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La batalla de los premios de teatro

La Academia de las Artes Escénicas prepara unos galardones similares a los Max, organizados por la SGAE, que se entregan esta noche en Valladolid

Raquel Vidales
Fotografía de familia de los ganadores de los Premios Max en 2012.
Fotografía de familia de los ganadores de los Premios Max en 2012.efe

Este lunes por la noche se celebrará en el Teatro Calderón de Valladolid la ceremonia de entrega de la 22ª edición de los Premios Max de las Artes Escénicas. Lehman Trilogy, dirigido por Sergio Peris-Mencheta; Temps Salvatge, del Teatro Nacional de Catalunya, y La ternura, de Alfredo Sanzol, compiten por el galardón al mejor espectáculo del año. Concha Velasco recibirá el Premio de Honor y la gala, dirigida por Ana Zamora, será conducida por el actor Fernando Cayo y contará con las actuaciones de artistas tan variados como Sílvia Pérez Cruz, Amancio Prada, Eliseo Parra o el Nuevo Mester de Juglaría.

Creados en 1998 por la SGAE, los Max son los galardones más importantes de las artes escénicas en España, los goyas del teatro y la danza, aunque su repercusión más allá del mundillo profesional es infinitamente menor: es evidente que el teatro no suscita el mismo interés que el cine en la sociedad actual. El ministro del ramo no siempre asiste a la ceremonia (Guirao no estará este año y Wert era alérgico) y, año tras año, los organizadores pelean para conseguir una retransmisión en prime time en La 1 de TVE, pero los bajos índices de audiencia acaban relegándolos siempre a La 2, e incluso a veces ni siquiera en directo: el año pasado se emitieron en diferido, cuando la gala ya había terminado.

Los profesionales festejan los Max, por supuesto, pero no parecen identificarse del todo con unos premios que organiza una entidad con graves problemas de prestigio y corrupción. En lugar de eso, hace años ya que el sector discute la necesidad de que la profesión organice sus propios galardones. Esa fue una de las razones que impulsaron la fundación en 2014 de la Academia de las Artes Escénicas de España, que ya desde sus inicios emprendió conversaciones con la SGAE para un posible traspaso de la marca Max.

Las negociaciones comenzaron en 2015 y enseguida fructificaron en una colaboración en la edición de 2016 que consistía en que los miembros de la Academia participarían como jurados en la selección de los finalistas y la fase final de ganadores. La fórmula no funcionó bien porque por entonces la entidad recién creada tenía todavía muy pocos socios (unos 300) y votaron pocos, así que la SGAE decidió no repetir el experimento al año siguiente.

En los primeros meses de 2018, la Academia y la SGAE trabajaron conjuntamente en la redacción de un posible convenio por el cual la entidad de gestión traspasaría paulatinamente los Max con un periodo transitorio de cinco años: tres años para transferir la organización y dos años más para los asuntos económicos. El pacto no llegó a ser refrendado porque la SGAE celebró elecciones en otoño y cambió la composición de su Junta Directiva. A finales del año pasado hubo otro intento de acercamiento, con una nueva oferta de la Academia, que pedía la cesión total en un plazo de tres años, condición que la SGAE rechazó. “Durante 22 años esta entidad se ha volcado en la promoción de estos premios, con mucho esfuerzo y mucha generosidad hacia el mundo del teatro, habría aceptado una organización a medias entre las dos instituciones, pero no una renuncia total. Sería como renunciar a un hijo”, explica a este diario Ana Graciani, presidenta de la Fundación SGAE.

Según Jesús Cimarro, presidente de la Academia de las Artes Escénicas, “se están cerrando ya los primeros acuerdos con patrocinadores para poder organizar una edición de los nuevos premios en 2020 o 2021 como muy tarde”. El plan es celebrar las galas de entrega en otoño (los Max siempre son en primavera) y hacerlas más atractivas, “más televisivas”, para conseguir una mayor repercusión.

Otro asunto que se estudia y que siempre es motivo de polémica es el sistema de votación. Desde que se crearon los Max se han ensayado varias fórmulas, pero ninguna acaba de complacer al sector. De 1998 a 2005 todos los socios de la SGAE (unas 12.000 personas) podían votar por correo postal. De 2006 a 2013, el censo se redujo a los profesionales del sector (unos 5.000) y se pasó a un sistema de votación virtual. Ambos procedimientos fueron criticados porque se decía en la profesión que ganaba quien más amigos tuviera, así que la SGAE decidió probar un sistema de tres jurados formados por profesionales invitados con representantes de todo el territorio nacional: uno para la fase de selección de candidatos, otro para la elección de los finalistas y otro para los ganadores finales. Este es el que se mantiene desde entonces, con la excepción de la edición de 2016 por la participación de la Academia.

“El sistema de los tres jurados es el que nos parece más justo porque tiene en cuenta no solo las producciones de las grandes capitales sino también a las pequeños montajes que muchas veces pasan inadvertidos para el gran público. No obstante, siempre estamos abiertos a mejorarlo”, asegura Graciani. En cambio, muchas voces de la profesión critican la descentralización territorial del jurado porque muchas veces perjudica los espectáculos de más éxito y reconocimiento de crítica. “El 50% del teatro español se produce en Madrid. No es normal que eso no se refleje en la misma proporción en las candidaturas”, sugiere Cimarro.

La Academia está analizando fórmulas de otros países para ver cuál podría adaptarse al mejor al ecosistema teatral español, como los Tony de Broadway, los Laurence Olivier de Londres y los Molière franceses, que suelen combinar varias rondas de votaciones con jurados variados. La Academia quiere subsanar también el problema que supone en los Max el hecho de que solo puedan ser candidatos los espectáculos registrados en la entidad, lo que básicamente deja fuera todos los grandes musicales, que pagan sus derechos de autor directamente a sus creadores.

Una gala muy castellana

La gala de la 22ª edición de los Premios Max, que será retransmitida en directo por La 2 de TVE a partir de las 20.00, tendrá un claro sabor castellano. Empezando por el Max de Honor a la vallisoletana Concha Velasco, que de este modo recibirá el homenaje en su tierra. El maestro de ceremonias será otro vallisoletano, Fernando Cayo. Y la reconocida directora teatral Ana Zamora, segoviana, convertirá el escenario del Teatro Calderón de Valladolid en un brillante trigal mesetario.

Bajo el lema La fiesta de la libertad, la ceremonia combinará la cultura tradicional castellana, desde los dulzaineros hasta los cabezudos, con actuaciones de artistas contemporáneos y música actual. Intervendrán Sílvia Pérez Cruz, el grupo burgalés LA M.O.D.A., Amancio Prada, Eliseo Parra, Julia de Castro, Nuevo Mester de Juglaría y Let the Children Play Big Band.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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