MANDATARIOS HONDURE�OS

CARLOS ROBERTO REINA IDIAQUEZ

Siendo un joven militante del Partido Liberal de Honduras (PLH), en 1944 sufri� un per�odo carcelario de varios meses por participar en una manifestaci�n contra el dictador Tiburcio Car�as Andino, del Partido Nacional de Honduras (PNH) y llegado al poder en las elecciones de 1932. Tras ser puesto en libertad en febrero de 1945, estuvo exiliado en El Salvador, hasta su retorno a Honduras en diciembre de 1947.

Recibi� una variada formaci�n en la Universidad Nacional Aut�noma de Honduras (UNAH), por la que se licenci� en Ciencias Jur�dicas y Sociales en 1954, y en las universidades de Cambridge, Londres y Par�s-Sorbona, as� como en el London Institute of International Affairs, donde realiz� un posgrado. Buen conocedor del idioma ingl�s, obtuvo asimismo un diploma en franc�s por el Instituto Pantheon de la Escuela Berlitz, en Par�s.

En 1965 adquiri� el t�tulo de abogado y notario. En su carrera profesional desempe�� funciones tales como juez en el tribunal de paz de Tegucigalpa (1953-1954), encargado de negocios en la embajada hondure�a en Londres (1956-1957), subsecretario de Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores (1958-1959), miembro de la delegaci�n hondure�a en el Tribunal Internacional de La Haya -donde defendi� a su pa�s en el litigio territorial con Nicaragua- (1959) y embajador de Honduras en Francia (1960-1963). Las misiones gubernamentales y diplom�ticas citadas discurrieron bajo la presidencia de su jefe de filas partidista, Jos� Ram�n Villeda Morales.

En el Tribunal Interamericano de Derechos Humanos (TIADH), Reina ejerci� de juez (1979-1985) y presidente de la Corte (1981-1983), y de 1980 a 1988 estuvo destacado de nuevo ante el Tribunal de La Haya, ahora a prop�sito del contencioso fronterizo con El Salvador. En a�adidura, en todos estos a�os represent� a su pa�s en varias conferencias de agencias de la ONU y en otros encuentros sectoriales de los pa�ses del hemisferio. Como universitario, imparti� clases y conferencias sobre temas jur�dicos en la UNAH y varios centros acad�micos del extranjero.

Su oposici�n al r�gimen del general Oswaldo L�pez Arellano, que en octubre de 1963 derroc� el Gobierno leg�timo de Villeda y se adue�� del poder, le acarre� per�odos de prisi�n, nada m�s producirse el golpe de Estado, en octubre de 1963, y m�s tarde, en 1968, cuando L�pez Arellano presid�a el pa�s con soporte constitucional y pol�tico del PNH.

El 12 de febrero de 1965 Reina sali� elegido diputado por el departamento de Francisco Moraz�n en las elecciones al Congreso Nacional con mandato de Asamblea Nacional Constituyente, convocadas por el dictador para legitimarse en el poder. En 1966 presidi� la Asociaci�n Liberal de Profesionales y hasta 1968 dirigi� el �rgano de prensa del PLH, El Pueblo.

Fue presidente del Consejo Central Ejecutivo (CCE) del PLH entre 1965 y 1970, y desde 1971, a�o en que coordin� la campa�a electoral del candidato liberal a la Presidencia, Jorge Bueso Arias, quien fue batido por el hombre de confianza de L�pez Arellano, Ram�n Ernesto Cruz Ucl�s, hasta 1977 sirvi� como diputado del Congreso. Por un tiempo ejerci� de vicepresidente del Legislativo y hasta 1973 desempe�� igual funci�n al frente del Parlamento Latinoamericano.

