Presentación del libro Senda Llacunes de la autora Estefanía Bernedo Plazolles, un significativo aporte en narrativa de la zona andina chilena que no suele expresar con frecuencia, la vida de los habitantes de la precordillera de la comuna de Arica, al extremo norte de Chile. Una obra delicada, de un uso delicado y poético del lenguaje que rescata la memoria de los personajes, espejeo de reminiscencias ancestrales evidenciadas en el cotidiano quehacer andino-urbano.
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Presentación del libro Senda Llacunes de la autora Estefanía Bernedo Plazolles, un significativo aporte en narrativa de la zona andina chilena que no suele expresar con frecuencia, la vida de los habitantes de la precordillera de la comuna de Arica, al extremo norte de Chile. Una obra delicada, de un uso delicado y poético del lenguaje que rescata la memoria de los personajes, espejeo de reminiscencias ancestrales evidenciadas en el cotidiano quehacer andino-urbano.
Presentación del libro Senda Llacunes de la autora Estefanía Bernedo Plazolles, un significativo aporte en narrativa de la zona andina chilena que no suele expresar con frecuencia, la vida de los habitantes de la precordillera de la comuna de Arica, al extremo norte de Chile. Una obra delicada, de un uso delicado y poético del lenguaje que rescata la memoria de los personajes, espejeo de reminiscencias ancestrales evidenciadas en el cotidiano quehacer andino-urbano.
Presentación del libro Senda Llacunes de la autora Estefanía Bernedo Plazolles, un significativo aporte en narrativa de la zona andina chilena que no suele expresar con frecuencia, la vida de los habitantes de la precordillera de la comuna de Arica, al extremo norte de Chile. Una obra delicada, de un uso delicado y poético del lenguaje que rescata la memoria de los personajes, espejeo de reminiscencias ancestrales evidenciadas en el cotidiano quehacer andino-urbano.
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Lanzamiento del libro Senda LLacunes, de Estefanía Bernedo Plazolles
Introducción Y Presentación de la obra
Por Vanessa Martínez Emma
El desierto del norte grande se extiende inhóspito en su desnudez. Arenas de fuego, de las que nos habla Gabriela Mistral, son arrastradas por el viento sobre el erial. Polvo ondulante que tiene memoria de sal, de pisadas. De senderos. El desierto, al mediodía, cuando el sol como un puño de luz que golpea y golpea, como dice en verso Octavio Paz, se entrega dócil a su hostigamiento. Arenas de brasa viva duermen y sueñan un despertar de agua que no llegará nunca. El paisaje cede en su crudeza cuando regala a la mirada el manchón verde de los valles. Basta seguir la ruta caminera para llegar a la precordillera. La percepción de inclemencia se acentúa tanto como la noción de vida, de terquedad para resistir duras condiciones de vida en el macizo andino. Más arriba, la planicie andina. La altura limita y determina la pulsión de vida que triunfa en los bofedales saturados de agua, sustento de este ecosistema de clima frío y seco. Solitarios pastores, una mujer, un hombre, o ambos, inmersos en esos dominios, vigilan sus rebaños de llamas y alpacas, atentos al rumor del ande, o a la resquebrajadura subterránea de ínfima frecuencia que solo ellos pueden oír. Son las características esenciales del territorio de Parinacota, base material y sustrato semántico y simbólico de la cosmovisión andina, resignificada en los habitantes de tierras altas. Dinámicas vitales y culturales afectan a sus modos de vida por invariable proceso. Arica es el eje urbano que incide y transforma esos comportamientos. Solo con buen oficio en el manejo escritural, sumado a un conocimiento acabado de geografía e imaginarios, se logran ficciones como los reunidos en un volumen de relatos cargado de potente sentido como Senda Llacunes. El libro es la primera obra de la joven autora Estefanía Bernedo Plazolles, galardonada por la Beca de Creación Literaria del Consejo del Libro y la Lectura del año 2018. La autora se va deslizando por los recodos de la memoria de los personajes, espejeo de reminiscencias ancestrales evidenciadas en el comportamiento social, colectivo e individual al interior de las comunidades. El tema exige, además, un conocimiento pleno del contexto geográfico, fundamental para la concatenación espacial de las acciones en cada cuento. La lectura del libro Senda Llacunes sorprende gratamente con historias conmovedoras. Sorprendentes. Voy a referirme a un cuento de este libro: “Luly”, el más corto del conjunto. Es la historia de una vocación. Victoria Calle es artista, canta. La autora consigna buen ánimo en el desarrollo del relato desde la primera línea: “Amanece en Valle Hermoso”. Prolija en el trabajo doméstico, Victoria mantiene su