo colaborar por estar enfermo) de la actriz han aceptado reconstruir con sus testimonios para EL PAÍS la carrera de Verónica Forqué, desde su primer gran trabajo, La guerra de papá, en 1977, hasta su controvertida aparición final en el concurso MasterChef Celebrity. Su íntima amiga, la productora Beatriz de la Gándara, asegura que dejó el programa porque se contagió de covid. Entre medias, taquillazos, cuatro premios Goya, un Max, éxitos en la televisión y en los escenarios... Y una huella indeleble en la España de los años ochenta y noventa.
Carmen Maura (actriz): Cuando empecé a hacer cortos, fue una de las primeras personas con las que hablé a mediados de los setenta. Yo era diez años mayor que ella, y Verónica, que tendría unos 18, me hizo sentir fantástica, me enseñó que mis aspiraciones eran legítimas.
Tito Valverde (actor): Coincidimos en el rodaje de La guerra de papá [1977]. Fui además el primero que la besó en pantalla. Le di un morreo porque así me lo pidió Antonio Mercero, para que el actor infantil protagonista [Lolo García] se creyera que yo le estaba dando un bocado y reaccionara ante ello. Con el tiempo se reía. Cuando rodamos Amor propio [1994] en Cantabria, ella le contaba a Mario Camus que yo era un guarro porque le había metido la lengua “hasta el estómago”. Ese beso fue definitivo en nuestra amistad. Por esa película, su padre, José María Forqué, me dio un papel muy guapo en la serie Ramón y Cajal. Repetimos varias veces en el cine: en ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? [1993] o en Reinas [2005]. Y claro, en la tele.
Manuel Gómez Pereira [director de cine, la dirigió en tres películas): Estaba estudiando en la Facultad de Ciencias de la Información a la vez que trabajaba como script. Y fui el script de La guerra de papá. Poco a poco, además de hacernos amigos, perseguimos y logramos nuestros sueños.
Pedro Almodóvar (director de cine, la dirigió en otras tres películas): No estoy seguro de cuándo la conocí, pero sí recuerdo cada momento de cada película. El personaje de prostituta de Cristal Scott de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? [1984] se lo ofrecí a Victoria Abril. Victoria entonces vivía en París, ni sabía quién era yo, y lo rechazó. Adecuamos el guion para la siguiente opción, Ángela Molina, y creo que, por jaleos de la productora de la película, ni conoció la oferta. Y así entró Verónica. El destino acertó con que fuera para ella. Verónica se inventó muchos de sus gestos para seducir a los clientes. Como actriz participaba mucho del resultado final, poseía una comicidad muy especial, imposible de imitar, y que la conectaba con el público. En esta película hablamos mucho de Shirley MacLaine... en general le ofrecí personajes muy límites y ella decía esos diálogos sin morbo, les quitaba lo escabroso. La química entre Verónica, Carmen Maura y Chus Lampreave fue inmediata.
Carmen Maura: Yo intenté convencer a Ángela Molina para que aceptara el papel de Cristal, y no hubo manera. Aun así, cuando llegó Verónica me dio un alegrón... Recuerdo toda la secuencia con Jaime Chávarri, aguantándonos la risa y el apuro. Para mí, es uno de los momentos divinos de mi carrera. Verónica estuvo fantástica.
Joaquín Oristrell (guionista y director de cine y televisión): En 1984 yo estaba preparando la serie Platos rotos, y buscábamos a una actriz para el personaje de Loli. Yo tenía reticencias para contratar a Verónica, porque la había visto en el teatro en Zoo de cristal y no me había gustado. Me aconsejaron que fuera a ver ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, la película de Almodóvar, y me tuve que poner de rodillas ante una interpretación prodigiosa. Cuando nos vimos por primera vez, en una sala de ensayos de TVE, le confesé mis iniciales reticencias. Ahí comenzó una amistad de muchos años, hasta me apunté con ella a unas clases de yoga con una profesora de nombre Loreto que estaba en la calle Pizarro en Madrid. Hemos cocinado mucho juntos. Era muy buena cocinera, se le daba bien hacer platos de pasta y me descubrió la ensalada César. Aunque ella siempre ha estado muy delgada, le gustaba comer.
