El Psicoanálisis Como Alternativa en La Hipermodernidad Psychoanalysis As An Alternative To Hypermodernity

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Psicologa, Conocimiento y Sociedad 6 (2), 243-258 (noviembre 2016 abril 2017) Revisiones ISSN: 1688-7026

El psicoanlisis
como alternativa en la
hipermodernidad
Psychoanalysis as an alternative to
hypermodernity
Patricia Villar Boullosa
Facultad de Psicologa, Universidad de la Repblica (Uruguay)

Autor referente: [email protected]

Historia Editorial
Recibido: 26/03/2016
Aceptado: 25/07/2016

RESUMEN

Corren tiempos hipermodernos. Vaya sexo o internet. Qu lugar tiene el


si corren! En esta hipermodernidad psicoanlisis en este nuevo orden
descrita por Lipovetsky en occidente, (desorden) de cosas? El siguiente
las subjetividades contemporneas trabajo invita a un recorrido de mirada
viven a ritmo acelerado, sufren a ritmo freudiana, en dilogo con Lipovetsky y
acelerado y buscan sacudirse ese otros autores, a travs de los
sufrimiento antes, incluso, de sentirlo. principales desafos que se le plantean
El vrtigo de la vida cotidiana produce actualmente al psicoanlisis, para
individuos que huyen del dolor y se luego reposicionar esta prctica
precipitan a anestesiarse en el centenaria como una valiosa alternativa
hiperconsumo de bienes, sustancias, a la vorgine hipermoderna.

Palabras clave: psicoanlisis, Freud, hipermodernidad.

ABSTRACT

Were living in hypermodern times. Or substances, sex or the internet. What


actually running in them! In this place does psychoanalysis have in this
Hypermodernity described by new set of circumstances? The
Lipovetsky in Western societies, following paper is an invitation to a
contemporary subjectivities live at an journey, from a Freudian point of view
accelerated pace, suffer at an and in dialogue with Lipovetsky and
accelerated pace and seek to shake off other authors, across the main
such suffering before even feeling it. challenges faced by psychoanalysis
Everyday lifes vertigo produces today, eventually repositioning this
individuals who run away from pain to centenary practice as a valuable
numb themselves in the alternative to the hypermodern turmoil.
hyperconsumption of goods,

Keywords: Psychoanalysis, Freud, Hypermodernity.

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P
ensar el lugar del psicoanlisis en la sociedad contempornea es abrir un

abanico de preguntas difciles y polmicas.


Situar esas interrogantes en el

marco de las reflexiones sobre los desafos y las alternativas que se presentan en la

hipermodernidad contribuye a dar una direccin a dicha reflexin. Por lo pronto,

conviene comenzar con una breve consideracin sobre lo que se entiende por

hipermodernidad. A partir de all, se pueden tomar algunas caractersticas

hipermodernas que cuestionen la vigencia del psicoanlisis como va de tramitacin

del padecimiento psquico en la actualidad. Finalmente, se propondr contemplar el

estatus del psicoanlisis desde una perspectiva que lo posiciona, paradjicamente,

como una prctica alternativa de salud mental en los tiempos que corren, cobrando

especial valor la literalidad de dicha expresin.

Hipermodernidad es un neologismo del socilogo y filsofo contemporneo Gilles

Lipovetsky, mediante el cual dicho pensador francs conceptualiza nuestras

sociedades actuales. Su libro Los tiempos hipermodernos (Lipovetsky, 2006) presenta

claramente tres etapas en la historia de la humanidad de los ltimos siglos: la

modernidad, la posmodernidad y la hipermodernidad. Si bien no se ofrecen

delimitaciones cronolgicas precisas, la modernidad se extiende, aproximadamente,

desde la Revolucin Francesa hasta mediados del siglo pasado, caracterizada por un

desplazamiento del emplazamiento imaginario de la felicidad: se pas de aorar un

tiempo pasado nostlgicamente maravilloso a confiar con entusiasmo en las promesas

de un futuro mejor, desde todo punto de vista: poltico, social, econmico, cientfico.

