Material de Lectura L
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MATERIAL DE LECTURA N° 1
AGRONEGOCIO
INTRODUCCIÓN
mercado mundial de alimentos, otros son importadores netos de estos y algunos muestran los
más bajos niveles de desarrollo del mundo.
Las tendencias más importantes que se observarán en el consumo de los alimentos durante
los próximos años. Ciertamente, estas se expresan más claramente en los países avanzados,
pero hoy se encuentran extendidas a casi todas las regiones del mundo, gracias al
crecimiento de los supermercados y la internacionalización de las empresas agroalimentarias.
Estas tendencias son: a) la conveniencia; b) una mayor preocupación por la salud; y c) un
aumento en el consumo de productos especializados o diferenciados.
Las diversas crisis de los últimos años han obligado a reflexionar sobre las acciones
tradicionales y la necesidad de buscar nuevas alternativas. En general, esta reflexión se
fundamenta en tres preocupaciones básicas:
Estas preocupaciones centrales son las que durante los últimos años también han definido el
desarrollo de los agronegocios. En esta sección se describen las tendencias más relevantes
de los últimos años y aquellas que seguirán moldeando el desarrollo de los agronegocios en
el futuro. Estas son:
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amplia de la sociedad civil, definición de un nuevo rol para el sector público y privado, y una
nueva gobernabilidad.
En medio de esta problemática, se ha evidenciado que uno de los temas que gobernará la
agenda de los agronegocios en los años por venir es la búsqueda de formas exitosas para
vincular a los productores-campesinos de pequeña escala con los mercados y las cadenas de
valor. Este tema es relevante, en principio porque este grupo de actores contribuye con
cantidades sustanciales de alimentos en el mundo. Normalmente estos segmentos
productivos han sido excluidos de las ventajas que ofrece el mundo actual y se han convertido
en un núcleo de alta vulnerabilidad e inestabilidad política y social.
Toda sociedad debe tener el derecho de definir y gobernar su propio futuro y esta es sin duda
una de las funciones más importantes de organizaciones de la sociedad civil, en el proceso de
vincular a los productores con los mercados, apoyarlos en sus procesos organizativos,
ayudarlos a mejorar sus capacidades de interlocución colectiva, crear puentes de diálogo con
los gobiernos locales y, eventualmente, apoyar la provisión de servicios y ayudas a aquellos
con necesidades especiales o urgentes.
Para vincularse con los mercados, los productores de pequeña y mediana escala requieren
hacerlo de forma asociativa para reducir los costos de transacción, mejorar sus capacidades
de negociación, convertirse en interlocutores legítimos ante el gobierno y el sector privado,
aumentar la cohesión social y mejorar la autogestión.
En síntesis, la vinculación de los pequeños y medianos productores a los mercados será uno
de los temas centrales que definirán la forma de concebir y estructurar los agronegocios en el
futuro. El éxito de este proceso requiere del establecimiento de un diálogo más plural y
diverso con la participación del Estado, los productores, el sector privado y la sociedad civil.
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Sin embargo, estas políticas surgen de un acto de voluntad de las propias empresas sin la
presión de ninguna legislación, por lo que aún son hechos relativamente pobres en la mayoría
de ellas, particularmente en aquellas de pequeña o de mediana escala, que todavía no
consideran esto como un factor de competitividad. Por lo tanto, es necesario continuar
apoyando a las empresas, a sus operadores y socios para que expresen sus convencimientos
y principios, mediante el establecimiento voluntario de estas prácticas.
Los llamados negocios verdes o ecológicos constituyen el segundo modelo de negocios que
se ha consolidado en los últimos años y que continuará apareciendo en el futuro. Este nace
como respuesta al reconocimiento de los peligros que se asocian con el tema del cambio en
el ambiente, por la destrucción de los recursos naturales, el uso excesivo de combustibles
fósiles y la incontenible producción de contaminantes de todo tipo. Esta conciencia toma lugar
de manera prioritaria en la industria de la transformación y en las grandes cadenas de
distribución, las cuales han iniciado agresivos programas de reconversión de sus procesos
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Este modelo de negocios afectará a la agricultura en todos los ángulos, desde la forma de
producción, hasta el tipo de empaque y etiquetado que se utilice. En este sentido, se pueden
identificar cuatro grandes cambios que la agricultura, como negocio, tendrá que hacer para
convertirse en una “agricultura verde”:
− Mejorar el uso del agua, por lo que surgirán nuevas tecnologías de riego y nuevos servicios
para el uso, re-uso y conservación de este recurso que se considera será el más sensible
para la humanidad en el corto y mediano plazo.
− Procurar una mayor conservación del suelo y el subsuelo, por lo que aumentará el número
de hectáreas que producen a partir del concepto de “cero labranza” y se harán esfuerzos por
reducir el uso excesivo de fertilizantes sintéticos y de pesticidas que alteran la biología de este
elemento central.
− Reducir el uso de combustibles fósiles en todo el proceso productivo, para lo cual el sector
agrícola se deberá convertir en un actor más activo en las decisiones de política energética en
los países y deberá invertir investigación y desarrollo de fuentes alternativas de energía para
el uso en la misma agricultura, concepto que va más allá de la simple producción de
biocombustibles.
Todas estas innovaciones no podrán ser materializadas sin un marco institucional y legal
preciso, sin incentivos adecuados y sin la participación del sector privado, quien deberá actuar
de manera conjunta con los gobiernos para promover la inversión y la generación de
economías de escala en estos procesos.