Juan Echanove (actor): En 1985 fui a ver a Pedro Mari Sánchez al teatro en Bajarse al moro. Y conocí a Verónica en los camerinos. A los tres años rodamos juntos la versión cinematográfica. En aquel rodaje le conté un chiste tonto sobre un inglés en un coche que, perdido, pide ayuda a un andaluz. Con el tiempo repetiríamos en Orquesta Club Virginia [1992] y en la serie La vida de Rita [2003], y siempre me pedía el chiste, que ella celebraba alborozada como si lo escuchase por primera vez, y ya no me hacía gracia ni a mí. Esta profesión te lleva a ver a alguien durante meses más que a tu propia familia, y luego esa intensa relación se va diluyendo.
Pedro Almodóvar: En Matador [1986] encarnó a una periodista por esa cualidad de buena compañera que albergaba. Ella hizo crecer esa secuencia. Ya estaba por encima de esos papeles secundarios. Porque en aquellos años Carmen Maura y ella se convirtieron en reinas de la comedia madrileña.
Beatriz de la Gándara (productora de cine y gran amiga de Verónica Forqué): En 1986 Fernando Colomo [exmarido de De la Gándara] la llamó para protagonizar La vida alegre. Ahí empezó una amistad que no ha terminado nunca. Era una persona maravillosa a la que era muy difícil no querer. Nos hicimos muy amigas, aunque por temas de trabajo no nos veíamos de continuo. Desde entonces ha estado muy presente en nuestras vidas. Hablábamos mucho por teléfono, cenábamos, quedábamos. A veces, era muy difícil verla porque siempre estaba de gira. Hemos vivido muchas cosas juntas, películas, promociones, viajes, festivales. Pasamos juntos el verano de 1989 en Menorca. Colomo y ella acababan de rodar Bajarse al moro y nos fuimos a la isla, donde alquilamos una casa. Fue un verano muy placentero, de mucha paz, mucha tranquilidad, mucha lectura.
Aitana Sánchez-Gijón (actriz): Conocí a Verónica en 1986 cuando rodé mi primera película, Romanza final, a las órdenes de su padre, José María Forqué. Fue ella la que dobló la voz. Pero cuando yo descubrí a la Verónica luminosa y gozosa fue en el rodaje de Bajarse al moro, de Fernando Colomo, tres años más tarde. Yo tenía 19 años y era mi primer papel importante. Ella ya era un referente y me abrió los brazos y me acogió con esa mirada tan hermosa que tenía. Verónica era cálida y dulce y me ofreció toda su bondad y me dio la bienvenida a este mundo. Era una mujer que escuchaba, que cuando estaba contigo lo hacía de verdad. Me fascinaba además esa espiritualidad, esa conexión con la India, esa paz que irradiaba. Por eso me impresiona mucho su muerte. Nunca olvidaré cómo acogió a una actriz como yo que empezaba y que estaba algo perdida.
José Sanchis Sinisterra (dramaturgo, autor de ¡Ay, Carmela!). No pude ir al estreno en Zaragoza de ¡Ay, Carmela! [1987] porque me pilló en Colombia, pero vi la función unos meses después. Al terminar, ella me preguntó qué me parecía, que le pusiera deberes. A mí no se me ocurrió nada, le dije: “¡Carmela eres tú!”. Por decirle algo, le comenté que quizá podría añadirle algo de vulgaridad al personaje. Y cuando volví a ver el espectáculo poco después, me dijo: “¿Te has dado cuenta de que te he hecho caso? ¡En una escena me he rascado el culo!”.
Pedro Almodóvar: Sin ella, yo no me hubiera atrevido a tanto en Kika. Lo escribí para ella. En fin, en esta profesión es difícil encontrar a alguien tan bueno y tan bondadoso.