En cada uno de esos mbitos, la modernidad produjo un discurso totalizante e

ideolgico, con sus vertientes tanto prcticas como utpicas: liberalismo, marxismo,

capitalismo y positivismo, respectivamente. Ciertos pensadores hablan de fin de la

historia para referirse a la cada de todos estos discursos como organizadores de la

trama y la actividad sociales (Vattimo, 1990). Lipovetsky, por su parte, sita esta cada,

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esta transformacin, en los aos 60, y la
denomina posmodernidad, poniendo el

acento en aquello que quedaba atrs, que


pareca superado: la presin sobre las

libertades individuales ejercida por las instituciones que sostenan los discursos

mencionados, principalmente por el Estado, como institucin donde todos, en cierta

medida, confluan. El individuo posmoderno goz, durante un tiempo, de la liberacin

de las pesadas ataduras sociales, perdindose en bsquedas hedonistas. La lgica de

la moda comenz a prevalecer como organizador social, infundiendo el predominio de

lo superficial y lo efmero.

Sin embargo, ese carpe diem frvolo y sensual no fue ms que un brevsimo parntesis

en lo que, a la luz de las ltimas dcadas, continuara siendo la era moderna, solo que

ahora elevada a la mxima potencia: la hipermodernidad. Aquel Narciso hedonista ha

trocado placer por angustia, libertad por incertidumbre, goce por eficacia. La falta de

ataduras sociales ya no es vivenciada como un privilegio liberador sino como un

desamparo angustiante. La mira sigue puesta en el futuro, solo que ya no en la

persecucin de una utopa de progreso, igualdad y riqueza universales, sino que en la

lucha descarnada por asegurarse un lugar de supervivencia individual en un escenario

social y mundial, por regla, cambiante.

Zygmunt Bauman, otro filsofo contemporneo que ha reflexionado sobre las

caractersticas de nuestro tiempo, tambin sostiene que vivimos una especie de

prolongacin de la poca moderna, en lo que esta tiene de proyeccin hacia el futuro,

pero puntualiza dos diferencias fundamentales: en primer lugar, el avance hacia el

futuro carece hoy de una orientacin teleolgica, lo cual puede relacionarse con la

cada de los grandes discursos mencionada ms arriba; en segundo lugar, ya no hay

dispositivos sociales que regulen la vida de los individuos, lo cual se vincula, sin lugar

a dudas, con la cada del poder del Estado. Vamos en un barco sin timonel (Bauman,

2003).

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Qu hace este Narciso hipermoderno, entonces,
cuando siente angustia, cuando no

sabe cmo lidiar con el miedo y la incertidumbre


de ser un pasajero a bordo de este

barco con rumbo desconocido? Acude a un psicoanalista? Ve, en el psicoanlisis,

un camino posible hacia el alivio de su sufrimiento? Es el psicoanlisis una va

adecuada a la satisfaccin de sus necesidades?

Dice Lipovetsky (2006): Por todas partes, aumenta la rapidez de las operaciones ()

el tiempo falta y se vuelve problemtico (p. 61); el mercado aumenta su dictadura del

corto plazo (p. 72); en la sociedad hipermoderna () el tiempo se vive de manera

creciente como una preocupacin fundamental (p. 79); nos quejamos menos de tener

poco dinero o poca libertad que de tener poco tiempo (p. 82). Todas estas

observaciones hacen eco con nuestras vivencias cotidianas. El tiempo se ha vuelto un

bien preciado que, casi siempre, escasea y, siempre, cuesta manejar. Tiene tiempo,

el sujeto hipermoderno, de hacer un psicoanlisis de varios aos de duracin? Tiene

tiempo, siquiera, de hacer una terapia psicoanaltica de varios meses?

Llmese lgica de la moda o del mercado, nuestras sociedades estn insertas en una

temporalidad que ya no es ni siquiera la del reloj, otrora smbolo de la regulacin de la

vida desde una racionalidad industrial, por oposicin a aquella poca en que los ciclos

de luz y de sombra organizaban las actividades de la jornada. Ahora, se busca una

inmediatez absoluta, casi imposible, tanto en el goce como en el rendimiento

productivo. Salta a la vista que, desde esta perspectiva, hay un desencuentro entre la

propuesta del psicoanlisis y las dems propuestas que recibe el Narciso de hoy, tanto

de la sociedad en general (fast food, cursos intensivos de casi todo, Llame ya! y

compre el ltimo modelo de algn aparato tecnolgico que, de ser especificado aqu,

ya estara caduco cuando el lector tomara contacto con este texto), como de la vasta

oferta psicoteraputica que se ha desarrollado en las ltimas dcadas.

