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Así han sufrido los comerciantes del Atanasio la sequía de fútbol

Por lo menos 500 personas dependen de ventas dentro y fuera del estadio y padecen la pronta eliminación de los equipos locales.

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04 de julio de 2024
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Hoy van 77 días con el estadio Atanasio Girardot prácticamente muerto. Así, día a día, es como cuentan los comerciantes que gravitan alrededor de este escenario deportivo el tiempo que llevan de sequía, porque al día es como ganan para sobrevivir.

La fecha en que no hay partido no hay ventas y, por consiguiente, tampoco les entra nada al bolsillo.


Diego Muñoz, un líder de los comerciantes “internos” del Atanasio, calcula que cerca de 500 personas dependen de que los hinchas colmen las graderías, por lo cual tragan saliva esperando que pase esta mala racha que no se veía hace dos décadas.



La última vez que tuvieron algo qué hacer este año fue el 27 de mayo, cuando Medellín jugó su último partido de la copa Sudamericana Conmebol.

Para esa fecha llevaban ya un mes largo mirando hacia el techo, desde el 18 de abril, cuando Nacional se enfrentó al Deportes Tolima en un partido de simple trámite porque el verde estaba en el puesto 12, es decir, eliminado para la fase octogonal; aunque ganó 3-1, la suerte estaba echada.

Así han sufrido los comerciantes del Atanasio la sequía de fútbol


Diez días después, el 28 de abril, jugando de visitante en Envigado, el DIM agotó la última posibilidad de que hubiera un equipo paisa en la siguiente fase y ahí se apagaron por completo las expectativas de los comerciantes del templo del balompié paisa.<br />
Las cuentas de Muñoz sobre los damnificados por el cierre son claras: “Son 23 cafeterías adentro y 23 móviles (más pequeñas), que tienen en promedio 8 trabajadores unas y 5 las otras, y los independientes —conocidos como ‘maneros’ porque van por las tribunas ofreciendo en la mano productos como obleas, maní o mango biche— son 30”.

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A estos se suman de 164 a 184 que laboran en los módulos externos e, incluso, los almacenes y establecimientos cercanos tendrán su propia historia que contar. Los más perjudicados son los “maneros”, que también resultan los más vulnerables por su condición de informales.
Una muestra es Arnoldo Bañol, de 64 años, la mitad de ellos ofreciendo su maní, salado o dulce, para saborear mejor la emoción del espectáculo. Lleva 77 largos días quieto en la casa, sometido a que lo mantengan su hija, con un empleo que le da el salario mínimo, y su esposa, con una pequeña venta de buñuelos en el barrio de Itagüí, donde residen.


Arnoldo cuenta que siendo aún joven se subía a los buses con los deliciosos paqueticos, pero un domingo compró una boleta y se metió al Atanasio con todo y plante; le fue tan bien que siguió yendo, siempre a la tribuna norte y siempre con maní, porque los venteros independientes tienen prohibido competir con el surtido de las cafeterías oficiales.


Lo sacaron varias veces, pero él volvía, hasta que se legalizaron mediante una cooperativa. En un partido normal del campeonato masculino, Arnoldo vende entre 200 y 300 paquetes si juega el DIM, o hasta 400 si es el verde, porque en su experiencia ha visto que los del Nacional son más compradores que los rojos.

Son pocos los comerciantes que se animan a abrir sus puestos en esta época de sequía futbolera. Foto: Esneyder Gutiérrez]
Son pocos los comerciantes que se animan a abrir sus puestos en esta época de sequía futbolera. Foto: Esneyder Gutiérrez]



En este tiempo la única época tan crítica como la actual fue la pandemia por covid-19, cuando no solo cerró el estadio, sino toda la ciudad.

Ahora dice que de sus compañeros no sabe mucho. Conoce el caso de uno que carga mercados en la plaza Minorista y supone que otros estarán buscándose la vida como ayudantes de construcción o vendiendo confites en semáforos.

“Este es el único sustento para nuestras familias y nos tienen en vacaciones forzosas”, comenta refiriéndose a los dos meses y medio que lleva sin trabajar.

La situación no es menos difícil para los dueños y los empleados de las cafeterías, como Muñoz, el propietario de la 1Norte, quien, sin embargo, se consuela diciendo que “son cosas del fútbol”.

Lo normal en esta plaza es que haya de seis a siete partidos por semana, comenzando en enero, con un receso corto en junio, y abren de nuevo después de vacaciones, hasta el 16 de diciembre. Así ha sido en los 20 años que Muñoz lleva al frente de la 1Norte, porque es la primera vez, que recuerde, que los dos equipos de la tierra quedan eliminados tan rápido.

Lo que a él lo salva es que además está en el negocio de los seguros, pero no es la suerte de los demás colegas del estadio —y sus dependientes—, muchos de los cuales envejecieron allá sin una alternativa diferente.

La vida de todos es el fútbol. Están atentos a los nuevos fichajes de jugadores, asisten a los entrenamientos y se la pasan oyendo programas deportivos; más ahora que se han dado cuenta en carne propia de que su futuro se afinca en que no se repita una eliminación tan tempranera.

El único alivio para los comerciantes formales del estadio es que acordaron con el Inder –la entidad del Distrito que administra el Atanasio– que desde abril no les cobraran 1’800.000 pesos por mes
como canon de arrendamiento,
sino de acuerdo con los eventos en que puedan abrir.

En alguna medida, los que menos mal la han pasado —si bien todo depende del punto de vista— son los comerciantes de las afueras, que promocionan escudos, camisetas, banderas y otras baratijas que identifican a los equipos, porque tienen la opción de abrir si quieren.

Eduardo Pamplona, uno de sus líderes, expresa que esto más parece un cementerio porque entre el cierre del estadio y los problemas de seguridad desterraron a la clientela habitual.

“Acá eran 300 locales o módulos, de esos el año pasado estábamos luchando 184; ya hay 164 más o menos y de esos trabajan por ahí unos 60 a diario; los otros 100 llevamos del bulto”, dice.



Pamplona, de 69 años, quien lleva 34 trabajando en el estadio y asevera que toca rebuscarse, por otro lado, o tener quién le ayude a uno.

Desde diciembre él solo vende llaveros y manillas debido a que alguien descubrió cómo hacerle una fisura a la estructura de latón y se robó las camisetas. Agrega que por lo menos a otros 25 compañeros también les han robado.

El día en que EL COLOMBIANO lo contactó era miércoles y Pamplona había vendido apenas 80.000 pesos en la semana, cuando hace unos años eran unos 6 millones de pesos al mes.

Según dijo, en esta temporada ha sobrevivido de préstamos, de pequeñas ventas, de lo que gana por asesorías para entablar tutelas y otras reclamaciones, de hacer mandados y de lo que le dan sus hijos.

“En la zona donde yo estoy hay 67 locales y no abren diario, sino como tres o cuatro, y eso que dos son subarrendados; hay como 10 o 15 que abren los fines de semana, pero los otros permanecen cerrados porque se han tenido que ir a guerrear a otras partes para medio sostenerse”, dice.

Muñoz afirma que lo que viene no es menos complicado, porque en los eventos de la Feria de las Flores que se hacen en el estadio los organizadores son los que controlan las ventas —no los dejan a ellos—.

Luego viene el Mundial Femenino de Fútbol para el que la Fifa pidió reservar el estadio entre el 10 de agosto y el 20 de septiembre; ese torneo orbital que comienza el 31 de agosto solo abrirá las tribunas Oriental y Preferencia, pero no Sur ni Norte, exceptuando, si acaso, la fecha en la que juega la selección nacional contra México.

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