Anabel Alonso: Nos conocimos en 1993, en el rodaje de Kika. Con su luz y su sonrisa hacía creíble cualquier animalada. Todo texto que salía de su boca se convertía en digerible. Yo era una principiante, y me recibió como a una igual, transmitiéndome seguridad. Hicimos piña enseguida. Un día a ella la maquillaba Gregorio Ros y a mí me peinaba Jesús Moncusi. Con nuestras charlas, bromas y giros en las sillas no les dejábamos trabajar. Gregorio se enfadó, tiró sus trastos y salió enfadado. Y a los dos minutos Jesús hizo lo mismo. Nos quedamos las dos solas en camerinos, y ella me soltó: “Pero nena, ¿las estrellas no somos nosotras?”. Verónica era creativa, serena, cariñosa. Y cero competitiva. Al año siguiente, estábamos juntas rodando en Santander Amor propio, con Mario Camus, y vimos los Goya en el hotel por televisión. Lo ganó por Kika. Nunca recogió un Goya, porque siempre le pilló trabajando.
Manuel Gómez Pereira: Para mí ha sido la Shirley MacLaine española, y se lo dije muchas veces. Eso se nota en un personaje tan complejo como el que hizo en ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? [1993], un personaje límite, radical, una estrella del porno casi lumpen, que había que hacer creíble y humana. Verónica era muy consciente de que hay dolor en la comedia, y manejaba todos esos elementos. “Pero Manolito, ¿yo una estrella del porno?”, me soltó tras leer el guion. Pues sí, porque probablemente sin ella yo no la hubiera hecho.
Tito Valverde: Me llamó y me dijo que ella y Manuel Iborra [director y guionista, pareja de Forqué durante tres décadas] iban a hacer la serie Pepa y Pepe, y que si me apetecía. ¡Claro!, respondí. Era 1995. Pero TVE me vetó porque yo no era popular y preferían a José Sacristán. Cuando Sacristán prefirió hacer otra serie [¿Quién da la vez?], Verónica y Manolo volvieron a la carga y me contrataron. Fue un rodaje increíble y la serie, un exitazo. Yo no he sido consciente de todo lo que la quería hasta este final tan dramático.
Joaquín Oristrell: En las siete películas y dos series de televisión en las que he trabajado con ella, me he encontrado a una actriz que respetaba mucho el texto y a la que le gustaban los ensayos. Era muy exigida y muy exigente, trabajadora e intuitiva. Era capaz de pasar por la frase más obscena con una gran naturalidad. Sabía mucho de cine, de cómo y dónde colocar la cámara. No olvidaré nunca mi primer día de rodaje como director en ¿De qué se ríen las mujeres?, mi debú en el cine. Era 1996 y yo estaba aterrado. Ella se puso a mis órdenes y, al terminar, me dijo: “Lo has hecho muy bien”. Fue un rodaje inolvidable, en un loco mes de julio en Benidorm.
Antonio Panizza (peluquero e íntimo amigo): La vi en teatro en Granada haciendo Descalzos por el parque, y salimos esa noche en grupo de copas. Después, la primera vez que trabajamos juntos fue en ¿De qué se ríen las mujeres?, y luego hemos repetido en tantas ocasiones... Era pura alegría, vida, arte. ¿Su pelo? Angelical, fino. Ella era preciosa entera. Me regaló uno de sus Goyas, que está junto al mío [por La niña de tus ojos].
Carmen Maura: Hicimos de hermanas en Clara y Elena [2001]. Me encantó cómo le soltó a su marido, Manuel Iborra [director del filme], que a mí no me podía decir nada. Estaba supertranquila, relajada... Nos metimos mucho en los papeles, pasamos todo el rodaje juntas y fue maravilloso.
Manuel Gómez Pereira: En Reinas [2005] le propuse otro personaje arriesgado, el de ninfómana. Y volvió a aceptar el reto. Y cogí a Tito Valverde como homenaje a esa pareja. Ella construía desde la humanidad y la dulzura.
