TikTok es una plataforma llena de expertos amateurs entre los que también se encuentran quienes dan consejos sobre cómo postular a alguna beca o ayuda para salir del país. En esta red social abundan los testimonios de peruanos –sobre todo jóvenes– que te cuentan cómo les está yendo en el exterior y cómo puede hacer alguien interesado en emularlos para lograr su objetivo. De hecho, este tipo de testimoniales se ha incrementado en un 20% en el 2023, de acuerdo con reportes del Pew Research Center.
Y es que, la paralización de la economía causada por el encierro obligado ante la pandemia del COVID-19 depredó las condiciones económicas adecuadas para que las personas con mejor formación puedan tener un retorno adecuado de su inversión en tiempo y dedicación académica. Pero, además, junto con esas debilidades macroeconómicas, el incremento de la inseguridad y la también consuetudinaria incertidumbre política han disparado la fuga de cerebros de modo alarmante –solamente en el 2021 salieron del país 100.000 peruanos y hacia junio del 2023 esa cifra ya se había cuadruplicado, según el INEI–.
El ‘brain drain’ es un fenómeno que en el caso del Perú ha estado vinculado no solo a razones políticas y sociales, sino también a las expectativas frente al futuro. Y es que el “milagro peruano”, que alguna vez fue el crecimiento económico sostenido del que gozamos a pesar de la inestabilidad política, ahora parece ser un recuerdo lejano, con la economía mostrando signos de recesión.
La emigración masiva de jóvenes talentosos plantea desafíos a mediano plazo para el país, ya que necesita urgentemente una nueva generación de líderes ambiciosos en lo público y lo privado que les devuelva la ilusión por el futuro a los peruanos de entre 19 y 39 años. Y tal vez esa inyección de ilusión se pueda insuflar con el diseño de incentivos que faciliten el retorno de quienes se van o, mejor aún, con el diseño de condiciones adecuadas para desarrollar nuevos negocios modernos vinculados con la innovación.
Al respecto, tal y como han descubierto estudios del Banco Mundial, el uso de la tecnología permite el desarrollo de nuevas oportunidades laborales que capitalizan de mejor manera a la gente más talentosa, sin tener que emigrar. O animándolas a capitalizar todo lo que aprendieron fuera.
Aparece así la llamada “economía gig” –que permite generar ingresos fuera de la idea del trabajo tradicional–, en la que una persona se encarga de realizar una tarea específica y cobra este servicio de forma independiente, a través del uso del teletrabajo y de las plataformas de mediación.
Claramente, en el Perú podríamos impulsar este tipo de nuevas modalidades que eventualmente coinciden con altos niveles de flexibilidad laboral, que en los últimos tiempos hemos perdido, dada la mala prensa que tienen y los sesgos ideológicos que las persiguen.
Lo cierto es que la fuga de cerebros puede tornarse en una circulación de cerebros –de aquí y de allá– de modo que toda esa gente joven –y no tan joven– que está fuera del país pueda aprovechar localmente su conocimiento y experiencia, mediante nuevos formatos de trabajo que podríamos impulsar tenazmente.
Lástima que este tipo de propuestas no sea de interés de quienes hoy están en la clase política, y que se nos condene a la inercia del cortísimo plazo. Salvo, claro está, que los nuevos liderazgos sociales y políticos que he mencionado líneas arriba empiecen a plantear este tipo de medidas, en ágoras nuevas y antiguas.
Elevar el diálogo sobre el futuro, ver otras realidades más modernas en las que la tecnología es crítica, es parte de lo que tenemos que reclamar a quienes nos quieran representar en el mediano plazo. Y eso es algo que no debería tener ninguna etiqueta ideológica, dado que es puro sentido racional.