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En la actualidad, se estima que en los países de Europa y en los Estados Unidos de América,
los alimentos viajan aproximadamente 2400 kilómetros antes de llegar a la mesa de los
consumidores, lo que favorece los cuestionamientos sobre la racionalidad de seguir alentando
la forma actual de producción-consumo de alimentos, ya que este “viaje” requiere de un uso
excesivo de combustibles fósiles que no solo actúa contra la economía de los productores,
sino que también favorece el calentamiento global y contribuye al agotamiento de las reservas
energéticas.
A media que los consumidores van conociendo el concepto y adquieren mayor conciencia de
los problemas ambientales y de la necesidad de apoyar el desarrollo local, el mecanismo ha
ido ganando más adeptos. Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer, ya que se
requiere mejorar las capacidades de los productores locales para abastecer mercados más
exigentes y cumplir con las normas de calidad e inocuidad.
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Los nombres de microorganismos patógenos como la Salmonella spp., Escherichia coli (E.
Coli) y otros son ahora comúnmente utilizados en conversaciones de todos los días cuando se
hace referencia a casos de brotes debido a enfermedades transmitidas por alimentos (ETA).
Esta familiarización por parte del consumidor ha sido el resultado de un mayor acceso a la
información, no solo a los medios convencionales como la prensa y la televisión, sino también
por la expansión de los nuevos medios de información como son internet y los procesos que
en ella ocurren, como serían los mensajes en cadena. Sin embargo, en muchas ocasiones, la
información adquirida es inapropiada, no se encuentra fundada en evidencia médica o
científica y como tal causa falsas expectativas y reacciones irracionales, lo que dificulta una
correcta apreciación de los riesgos reales que se derivan de problemas en la inocuidad de los
alimentos.
Independientemente de la percepción que existe por parte de los consumidores sobre este
tema, la realidad es que los problemas de inocuidad en alimentos causan daños serios a la
salud de los consumidores y pérdidas económicas significativas para las fábricas implicadas y
las cadenas comerciales que distribuyen estos productos, así como efectos serios en la
exportación de productos y en su demanda.
Para ello, programas como las buenas prácticas agrícolas (BPA), buenas prácticas de
manufactura (BPM), procedimientos operacionales estándares de saneamiento (POES) y el
Programa de Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control (HACCP, por sus siglas en
ingles), se han ido implementando de manera paulatina y cada día con mayor extensión,
como esfuerzos voluntarios adicionales al cumplimiento de las normas oficiales que los países
establecen a través de sus sistemas regulatorios.
Es de esperarse que durante los próximos años se continúe experimentando una mayor
presión para asegurar que los alimentos que se ofrezcan a la población sean nutritivos,
saludables e inocuos. Este fenómeno se encontrará influenciado por la relación que se
establece entre consumidores, procesadores y agencias reguladoras.
En los últimos años, los brotes de ETA han pasado a las primeras planas de los medios.
Recientes apariciones de Salmonella spp. en mantequilla de maní, chiles jalapeños y
melones, así como de E. coli O157:H7 en espinacas y carne molida han sido abordados con
una amplísima publicidad, lo que ha afectado la confianza de los consumidores tanto en los
sistemas de producción como en los que supervisan la operación de los establecimientos que
procesan y producen alimentos.
Incluso ha llevado a que autoridades de diversos países cuestionen seriamente sus sistemas
regulatorios.
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El interés por mejorar la inocuidad de los alimentos empezó indirectamente con el desarrollo
de alimentos con mayor vida útil. Al incrementarse su tiempo de duración en anaquel,
indirectamente se controlaba el crecimiento de ciertos microorganismos.
Sin embargo, los nuevos productos muchas veces han sido responsables de introducir
peligros de inocuidad relacionadas con las técnicas de preservación y procesamiento
intensivo.
Debido a esto y como respuesta a las diversas regulaciones establecidas por los países, los
procesadores han invertido cantidades significativas de dinero y tiempo en la implementación
de programas de inocuidad que permitan minimizar los riesgos de enfermedades transmitidas
por alimentos (ETA), mediante el control preventivo de riesgos. Se espera que con el avance
del comercio, el mayor conocimiento por parte de los consumidores y como respuesta a los
problemas experimentados en los últimos años, surjan más normas públicas y privadas y
haya mayor exigencia en los procesos de producción.
Un ejemplo de esto es la reciente aprobación en los Estados Unidos de una norma para el
etiquetado de los alimentos de acuerdo con su país de origen, Country of Origin Labelling
(COOL, por sus siglas en inglés). A pesar de que algunas regulaciones pueden ser
consideradas violatorias de acuerdos comerciales dentro del marco de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), las empresas que dese en participar en los mercados deberán
cumplirlas, lo que causará un aumento en los costos de producción y en las demandas
tecnológicas de las empresas, particularmente aquellas de tamaño pequeño y mediano.
Finalmente, en el tema de inocuidad de los alimentos, en los próximos años se continuará con
los esfuerzos para armonizar las regulaciones entre países, donde el Codex Alimentarius
seguirá siendo el espacio preferido para llevar a cabo estas negociaciones. Para participar
activa y eficientemente en estos espacios, se requerirá que los Estados Miembros del IICA
continúen con programas y metas claras y produzcan la evidencia científica necesaria para
sustentar sus demandas, por lo que es vital incrementar las capacidades de los profesionales
que tengan a su cargo estas responsabilidades.
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