Pedro Almodóvar: Recuerdo la despedida a Fernando Fernán Gómez en el Teatro Español en 2007. Fue un velatorio muy festivo porque homenajeábamos a un grande, y esa actitud la impulsaba la misma Emma Cohen, que quería celebrar la vida de su pareja. Hablamos de la profesión Verónica, Carmen [Maura], Emma y yo... Las siguientes veces que nos fuimos viendo me preguntaba mucho por mi familia, me contaba la carrera de su hija, María. Me daba remedios contra la ansiedad, y nunca imaginé este final para Verónica. No la reconozco en las apariciones de MasterChef. Era otra persona.
Carlota Ferrer (directora de escena y actriz): En el año 2000 me presenté a una audición para trabajar en La tentación vive arriba, que iba a ser la primera obra teatral de Verónica como directora. Fui con grandes nervios y finalmente no fui elegida. En 2018 la llamé para que participara en Los cuerpos perdidos, que dirigí yo. Ella llevaba tiempo sin trabajar, tras una importante operación de espalda, pero superó su dolor y vino a los ensayos con un entusiasmo enorme. Quería estar en todas las coreografías. Fue entonces cuando me empezó a llamar jefa y a sus compañeros, compañeritos. En mi siguiente trabajo como directora, El último rinoceronte blanco, le propuse hacer del personaje de la muerte. Cuando leyó el texto, nos pidió a mí y a José Manuel Mora, el autor de la versión, que aumentáramos su participación y José Manuel escribió para ella un bello monólogo.
Aitana Sánchez-Gijón: Era una actriz juguetona, que sacaba oro de cada diálogo y cada situación, que miraba todo con ojos nuevos. Nunca más volví a trabajar con ella, pero en 2016 hicimos un viaje en coche de Madrid a Jaén, en el que íbamos, además de nosotras dos, Irene Escolar, Silvia Abascal y Luis Alegre. Fue un reencuentro hermoso. Allí apareció la misma Verónica maravillosa, con esa facilidad que tenía para abrirse, y en la que habló del momento vital que atravesaba, tras su separación y su depresión. Era una mujer sin filtros.
Juan Echanove: La última vez que nos vimos fue ella la que me visitó en un camerino: yo estaba haciendo Rojo en el Teatro Español [2018] y la acompañaba Gerardo Vera. Fue también mi último encuentro con Gerardo. Lo que te deja sin ilusión es que en este país da igual lo que hagas, porque al final te hacen sucumbir. No es normal que estemos con lo de MasterChef cuando era una actriz con cuatro premios Goya y trabajos al alcance de muy pocos. Y la precariedad laboral que azota a nuestra profesión es... devastadora.
Pilar Castro (actriz): En 2015 compartimos escenario en Buena gente, dirigida por David Serrano, y estuvimos dos años de gira. Ella siempre ha sido una de mis actrices icono y por eso yo estaba ansiosa por trabajar con Verónica. Resultó ser encantadora, muy de igual a igual, me enseñó muchísimo. Culta, excéntrica, divertida... Al final la he sentido parte de mi familia. El día antes de estrenar la obra, en la previa con público, se quedó en blanco. Y lo dijo en alto, ante todo el patio de butacas. Al día siguiente, el resto estábamos histéricos y ella con su café, relajada... Y clavó la función. Era tan imprevisible como echada para adelante.
