Pico y Placa Medellín
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Una de las principales molestias y quejas que genera el turismo es el carácter depredador e invasivo que termina turbando y desplazando las identidades locales.
Por Daniel Carvalho - @davalho
Este año tuve el privilegio de visitar dos lugares de Colombia de enorme riqueza natural y cultural; dos regiones que dan cuenta de la exuberancia de la ecología y el folclore de nuestro país; entornos paradisiacos con una rica variedad de destinos, de experiencias y habitantes hospitalarios y orgullosos de sus territorios y tradiciones. Me refiero a los majestuosos departamentos de Guaviare y Amazonas.
En ambos sitios hallé un énfasis particular en el turismo comunitario, aspecto que me dejó encantado y convencido de la necesidad de fomentarlo y fortalecerlo, así como de la pertinencia de hacer de él una de las principales modalidades de turismo en Medellín.
El turismo comunitario es aquel basado en la participación de la comunidad, con gran respeto de la cultura, la identidad, la diversidad local y una búsqueda permanente de democratizar el acceso a las utilidades que deja la actividad turística. Un turismo liderado por los locales —bien sea a título individual o de pequeñas organizaciones—, que los comprende como los principales conocedores y cuidadores de su territorio y deben ser, por lo tanto, los primeros beneficiarios de la actividad.
Una de las principales molestias y quejas que genera el turismo es el carácter depredador e invasivo que termina turbando y desplazando las identidades locales y los hábitos de los residentes. Por otra parte, como turista, a menudo uno siente la molestia de estar explotando la belleza de un territorio sin estar aportando de alguna manera a su sostenibilidad y al desarrollo de la comunidad que lo recibe.
El turismo comunitario resuelve ambos conflictos. Además, se ajusta perfectamente a lo que muchos turistas buscan en nuestra ciudad: experiencias de vida, parches de calle, historias de barrio. La gracia de Medellín está en caminar las cuadras, disfrutar los parques, tomar cerveza o café en cualquier esquina, escuchar las historias y apreciar la creatividad, ejemplos de ingenio y verraquera.
Una oferta turística sana, montada alrededor de esa idea, podría ser liderada por comunidades organizadas con un real y adecuado acompañamiento por parte de la alcaldía y el apoyo de otras instituciones públicas o privadas. Ya tenemos referentes y experiencias propias y ajenas en el tema, es hora de hacer el énfasis y emprender acciones para promover su aplicación en Medellín.
El turismo comunitario fue inicialmente el secreto del éxito de la Comuna Trece como destino; pero su crecimiento descontrolado y la falta de reglas claras para proteger a los habitantes terminó provocando saturación, informalidad extrema y un control del negocio por parte de pocos actores, incluso muchos de ellos ajenos a la comuna. Conozco otras experiencias valiosas en barrios como Moravia, Castilla, Barrio Colombia, Prado, Manrique, La Sierra y el propio Centro de la ciudad. Hay talento, material y demanda.
Ahora que la ciudad decidió hacer de este sector uno de sus pilares económicos, planteo que es el momento de ponerle algunos “apellidos” a ese turismo; “apellidos” que den cuenta de nuestra visión y nuestra voluntad: comunitario, responsable y equitativo pueden ser algunos de ellos.