deseo de “preñar el aire de esa lana artificial que el tramo de su garganta va hilando en el tiempo”, expresa el texto. La cantora guarda como tesoros su fascinación por el sonido de la guitarra, y el éxito logrado en giras por las comunidades andinas, junto al Cabo Ibacache rasgueando la vihuela. En este breve cuento la autora desliza su propuesta insólita: la gran metáfora visual del cuerpo desnudo de Victoria, “imagen sublime sobre las colchas”, nos dice el cuento. La superrealidad manifiesta justo en el intersticio, entre la realidad y el sueño. Onírica pulsión sexual de la cantante en dulce sensación de extrañamiento. Uno de los logros del libro Senda Llacunes es la manera en que la autora trata la austeridad que rige la vida de algunos personajes. No describe, desliza imágenes de gran belleza que provocan en el lector un sentimiento áspero por constatar falencias. Otro acierto es la construcción de la intimidad profunda de los actantes, ensimismados en silencio y soledad. Aunque pasivos frente a sus circunstancias, intuyen la proximidad de un espacio utópico que les resuelva el desamparo. Fortalece y añade sentido a la realidad, más o menos binarizada en el libro, que opone a escasez material la profusa vida psíquica de los protagonistas, los recuerdos de infancia con marcada incidencia de los afectos parentales. Agudizando la mirada, el trasunto del libro es la memoria. Su recuperación, la posibilidad y voluntad de construir en tiempo presente, una comunidad capaz de imaginarse fortalecida en su identidad, fundamentada en su pasado. Todos los relatos de Senda Llacunes capturan de inmediato el interés total del lector. Cada uno es ruta de paso primigenia, y recorrido de imaginarios. Ambos sentidos sincronizan incertidumbres en el libro. Quedan invitados a la presentación de Senda Llacunes de Esfanía Bernedo para saber más detalles de los demás textos que integran este hermoso libro, presentado también por el escritor Roberto Flores Salgado, que comparte la testera con el libro Polvos Rosados del escritor Marcos Quisbert, presentado a su vez por el joven poeta Rodrigo Rojas Terán Vanessa Martínez Emma
PRESENTACIÓN DEL LIBRO SENDA LLACUNES DE ESTEFANÍA BERNEDO
Antes de empezar quiero agradecer a las personas que me invitaron para ser parte de la presentación de Senda Llacunes de la escritora Estefanía Bernedo. Fue grata la tarea de su lectura. Es el primer libro de esta joven autora, y ha sido publicado con pulcritud. Tiene una atractiva portada. Es un libro dúctil, fácil de llevar. Editado en Arica como señala el colofón, justo en el día en que el inventor francés Franky Zapata cruzó el canal de La Mancha a bordo de una tabla voladora. No son muchos los libros que abordan la narrativa andina. Entre ellos, este ejemplar compite bien y destaca por el buen oficio escritural de su autora. Un libro como este se agradece porque nos permite profundizar, desde la cotidianeidad de sus personajes, la expresión actual de la cosmovisión andina, resignificada por dinámicas vitales y culturales en invariable proceso. Son ficciones ambientadas en el corazón de las comunidades dispersas en el macizo andino, desarrolladas desde la intimidad de sus protagonistas. Cinco cuentos de diferente extensión son la estructura de Senda Llacunes. Sumados son un volumen de ochenta páginas. En cuatro relatos los títulos son asunto del respectivo contenido. En el más breve, un nombre femenino de fantasía alude a la protagonista, sin ser mencionado en el desarrollo del texto. Se trata de Luly, del que se dio referencia en redes sociales. Hacer ficción desde la perspectiva de la cosmovisión aymara es un desafío. Estefanía Bernedo asume el reto y configura sus ficciones desde ese marco referencial que ordena los modos de vida en la región Parinacota, permeable a la dinámica urbana de la ciudad de Arica con la que establece mecanismos de interacción. La fuente nutricia de la escritura de este primer libro está “allá arriba, en la puna, donde vive Dios y las tarucas”, señala el texto. En cada cuento rige la intensidad y coherencia internas, factores motivadores de una lectura fluida y amena. Este acierto singulariza la propuesta narrativa de Bernedo. Focalizada en las voces narrativas, domina, anuda y desata los hilos argumentales de cada relato, espejeo de los recodos de la memoria de los personajes, de sus reminiscencias ancestrales. La lectura del libro Senda Llacunes sorprende con historias conmovedoras. En “Las morenas de Saxamar”, ocho jugadoras de fútbol cautivan porque son “pobres, iletradas, lujuriosas, aunque reinas como estrellas en las canchas”, apunta el texto. El conjunto femenino es personaje colectivo. Un todo impetuoso dentro y fuera del campo de balompié. “Las morenas de Saxamar” son heroínas, mujeres apasionadas