Julián Fuentes Reta (director de Las cosas que sé que son verdad, última aparición de Forqué en los escenarios, por la que ganó el premio Max a la mejor actriz protagonista en 2020): Fue ella quien me buscó a mí. Nadia Corral, la productora, me dijo que Verónica Forqué quería trabajar con nuevos directores y directoras, que quería una renovación. Honestamente, al principio me parecía que meter en mi obra a una persona famosa como ella era algo arriesgado para el teatro que yo busco, sin grandes nombres. La primera vez que la vi fue en el ambigú del Teatro Español. Fue un encuentro breve, en el que me dijo que me tenía que olvidar de Bajarse al moro, porque en el teatro era una actriz diferente a la del cine. Quedamos a cenar unos días después y fue allí donde la conversación se disparó. Descubrí a una persona fuera de serie, con una inteligencia fuera de lo normal. Yo soy muy reservado, y a ella en una hora y media le conté mi vida entera. Te miraba con esos ojos y te hacía una radiografía inmediata. Ya esa noche me empezó a llamar Juli y yo me derretía. Me ayudó mucho con la obra y la promoción y la gira de dos años, me sentí muy protegido con ella. Todas las mañanas de los ensayos ella traía churros y café para todo el equipo.
Carlota Ferrer: Después de El último rinoceronte blanco, estuvimos en contacto a través de llamadas o mensajes telefónicos. Ahora estoy escuchando los audios que tengo guardados de ella. Necesito escuchar su voz. No los voy a borrar nunca. Era una mujer que miraba siempre la vida en positivo, que tenía devoción por su hija y por todo lo que ella hace como artista. Se sentía muy orgullosa de ella y de su independencia. Me acuerdo de que cuando le compró un piso a su hija nos tomamos unas cervezas para celebrarlo. Hablaba mucho de la muerte, de la muerte de su madre [2018] y de su hermano [2014], que le afectó muchísimo, pero lo hacía de una manera muy sana. Ella estaba muy por encima de la muerte.
Manuel Gómez Pereira: Uf, es duro. Esta época actual, tan individualista, nos ha alejado. Antes la gente se veía más. Ahora llamas menos pidiendo ayuda, y se escucha aún menos. La pandemia además ha remachado mucho eso. Esta Verónica no es la que yo conocí a mis 18 años, y que ha sido mi amiga toda la vida. La última vez que nos vimos fue a finales de 2019, que fui al festival de Tudela con Resines y Vero estaba de jurado. Pasamos cuatro días juntos maravillosos. Vero cumplía años el 1 de diciembre y yo el 8, y nunca lográbamos llamarnos el día exacto los dos. Nos equivocábamos siempre.
Anabel Alonso: Nunca dejamos de vernos y, profesionalmente, vino en 2020 a unas sesiones en la serie Amar es para siempre. Por desgracia nuestras tramas no coincidían. Ahí seguía la Verónica compañera de todos. Lamento no haber hecho teatro con ella. La última vez que la vi en persona fue a finales de primavera, cuando se hizo la reunión de chicas Almodóvar en MasterChef. Salí de allí muy tocada.
Álvaro Fernández Armero (director de A 1.000 kilómetros de la Navidad, que se estrenará esta Nochebuena en Netflix): Rodamos A 1.000 kilómetros de la Navidad en febrero y marzo de este año. Soy muy fan de La guerra de papá, porque me sentí muy identificado con el niño cuando la vi. Es que mi entorno se parecía mucho al de la pantalla, también hubo una Vito en mi infancia. Por eso, hace seis años propuse a Verónica para una serie, y la cadena de televisión exigió que Forqué hiciera una prueba, algo que me sorprendió. Verónica lo hizo perfecto, pero no la eligieron. Y cuando nos reencontramos en los ensayos este febrero, me echó en cara aquella prueba. Sin embargo, a partir de ahí todo fluyó, aunque en rodaje ella iba y venía de manera intermitente, porque era secundaria. Curiosamente, el primer plano del primer día fue con ella. Durante la filmación, hubo un momento en que dudé si lo estaba haciendo bien, sentía que había caos en los movimientos de Verónica. En cambio, veías la proyección de lo rodado, y ahí estaba su talento, su magia. Encajaba. Acabado el rodaje, ella tuvo que doblar su voz en una secuencia en posproducción, y ese día yo no pude ir. Lo lamento profundamente.