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Es interesante considerar, no obstante, que el problema de la duracin de un

tratamiento psicoanaltico no es algo nuevo.


Ya en 1937, Freud (1986b) abra su

trabajo Anlisis terminable e interminable con esta observacin:

La experiencia nos ha enseado que la terapia psicoanaltica, o sea, el librar a un ser

humano de sus sntomas neurticos, de sus inhibiciones y anormalidades de carcter,

es un trabajo largo [nfasis aadido]. Por eso desde el comienzo mismo se

emprendieron intentos de abreviar [nfasis aadido] la duracin de los anlisis. Tales

empeos no necesitaban ser justificados: podan invocar los mviles ms razonables

[nfasis aadido] y acordes al fin. Pero es probable que obrara en ellos todava un

resto de aquel impaciente menosprecio con que en un perodo anterior de la medicina

se abordaban las neurosis [nfasis aadido], como unos resultados ociosos de daos

invisibles (p. 219).

Cabe detenerse a comentar ciertos fragmentos de esta cita. En primer lugar, el

psicoanlisis lleva tiempo. Ya lo haba dicho el mismo Freud (1986a) claramente, dos

dcadas antes, al afirmar que la falta de inteleccin [nfasis aadido] de los enfermos

[nfasis aadido] y la insinceridad [nfasis aadido] de los mdicos [nfasis aadido]

se anan para producir esta consecuencia: hacer al anlisis los ms desmedidos

reclamos y concederle el tiempo ms breve (p. 130). Y agregaba:

Nadie esperara que se pudiera levantar con dos dedos una mesa pesada () no

obstante, tan pronto como se trata de las neurosis, que por el momento no parecen

todava insertas en la trama del pensar humano [nfasis aadido], aun personas

inteligentes olvidan la necesaria proporcionalidad entre tiempo, trabajo y resultado (p.

130).

La actitud de Freud oscila entre, por un lado, la comprensin y la tolerancia hacia el

reclamo por un tratamiento ms corto, observables tambin en la cita de 1937; y, por

otro lado, su propio reclamo tico hacia la comunidad psicoanaltica, de sinceridad

para con los pacientes a la hora de comenzar un tratamiento. Esta reivindicacin tica

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cobra particular pertinencia en la hipermodernidad:
los psicoanalistas se enfrentan al

dilema de posicionarse con su saber frente


a un mercado de promesas de cura

inmediata con el cual no es fcil competir. Y la cuestin no se agota en optar por

mantener un discurso completamente sincero acerca de lo que dura un tratamiento

analtico (lo cual el propio Freud matiza, a efectos prcticos, en el mismo artculo de

1913), desatendiendo as el riesgo de que el psicoanlisis desaparezca debido al

desencuentro entre oferta y demanda. Lo interesante es buscar la manera de hablar

un idioma que la hipermodernidad entienda, sin perder lo esencial del psicoanlisis.

Tarea, por cierto, nada fcil. Se volver sobre esto hacia el final de este trabajo.

Otro elemento a comentar de la primera cita freudiana es relativo a la razn por la cual

habra una resistencia a la larga duracin de una terapia psicoanaltica. En su contexto

histrico, Freud la vincula a la persistente falta de reconocimiento, en el mbito

mdico, de la neurosis como enfermedad propiamente dicha, vlida y, por ende,

tratable desde su abordaje especfico. De alguna manera, esa misma idea est

presente en la segunda cita freudiana, de 1913, extendida a la poblacin en general, al

plantear que la neurosis todava era algo muy reciente y no poda ser pensado e

integrado a otros conocimientos, incluso por personas inteligentes.

Ms adelante, en el artculo de 1937, Freud (1986b) apunta que uno de los

mencionados intentos por abreviar la duracin de los anlisis es hijo de su poca (p.

