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El gesto que reivindica a una ciudad

En Barcelona, en la que la gente vive a las carreras, sin tiempo para nada y prevenido por la inseguridad, hace unas semanas un gesto entrañable de solidaridad se convirtió en noticia.

16 de junio de 2024
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  • El gesto que reivindica a una ciudad
  • El gesto que reivindica a una ciudad

Por lina maría múnera gutiérrez - [email protected]

La ciudad es un millón de cosas fue el nombre de un programa radial muy famoso en Barcelona creado por el periodista y locutor Luis Arribas Castro. Y es precisamente en esa urbe, en la que como en cualquier otra la gente vive a las carreras, sin tiempo para nada y prevenido por la inseguridad, donde hace unas semanas un gesto entrañable de solidaridad se convirtió en noticia.

En un rincón del periódico La Vanguardia, que equivale en esa ciudad a El Colombiano de Medellín, apareció publicada la siguiente carta enviada por una suscriptora:

Atar el cordón

Tengo 91 años y estoy en la calle. He ido a comprar, llevo dos bolsas y mi bolso. Atravieso la calzada. Una motorista me avisa de que llevo suelto el cordón del zapato. Yo le doy las gracias y hago un gesto de impotencia. Estoy fatigada. La motorista da la vuelta, baja de la moto y sin decir palabra se agacha y me ata el zapato. Sigo mi camino. Pienso qué distinto sería el mundo si todos fuéramos capaces de atar el cordón del zapato al que lo necesita. ¡Quisiera abrazarte! Nuria Cavestany Sagnier.

Su mensaje no pasó desapercibido, la llamaron de una emisora para que detallara la historia, la motociclista anónima la escuchó, escribió al periódico identificándose como Beatriz y unos días después visitó a Nuria en su apartamento y pudieron por fin fundirse en un abrazo.

Beatriz cuenta que cuando vio cruzar a Nuria la calle pensó en su propia madre, se hizo a un lado, y sin quitarse el casco ni apagar la moto, se arrodilló a sus pies y le amarró los cordones mientras renegaba sobre los peligros de andar con los zapatos desamarrados. Fue todo tan rápido, que Nuria se quedó en blanco durante unos segundos y apenas alcanzó a darle las gracias.

Así que ya reunidas se cuentan que Beatriz es directora ejecutiva de una multinacional y Nuria escribe cuentos para niños. En dos gestos que alegran el alma, el de perder unos segundos de su tiempo para ayudarle a alguien, y el de escribir una carta para una sección de periódico que tiene sabor a otros tiempos, estas dos mujeres convirtieron en noticia la bondad.

Para el encuentro Beatriz le llevó unos anturios, los favoritos de su mamá, y Nuria le entregó unas rosas con uno de sus cuentos infantiles que empieza así: “Los cuentos no se han hecho para dormir a los niños, sino para despertar a los adultos”.

Sí, definitivamente la ciudad es un millón de cosas, en general salvajes, agotadoras y extenuantes, pero siempre salpicada por gestos que reconfortan el alma. El encuentro entre estas dos desconocidas ha sido lo suficientemente refrescante como para congraciarnos por un rato con la dureza de la vida urbana y recordar por qué vale la pena salir del microcosmos e interactuar con el otro, ese del que hablaba Octavio Paz cuando escribió “Para que pueda ser, he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”.

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