Joaquín Oristrell: Nuestros últimos encuentros, junto a mi esposa Carmen [la actriz Carmen Balagué], los hacíamos en el restaurante Las tortillas de Gabino, que a ella le encantaba. La última vez que la vi fue dos días antes del confinamiento. Estaba yo en el barrio de Salamanca, buscando unas localizaciones, cuando ella, desde su coche, me vio y me gritó: “Monis, monis, ¿cuándo nos vemos? Tenemos que cenar”. Ella me llamaba Monis porque su padre me llamaba Monistrol, decía que la palabra Oristrell, mi apellido, no le salía. Carmen la vio el pasado julio porque surgió un proyecto de hacer una obra de teatro juntas y llegó muy impresionada. Me dijo que Verónica necesitaba ayuda.
Pilar Castro: Intento encajar las piezas del puzle a ver si entiendo lo que ha pasado. En primavera estaba muy ilusionada con MasterChef, quería hacerlo por sentirse en activo.
Carmen Maura: En los últimos tiempos Verónica no era ella. Clarísimamente. Uf, todavía no me lo creo. Nos sentíamos muy similares como actrices.
Antonio Panizza: Siempre me lo he pasado bien con ella. Estuve con Verónica cuando participó en el desfile del diseñador Eduardo Navarrete [el lunes 29 de noviembre]. Ese día comimos en la calle Augusto Figueroa, y me acuerdo de que nos cruzamos con Santiago Segura, y nos reímos. La jornada fue pura anécdota. Estuve con ella hasta el viernes 3, que me volví a Granada a cosas de médicos. En fin... Eso de que estaba sola es mentira. Estaba tratada, cuidada y con gente alrededor.
Beatriz de la Gándara: Verónica era una gran escuchadora. Tengo muchos momentos íntimos con ella porque nos contábamos muchas cosas. Nunca ocultó sus depresiones ni sus problemas, lo contaba todo abiertamente. Todos en la vida hemos tenido altibajos y problemas, aunque ella era muy sanadora. Nunca me habló de suicidio. Tras su salida de las grabaciones de MasterChef [primavera de 2021] nos fuimos a comer y me contó que se había ido porque se había infectado de covid. “Bendita covid que me ha permitido irme del programa”, me dijo. Esto es algo que no se ha querido explicar. Su salida no fue ni por depresión ni por tristeza, eso me comentó. Verónica aseguró que se lo había pasado muy bien en el programa, pero que, a veces, se ponía muy nerviosa y que no se reconocía en algunas de las reacciones que había tenido. Tras el verano, la volví a encontrar tristona. Era su tercera depresión, de la que estaba tratada y medicada. Me dolieron mucho las cosas que se dijeron de ella por MasterChef. Verónica entró voluntariamente y no porque tuviera problemas económicos, sino porque quería estar ocupada en algo. Yo creo que no era el momento y en el programa la utilizaron para crear conflicto. La dejaron en pelotas frente a los tiburones de Twitter. El miércoles 8 de diciembre le mandé un whatsapp para quedar. Vino el viernes 10 a mi casa a merendar. La trajo su hija María, que la cuidaba mucho. Pasamos una tarde deliciosa. La depresión que padecía fue una de las muchas cosas sobre las que hablamos. Hubo momentos de risa. Estaba preocupada por su delgadez y me preguntó cómo la encontraba. Yo le dije que bien. Tomamos un té con panettone, en homenaje a su lado italiano. Ella no comió mucho, pero estuvo muy tranquila y relajada. Quedamos para vernos esta semana y pasear bajo el sol, tal y como le había recomendado el médico. Sobre las ocho y media, la vino a recoger su hija. Mi último recuerdo es su imagen con la puerta abierta del ascensor diciéndome adiós. Me cuesta mucho entender lo que ha pasado. Verónica era una persona muy sensible, demasiado buena, sencilla y honesta. Era una mujer muy espiritual y nada sectaria.
Joaquín Oristrell: El lunes, cuando nos enteramos de su muerte, quedé con Manuel Gómez Pereira y Yolanda García Ramos. Teníamos necesidad de vernos y hablar de Verónica.