Tras la restauraci�n de la democracia en enero de 1982 al cabo de 19 a�os de dominio pol�tico-militar del PNH y las Fuerzas Armadas, Reina y su hermano Jorge Arturo crearon dentro del PLH la facci�n Alianza Liberal del Pueblo (Alipo), heredera de la anterior Izquierda Democr�tica, con el objeto de contestar la pol�tica exterior del presidente de la Rep�blica y correligionario Roberto Suazo C�rdova, que juzgaban excesivamente complaciente con Estados Unidos y la guerrilla contrasandinista nicarag�ense, la cual hallaba en el territorio hondure�o plenas facilidades operativas para lanzar incursiones contra el pa�s vecino, lo que alimentaba la permanente tensi�n preb�lica entre Honduras y Nicaragua.

Prosiguiendo la tradici�n del faccionalismo y la heterogeneidad ideol�gica en el PLH, los hermanos reina entraron en conflicto con la corriente organizada del oficialismo, el Movimiento Liberal Rodista (MLR), al que pertenec�a Suazo y que tomaba su nombre del que fuera candidato en las nunca celebradas elecciones presidenciales de 1963 (trucadas por el golpe de L�pez Arellano), Modesto Rodas Alvarado, fallecido en 1979.

Sin embargo, al poco tiempo estall� el conflicto en el seno de la Alipo en el contexto de una intensa porf�a de las personalidades fuertes del liberalismo. Los Reina optaron por segregarse y formar el Movimiento Liberal Democr�tico Revolucionario (M-L�der), que adopt� una l�nea m�s progresista, incluso socialdem�crata, con toques populistas y abiertamente antimilitarista, mientras que la sigla del Alipo la sigui� animando el empresario Jaime Rosenthal Oliva. Los comentaristas consideraron al M-L�der la corriente m�s izquierdista del PLH, con contactos con la Internacional Socialista. Por lo que se refiere al MLR, las trifulcas intestinas no le afectaron en menor grado y esta facci�n se parti� en tres.

Carlos Roberto lanz� su precandidatura para las elecciones presidenciales del 24 de noviembre de 1985 y, merced a un proceso de primarias inconcluso, ya que el PLH fue incapaz de consensuar un candidato unitario, pudo concurrir directamente en la elecci�n nacional, teniendo como rivales a tres conmilitones liberales y a tres nacionalistas. El procedimiento electoral entonces vigente establec�a que cada partido pod�a presentar varios candidatos, s�lo que en el escrutinio se hac�a suma de todos los votos sumados por cada partido, de manera que la Presidencia se la llevaba el candidato m�s votado de la sigla m�s votada.

De esta manera, Reina fue rotundamente batido por Jos� Azcona del Hoyo, cabeza de una de las facciones salidas del MLR y defensor de la cooperaci�n con Estados Unidos en materia de seguridad, y, con un magro 5,5% de los votos, fue superado tambi�n por el hombre del oficialismo que contaba con el aval de Suazo, �scar Mej�a Arellano, y por el presidente del Congreso saliente, Jos� Efra�n Bu Gir�n.

Siete a�os despu�s Reina volvi� a presentar su precandidatura presidencial al frente de su nueva facci�n, el Movimiento Liberal Reinista. Lleg� a las primarias del 6 de diciembre de 1992 con un alto grado de apoyos internos, en la cima de su prestigio por toda una vida dedicada a defender la democracia y los derechos de los hondure�os, y convertido en presidente del CCE, el supremo �rgano dirigente del partido que te�ricamente reg�a sobre facciones y camarillas, de suerte que no caus� sorpresa su victoria, con el 47% de los votos, frente a su rival m�s directo, Jaime Rosenthal, que recibi� el 26%.

