La familia Bukele ejecuta un gasto multimillonario en ejércitos de desarrolladores dedicados a multiplicar la propaganda oficial en redes sociales y a apagar las voces disonantes.
La certeza de un proceso electoral se basa en generar insumos que abonen a la integridad electoral, donde autoridades, miembros de la sociedad civil y comunidad internacional puedan garantizar la transparencia del proceso. Pero este es solamente uno de los requisitos de una democracia.
En un país donde la inseguridad tornaba la vida insostenible, la brutalidad contra presuntos delincuentes y los indicios de autoritarismo no solo son aceptados, sino que, incluso, se convierten en votos.
Varios gobiernos han utilizado el argumento de los derechos humanos para abrir la puerta a la reelección indefinida. Pero principalmente se trata de líderes personalistas y autoritarios donde los pesos y contrapesos del sistema democrático han sido capturados o erosionados.
La libertad no sería más que una quimera hoy sin figuras como Navalni. De nosotros depende que dicha posibilidad no termine consumándose en la realidad.