219). O sea, desde sus orgenes, el psicoanlisis tuvo que lidiar con resistencias en

torno a su duracin (entre otros tantos frentes). La diferencia sera que al inicio, la

cuestin pasaba por la falta de legitimacin de la neurosis como enfermedad mental y

no como enfermedad neurolgica o mera simulacin histrica, lo cual descalificaba

cualquier especificidad en su forma de tratamiento. En nuestra poca, la dificultad

estara ms vinculada a la manera en que el tiempo es vivenciado en la sociedad,

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cuyos miembros estn sumidos en una vorgine
fast que parece no permitir un punto

de encuentro con el psicoanlisis.

El factor tiempo es, incuestionablemente, uno de los aspectos que ms fuertemente

pone en jaque al psicoanlisis en la hipermodernidad. Sin embargo, conviene no dar

por terminada tan pronto esta consideracin. Qu hay detrs de ese rechazo a la

larga duracin de un proceso de cura? El libro de Lipovetsky anteriormente citado

comienza con un comentario de Sbastien Charles. All, este destaca que el sujeto de

la actualidad est movido por una moral indolora [nfasis aadido], optativa ()

movida por emociones (Lipovetsky, 2006, p. 40). El mismo Lipovetsky retoma esta

idea ms adelante, al destacar que los sujetos actuales van en busca de una

comodidad existencial y albergan exigencias de sensaciones agradables

(Lipovetsky, 2006, p. 96). En otras palabras, lo que ambos filsofos nos estn diciendo

es que, en la sociedad hipermoderna, no hay un verdadero lugar para el dolor.

Vale la pena detenerse en este punto y precisar lo que se quiere decir. No se trata de

que los sujetos hipermodernos no sufran. Muy al contrario, cuanto ms libre e intensa

se quiere la vida, ms se recrudecen las expresiones del dolor de vivir (Lipovetsky,

2006, p. 89). Por qu sucede esto? En Ms all del principio de placer publicado en

1920, Freud (1984c) se detiene sobre la manera en que una situacin traumtica

causa dolor, al provocar que un quantum exagerado de estmulos del mundo exterior

irrumpa inesperadamente en el aparato psquico, destruyendo en un punto su coraza

protectora frente al ambiente, y generando as contenidos representacionales que

circulan de manera no ligada, no integrada, por el interior del psiquismo. Y puntualiza:

Un sistema de elevada investidura en s mismo es capaz de recibir nuevos aportes de

energa fluyente y trasmudarlos en investidura quiescente, vale decir, ligarlos

psquicamente. Cuanto ms alta sea su energa quiescente propia, tanto mayor ser

tambin su fuerza ligadora; y a la inversa: cuanto ms baja su investidura, tanto menos

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capacitado estar el sistema para recibir
energa afluyente, y ms violentas sern las
consecuencias de una perforacin de la proteccin antiestmulo como la considerada

(Freud, 1984c, p. 30).

O sea que dolor y ligadura psquica parecen ser inversamente proporcionales. Lo que

duele, lo que desordena, es el tremendo impacto y la imposibilidad de ligar

psquicamente grandes cantidades de sensaciones provenientes del mundo exterior,

que permanecen dando vueltas al seno del psiquismo en calidad de intrusos. Si hay

algo que caracteriza la hipermodernidad, como se viene diciendo, es la constante

afluencia de estmulos, el desfile interminable de imgenes y actividades posibles con

las cuales distraerse y obtener satisfaccin. Paradjicamente utilizando un trmino de

Lipovetsky para caracterizar nuestra era los aparatos psquicos de estos sujetos

hipermodernos hiperestimulados poseen menos energa quiescente propia y menos

fuerza ligadora que los de sus antecesores modernos, tal como se observa en las

ltimas dcadas con el surgimiento de las patologas del dficit y los trastornos

narcisistas de la personalidad (Kohut, 1971). Los sujetos hipermodernos estn, al

mismo tiempo, ms expuestos al dolor que antes, y peor equipados para lidiar con l.