En su campa�a presidencial, Reina emple� un vigoroso discurso antimilitarista, de lucha contra la corrupci�n y partidario de esclarecer las violaciones de los Derechos Humanos cometidas en la d�cada anterior. A estas propuestas, resumidas en el lema "la revoluci�n moral", se a�adi� la promesa de revisar las pol�ticas de ajuste practicadas por el Gobierno nacionalista de Rafael Leonardo Callejas Romero, con efectos discretos sobre la macroeconom�a y desastrosos en el terreno social. 6

Con estas divisas, Reina se impuso con el 52,3% de los votos al postulante oficialista, Jos� Oswaldo Ramos Soto, antiguo presidente de la Corte Suprema, mientras que en las legislativas el PLH se hizo con 71 de los 148 esca�os del Congreso. El 27 de enero de 1994 El Gallo Colorado, como le conoc�an sus seguidores, o El Hombre del Machete, apelativo que se gan� a pulso por sus advertencias de que iba a "cortarles las u�as largas a los corruptos" con este instrumento propio del campesino hondure�o, tomo posesi�n como cuarto presidente constitucional de Honduras desde 1982 y con un mandato cuatrienal, dispuesto, seg�n sus palabras, a "derrotar la corrupci�n y cambiarle a la patria su rostro avergonzado�.

Llevando la pr�dica a los hechos, Reina emprendi� acciones definitivas para subordinar al poder civil los �ltimos mecanismos con los que las Fuerzas Armadas hab�an tutelado a los sucesivos gobiernos constitucionales. Pasos decisivos para la desmilitarizaci�n del Estado, que era como decir el fortalecimiento de la democracia y la sociedad civil, fueron la creaci�n de una Polic�a Civil y la abolici�n del servicio militar obligatorio (6 de abril de 1995), considerado por Reina innecesario tras la desaparici�n de las tensiones regionales con la consolidaci�n de los procesos de paz en El Salvador, Nicaragua y Guatemala. En febrero de 1995 el Gobierno anunci� que el objetivo no era otro que la total profesionalizaci�n del Ej�rcito, al que se llegar�a de forma paulatina.

La Presidencia puso en marcha la Comisi�n Interventora y Fiscalizadora del Estado para investigar los actos de corrupci�n, pero las bienintencionadas y sinceras iniciativas de Reina para moralizar las instituciones y la vida p�blica hondure�as se saldaron con resultados bastante dudosos.

As�, las investigaciones judiciales sobre el entorno del ex presidente Callejas por presuntos delitos de corrupci�n y abuso de autoridad fracasaron, mientras que menudeaban los esc�ndalos de corrupci�n administrativa que golpeaban de lleno al Ejecutivo liberal. Los casos m�s sonados fueron la venta il�cita de pasaportes para ciudadanos asi�ticos, que supuso la ruina pol�tica y personal del ministro de Exteriores Ernesto Paz Aguilar, apartado del cargo en 1995, el desv�o de recursos de la Corporaci�n Hondure�a de Desarrollo Forestal (Cohdefor) hacia el Banco Continental, o el desbarajuste contable del comit� organizador de los Juegos Centroamericanos en San Pedro Sula. Mayor fortuna tuvo el Ministerio P�blico en la promoci�n de juicios contra altos mandos militares involucrados en violaciones de los Derechos Humanos perpetrados en la d�cada de los ochenta.

Simult�neamente, los desmanes, crecientemente osados, de las florecientes bandas del crimen organizado colocaron la inseguridad interna a la cabeza de las preocupaciones de los hondure�os. Este �ltimo problema adquiri� tanta gravedad que dio p�bulo a un fen�meno no menos inquietante, la llamada "justicia popular", aplicada sumariamente por civiles constituidos en partidas de vigilantes all� donde las fuerzas de seguridad del Estado se mostraban incapaces de combatir los delitos.

Signos de los tiempos en que el reciclaje de la instituci�n castrense afianzaba la democracia hondure�a mientras los desaf�os al Estado pasaron a representarlos las redes delictivas invariablemente relacionadas con el narcotr�fico, en abril de 1994 explot� una bomba en el mismo lugar donde Reina presid�a los actos de colocaci�n de la primera piedra del hotel Intercontinental de San Pedro Sula. A ra�z del incidente, las Fuerzas Armadas anunciaron haber frustrado un plan para asesinar al presidente, en el que estaban implicados un ciudadano hondure�o y tres nicarag�enses. Dos a�os despu�s, un desconocido arroj� otro artefacto explosivo contra su residencia particular en Tegucigalpa, atentado que no caus� da�os personales pero que dej� un boquete en la vivienda.