que lo mismo juegan, bailan, o aman, y se van situando entre la veracidad de la ficción, (la realidad del relato) y el mito de la ficción (la superrealidad). Una circunstancia orilla a las jugadoras a ingresar a otro espacio, al superreal, entendido como una fisura de esa realidad. Esta verdad viable en el nivel de la escritura, es plena posibilidad en el imaginario de las comunidades. “De Juan Chacama poco o nada se sabía”. Es la frase con la que empieza el relato “Senda inacabada”, el más extenso, con su propia estructura interna: 9 partes o fragmentaciones ordenados en 29 páginas. El título es espejeo de “Senda Llacunes” que designa a la totalidad del volumen y el que define su esencia desde la doble acepción del vocablo senda: como ruta de paso primigenia, y como recorrido de imaginarios. Ambos sentidos sincronizan incertidumbres en el libro. Juan Chacama, es el antihéroe protagonista, y Mariano Inquiltupa, antagonista. Juan envejece en su pueblo, recodo de su identidad y memoria. Mariano, habitante urbano, profesional egresado de la Universidad de Tarapacá, encarna la pérdida de la conexión con las tierras altas. El relato sustantiva la crisis de la tradición aymara. Juan y Mariano representan oposiciones fundamentales. De forma objetiva: mundo andino/ciudad, y de forma subjetiva memoria/olvido. La austeridad rige la vida de Juan: “el universo tenía una medida: el largo y ancho de su morada”, apunta el texto. Desde el juego de oposiciones se dan instancias de convergencia. En ambos el viaje es una búsqueda. Es el estrato textual, delicado y poético de la autora el que permite visualizar, desde la teoría de la superrealidad, la fractura en el nivel de la consciencia del personaje protagonista para ingresar a la tierra prometida de los recuerdos, senda de Juan, su fantasía contrafactual. En el relato “Sobre la forma de la trascendencia”, la autora explora, desde el lenguaje poético, otras posibilidades en su escritura: Humberto, protagonista, se aferra a lo imposible. Inmerso en la contemplación del entorno, mientras pastan las llamas de su hermano Marcelo, admite que “el mundo era idéntico al de su infancia”, apunta el texto. Es cuando se produce la fisura que sanará su nostalgia. Son ambiguas las circunstancias en las que Humberto accede a la superrealidad. La autora, focalizada como narrador omnisciente, enfrenta al lector, ya no a la fisura, sino a la realidad concreta. En el último cuento, “Maipú # 318”, el yo narrador, Chupita, carga de sentido a un lugar de la ciudad de Arica: el cine Maipú, punto de partida de las inquietudes púberes del personaje. Memorable la viñeta de infancia en un barrio céntrico: las polleras colgadas al viento van sugiriendo, desde la ausencia, los cuerpos de mujeres intangibles. La imagen es notación del incipiente despertar sexual de Chupita y sus amigos. Desde un presente del que fluyen los recuerdos, el protagonista afirma: “tengo una historia que contar respecto a la nostalgia”. La añoranza deviene de la alternancia vital entre los espacios andino y las calles solitarias de Arica donde “tanques y camiones impostaban una falsa guerra”, discurre el personaje, refiriendo un episodio de su vida personal ligado al pasado histórico de dictadura en el país, cuando los amigos “fueron menos”, afirma. La vida del protagonista es travesía, de ida y vuelta, geográfica y textual. El amor y el sentimiento de ajenidad como experiencias límites, según conceptos de Julia Kristeva, son el inicio de esos procesos de madurez necesaria. Teresa es la permanente “sombra de luz” que lo desasosiega. Tanto como la sensación de incómoda extrañeza que sintió, entendida aquí como angustia, por el rechazo de quiénes, a él y a sus amigos, les dijeran “indios”. El hecho, en apariencia atenuado, será resignificado desde el revés de la trama, por renovación de la memoria como relato articulado. Uno de los logros del libro Senda Llacunes es la manera en que la autora trata la austeridad de algunos protagonistas. No describe, desliza imágenes de gran belleza que provocan en el lector un sentimiento áspero por constatar falencias. Tras la emotividad hace ruido la pobreza. Otro acierto es la construcción de la intimidad profunda de los personajes que intuyen la proximidad de un espacio utópico que les resuelva el desamparo. Todos tienen una profusa vida psíquica, fortalecida por los afectos parentales, opuesta a sus carencias materiales. Finalmente, el trasunto del libro es la memoria y su recuperación. También es la relatividad del tiempo, “lo que tarda en morir un relato”, dice el texto, y por qué no, en perpetuarse. Estos son los cuentos de Estefanía Bernedo los que su propia autora puede contar cómo y cuándo fueron escritos para sumarse con peso específico a la narrativa de la región.