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AÑO NUEVO
Columna
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El tiempo de un año nuevo

Meditemos sobre el sentido de estos días de celebración y de nuevos comienzos

Una artista circense en un centro comercial de Atenas (Grecia), este 30 de diciembre.
Una artista circense en un centro comercial de Atenas (Grecia), este 30 de diciembre.LOUISA GOULIAMAKI (REUTERS)

¿Qué trae consigo la idea del cambio de año? ¿Cuál es nuestra idea del tiempo? ¿A qué rendimos tributo en esta época? Propongo que meditemos sobre el sentido de estos días de celebración y de nuevos comienzos.

Estamos por comenzar un nuevo año de acuerdo con el calendario gregoriano que, más allá de rodear una fecha relevante en los ciclos de la naturaleza, como es el solsticio de invierno -la noche más larga del año-, no tiene mayor significado histórico o espiritual. La celebración del año nuevo es una maravillosa creación cultural que nos condiciona a construir balances, cerrar ciclos y dar paso a nuevos propósitos.

Esta festividad a la que le damos tanta importancia porque nos permite abrirnos a la gratitud y también nos llena de esperanza, definitivamente tiene magia: se trata de creer en el poder sobrenatural de un cambio de fecha.

Todos nos alistamos con rituales que convocan el poder del futuro. Un mañana que queremos que nos nutra en el cambio, en el cultivo de nuevos hábitos, esos que no pudimos adquirir el año anterior y que, además, pongan fin a las malas vivencias.

Seguramente ese año nuevo no podrá con tantas expectativas, pero es una oportunidad para renovar el espíritu de la cultura que nos reúne, como seres sociales que somos, alrededor de la celebración y la fiesta; que nos invita a danzar con la vida y nos recuerda que somos cíclicos como la naturaleza, que los ritmos son esenciales, que hay tiempo para el trabajo y también para el ocio; que hay tiempo para agradecer y también para proyectar y soñar.

Estos días nos recuerdan, además, que es vital honrar al gran maestro que es el tiempo. Los griegos hablaban de tres dioses para representarlo: Cronos, como el tiempo lineal, lo cronológico, el calendario, el horario; Kairós, que es el que crea la oportunidad, es inestable, lo conocemos como el tiempo perfecto, que aparece y luego se va, el momento propicio; y Aión que es el tiempo circular, el de los ciclos, el del aprendizaje, el del eterno retorno. Así que conjuremos a estos dioses, que son también tres ideas sobre el valor de la vida, que transcurre y es impermanente, pero que también se nos da llena de oportunidades y aprendizajes.

Ofrezcamos tributos para el año nuevo, que se conviertan en deseos del corazón. En mi caso, convoco para todos “la vida buena” que no es otra cosa que la vivida con cuidado y cultivada en el humanismo; “el mundo” con el que podemos conectar en armonía; “el amor” que es el sentimiento que nos permite abrazar al otro y lo otro. Que estemos en el lugar que queremos y en el que merecemos estar, con fluidez y brillo; y que vibremos de manera auténtica con nuestro propósito.

Que el tiempo de un año nuevo nos encuentre con espíritu alegre, y que la valentía y la dulzura que nos habitan encuentren refugio en un año lleno de vitalidad y compasión con nosotros mismos; para que la guerra y la estupidez que también vivimos no le ganen a la prudencia y a la sensatez que construyen tiempos de civilidad y humanidad.

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