Por lo que respecta a la econom�a, el balance, mixto, fue objeto de diversas interpretaciones. Reina apost� por unas pol�ticas de austeridad financiera y de reajuste de la plantilla de funcionarios, conforme a los preceptos liberales, si bien complementadas con programas sociales para aliviar el impacto de las lentas transformaciones estructurales y para los que obtuvo aceptaci�n del FMI a fuer de unas provechosas negociaciones. En general, el di�logo con los organismos de cr�dito internacionales, p�blicos y privados, para la condonaci�n o la reestructuraci�n de las diversas partidas de deuda produjo resultados. Transcurridos los cuatro a�os, la deuda externa experiment� un t�mido recorte, de un centenar largo de millones de d�lares, qued�ndose el monto total en los 3.800 millones. A cambio, eso s�, al Estado se le duplicaron las cargas de la deuda p�blica interna.

En el cuatrienio reinista la media de crecimiento del PIB fue del 2,5% por culpa de la recesi�n del 1,9% de 1994, ya que 1995 y 1997 registraron una tasa positiva del 4,5%. La inflaci�n se mantuvo los tres primeros a�os por encima del 25%, y s�lo en el �ltimo descendi� hasta el 12,7%, comportamiento que fue parejo a las recuperaciones de la cotizaci�n del lempira con respecto al d�lar y del nivel de las reservas de divisas. Las subidas impositivas y el encarecimiento de la cesta de la compra crearon descontento social, y el irregular crecimiento de la econom�a no fue notado en absoluto por una amplia mayor�a de la poblaci�n afectada por estrecheces y penurias de toda �ndole. La crisis energ�tica que al comienzo del mandato gener� interminables apagones el�ctricos, trajo perjuicios a�adidos a la econom�a nacional.

Adem�s de asistir a las cumbres anuales iberoamericanas y a otras multilaterales del hemisferio, en el hacer exterior de Reina se destac� la organizaci�n de la XVII Cumbre de presidentes centroamericanos, en San Pedro Sula del 13 al 15 de diciembre de 1995, donde, entre otros instrumentos jur�dicos, fue firmado el Tratado de Seguridad Democr�tica en Centroam�rica, por el que los seis pa�ses se comprometieron a alcanzar un equilibrio de fuerzas militares a trav�s de un sistema de limitaci�n de armas y el intercambio de informes anuales sobre la presencia de consejeros extranjeros en los respectivos territorios nacionales. El tratado tambi�n establec�a la cooperaci�n en la lucha contra el narcotr�fico y el contrabando de armas, as� como en las campa�as de repatriaci�n de los refugiados y desplazados de la regi�n.

Reina concluy� su mandato el 27 de enero de 1998 con la toma de posesi�n del presidente salido de los comicios del 30 de noviembre de 1997, su compa�ero de partido Carlos Roberto Flores Facuss�. El 28 de octubre de 1998 Reina se convirti� en el octavo presidente del Parlamento Centroamericano (Parlac�n), funci�n que desempe�� hasta el 28 de octubre de 1999.

En el �ltimo tramo de la administraci�n de Flores, Reina, continuando su trayectoria de pol�tico pugnaz y maniobrero, fue el promotor, codo con codo con su hermano, de un intento liberal de descalificar constitucionalmente al precandidato nacionalista para las elecciones de noviembre de 2001, Ricardo Maduro Joest, con el argumento de que pose�a s�lo la nacionalidad paname�a, no la hondure�a. La iniciativa suscit� una agria pol�mica nacional hasta que en noviembre de 2000 una comisi�n especial de juristas consensuada por los principales partidos dictamin� que Maduro era efectivamente hondure�o por nacimiento; el aspirante del PNH se llev� entonces la nominaci�n de su partido y, a la postre, la Presidencia de la Rep�blica.

