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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hipocresía convencida de sus derechos

En la derecha española y sus abusos, puede que la política informativa y cultural españolas sean algunos de sus responsables mayores

Mercè Ibarz
Instalación contra la violencia de género, en Tàrrega.
Instalación contra la violencia de género, en Tàrrega.Javier Martín

Con la extrema derecha surgida de la derecha española, que bien podemos llamar derecha y basta, sucede lo que la serie Creedme (Unbelievable en su título original, o sea, Increíble) pone sobre la mesa respecto de la policía: se apropia de lo que ha costado tanta muerte y todas las lágrimas que Teresa de Ávila advirtió que serían a menudo el precio de las plegarias atendidas, los logros democráticos en este caso: les da la vuelta, ocupa titulares sin que nada ni nadie le pare los pies y gana un montón de dinero. Consigue así la coartada y el espacio público que persigue valiéndose de la paradoja que sostiene a los medios democráticos, su eslabón tal vez más débil, aquello de “que una mentira no te estropee un buen titular”. En la serie, es un manual escrito por policías sobre violadores y sus métodos, inspirado en un título real, de 2004, publicado por Academic Press, que, por supuesto, el violador múltiple tiene en casa bien leído. En la derecha española y sus abusos, puede que la política informativa y cultural españolas sean algunos de sus responsables mayores.

Tomo el título del artículo del poeta René Char (1907-1988) porque a menudo explica y me guía en tantos laberintos. Está en sus prosas escritas durante la guerra contra los nazis, a pie de clandestinidad de maqui, libro que publicaría en 1947 dedicado a Albert Camus, Las hojas de hipnos (1943- 1944) (Visor, 1973; traducción de Edison Simons). Y dice: “Esta guerra se prolongará más allá de los armisticios platónicos. La implantación de los conceptos políticos proseguirá contradictoriamente entre convulsiones y bajo la cobertura de una hipocresía convencida de sus derechos”. Más contundente si cabe en su visión, el poeta sigue así: “No sonriáis. Ahuyentad el escepticismo y la resignación, y preparad vuestra alma mortal para afrontar intramuros unos demonios glaciales análogos a los genios microbianos”.

Escribir es leerlo todo: la calle, los medios, las series, los libros, la vida diaria, dentro y fuera de uno

“Perdonen que no me levante”, que decía Groucho y podrían decir tantísimas mujeres si estuvieran vivas. Hace días que me riño porque lo mejor para escribir sobre el presente es el sarcasmo y el humor, poner en solfa así la hipocresía convencida de sus derechos. Pero, bueno, a veces puedo y a veces, no. Perdonen, pues, que no me levante. Ni que no les levante el ánimo.

Me da por usar el plural porque en esto estamos metidos tanto quienes escribimos en los medios como quienes los leen, ustedes, vosotros, nosotros. Por no decir que escribir es leer, leerlo todo: la calle, los medios, las series, los libros, la vida diaria, dentro y fuera de uno, el campo y la ciudad. Para quien lo quiera atender en la industria periodística, esto: estamos necesitados de lo que el escritor, periodista y guionista Gabriele Romagnoli hace cada día en la web de La Repubblica, su sección La prima cosa bella, la primera cosa buena del día. Me levanta el ánimo cada día a las ocho menos cuarto, puntual. Y si lo oyes en podcast, imagino que mejor, servidora es más de papel…

“A cada día le basta su propio mal”, concluye en Creedme la inspectora Duvall (dulce y firme Merritt Wever) cuando hacia el final de la exitosa investigación que ha llevado a cabo con la inspectora Rasmussen (enorme Toni Collette) sobre el violador en serie que ya tienen en la celda algo le dice que debe continuar, que no puede irse a casa todavía. Es una cita del evangelio de Mateo que tal vez haya inspirado también a Romagnoli para darnos cada mañana un breve buenos días con una celebración diaria. Puesto que el mal del día está asegurado, probablemente más que en tiempos de Mateo, Romagnoli opta por no jugar el juego de la hipocresía convencida de sus derechos que día sí y día también —qué les vas a explicar a los italianos— da titulares a sus “demonios glaciales”. O sea, qué les contaré para terminar una mala y buena noticia.

Sucedió en la BBC el viernes, en uno de sus informativos mayores, Question time, que aquella noche tenía al primer ministro en antena. Uno de los participantes desde el público le inquirió hasta qué punto es importante “decir siempre la verdad”. La pregunta motivó la carcajada y el aplauso general del público asistente. Pero esta reacción fue cortada y no emitida en el telediario del día siguiente. Se armó gorda en las redes y los medios, por este orden, y la cadena pública tuvo que redactar un comunicado asumiendo el “error” que atribuye a necesidades técnicas. Puede, claro. Pero nadie lo cree: en esta campaña electoral continua allí, por no señalar más, la televisión de Estado es más y más acusada de hipocresía convencida de sus derechos.

Mercè Ibarz es escritora y crítica cultural.

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