Aquejado en los �ltimos tiempos por un c�ncer de p�ncreas y convaleciente de una intervenci�n quir�rgica en Texas, Estados Unidos, que, en apariencia, le hab�a devuelto a casa el 7 de agosto con un aspecto f�sico sumamente mejorado, el 19 de agosto de 2003 salt� la noticia luctuosa de la muerte de Reina, a los 77 a�os de edad, en su domicilio sito en la colonia Loma Linda Norte de Tegucigalpa. En una primera versi�n del deceso, que fue recibido con muestras de consternaci�n por la opini�n p�blica hondure�a y, en especial, por la compungida militancia liberal, los medios informaron simplemente que el estadista hab�a muerto por una complicaci�n de la enfermedad que le afectaba al p�ncreas y la gl�ndula biliar.

Sin embargo, al cabo de unas horas trascendi� que Reina, en realidad, se hab�a suicidado. Seg�n el nuevo cuadro del tr�gico suceso descrito por los medios, el ex presidente fue hallado en su dormitorio por su esposa, la estadounidense de nacimiento y madre de sus dos hijas, Bessy Watson, y su m�dico de cabecera, que se hallaban en la vivienda en ese momento, vestido con ropa de cama y con un balazo detr�s de la oreja derecha: su mano derecha ten�a aferrada una pistola del calibre nueve mil�metros, al parecer sustra�da a un guardia de seguridad. No se facilitaron noticias sobre ninguna nota de despedida o explicaci�n personal de las razones que impulsaron al pol�tico a quitarse la vida, aunque nada sugiere que el suicidio no guardara relaci�n con su dolencia glandular, causa de padecimientos y de una gravedad inciertos.

El cad�ver de Reina fue sometido a autopsia, que certific� la causa de la muerte, en la capilla de la Fuerza A�rea Hondure�a. Ese mismo d�a tuvieron lugar el velatorio y las honras de Estado del difunto en la Casa Presidencial en presencia de la familia y el presidente de la Rep�blica en ejercicio, Ricardo Maduro. En la jornada siguiente Reina recibi� un �ltimo homenaje en la sede partidaria del PLH en Tegucigalpa, donde pronunciaron eleg�as su hermano Jorge Arturo, el ex presidente Flores Facuss� y el candidato presidencial del PLH en 2001 y actual presidente del CCE, Rafael Pineda Ponce. A continuaci�n, sus restos fueron trasladados a la bas�lica capitalina de Suyapa, donde se celebr� una misa funeral antes de ser inhumados en el cementerio de los Jardines de Paz anexo a la iglesia.

Despu�s de dejar la Presidencia, Reina fue miembro de la Asociaci�n Hondure�a de Estudios Internacionales, la Academia Hondure�a de la Lengua y la Asociaci�n Interamericana de Profesores de Derecho Internacional Privado. Estuvo en posesi�n, entre otras distinciones, de la Gran Cruz Placa de Oro del Congreso Nacional de Honduras, la Gran Cruz de la Legi�n de Honor de Francia, la Orden del Sol de Per� y la Orden del Libertador de Argentina, y las universidades South Pacific de Nueva Orleans, Cat�lica de Fu Jen (China), Senshu de Tokyo y Americana de Washington, as� como el Centro de Estudios Diplom�ticos y Estrat�gicos de Par�s (CEDS), le otorgaron sendos doctorados honoris causa. Public� los libros, algunos de semblante autobiogr�fico, El reto democr�tico en Centroam�rica, Honduras: realidad nacional y crisis (como coautor), Entre el �gora y el Aula, Una senda hacia el nuevo siglo y Huellas de una lucha.



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