Esta afirmacin parece contradecir lo sostenido anteriormente en torno a la falta de un

lugar para el dolor en la hipermodernidad. Habra, por el contrario, ms dolor que

antes! Tal vez sea el momento de afinar los trminos y decir que no se trata de si hay

ms o menos dolor en la subjetividad hipermoderna. Lo que s se puede observar es

que en nuestras sociedades no hay un espacio legtimo para sentir, y luego procesar,

el dolor. Cuando duele, mejor salir corriendo. Hacia dnde? Sexo, drogas y rock

and roll? La lista hipermoderna es un poco ms larga: habra que agregar internet y

shopping. En palabras de Bauman (2003), los consumidores estn corriendo detrs

de sensaciones placenteras () pero tambin tratan de escapar de la angustia

causada por la inseguridad (p. 87). Las vas de escape son mltiples y variadas. El

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denominador comn suele ser la promesa de satisfaccin inmediata, la vehiculizacin

del goce a travs de sensaciones corporales


intensas, pero desprovistas de sentido.

Procesar el dolor es un trabajo largo y difcil. Por lo pronto, hay que empezar por

reconocerlo, por habilitarlo, por sentirlo. En una sociedad donde los analgsicos, los

ansiolticos y los antidepresivos alcanzan rcords de ventas, esta premisa bsica

parece no cumplirse. Si el dolor y la angustia no cuentan con un lugar autorizado en el

entramado psquico, su irrupcin no puede ms que ser vivida como intrusiva y

altamente desestructurante, y, por lo tanto, hay que escapar de ella como se pueda.

Ahora bien, cmo vivir una vida sin dolor ni angustia? Cmo transitar por la

existencia sin perder objetos y situaciones que impongan un trabajo de duelo? He aqu

un mandato hipermoderno tan lgicamente imposible como el de la inmediatez

absoluta mencionado anteriormente.

En Duelo y melancola de 1917 y 1915, Freud (1984a) explica en qu consiste el

trabajo de duelo: El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no

existe ms, y de l emana ahora la exhortacin de quitar toda la libido de sus enlaces

con ese objeto (p. 242). Se trata de una operacin que implica un gran gasto de

tiempo [nfasis aadido] y de energa de investidura [nfasis aadido] y que resulta

extraordinariamente dolorosa [nfasis aadido] (p. 243). De acuerdo a lo dicho hasta

aqu, queda claro que tiempo, energa de investidura y dolor no estn en el haber de la

subjetividad hipermoderna, por lo cual no sorprende, aunque s preocupa, que en

nuestras sociedades contemporneas falten instancias para procesar el dolor.

Surge, entonces, la siguiente pregunta: se puede tramitar el padecer psquico sin

sentir dolor? Si tomar una pastilla aspira a dar una respuesta afirmativa a tan

descabellada pregunta, seguro que hacer una terapia psicoanaltica apunta en el

sentido contrario. Sea cual sea la lectura de la obra freudiana de la que se trate, todas

coinciden en que el alivio del sufrimiento pasar, inevitablemente, por una emergencia

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de la angustia y un trabajo de reelaboracin
a partir de all. Y eso no sucede de una

vez y para siempre. Es un movimiento espiralado,


de ensayo y error, paso a paso, que

se va desplegando en el tiempo en el marco de una relacin transferencial. Dar por

concluido el proceso a la primera remisin de la sintomatologa es algo as como

bajarse del avin justo cuando est pronto para despegar.

La instalacin de la neurosis de transferencia traer aparejada, inevitablemente, una

disminucin o cuasidesaparicin de los sntomas: El domeamiento de esta nueva

neurosis artificial coincide con la finiquitacin de la enfermedad que se trajo a la cura,

con la solucin de nuestra tarea teraputica (Freud, 1984b, p. 404). Ahora bien, desde

la subjetividad hipermoderna, una vez que el dolor se haya atenuado, que los

sntomas hayan cedido, el proceso de cambio se dar por concluido. Nunca fue fcil

sostener el largo trayecto desde la instalacin de la neurosis de transferencia hasta la

terminacin del anlisis. Esta tarea resulta doblemente ardua en la actualidad, cuando

ella est inserta en una sociedad regida por la lgica de la eficacia, la inmediatez y la

huida del dolor.

Dice Lipovetsky (2006): En la hipermodernidad todo es si como viera la luz una nueva

prioridad: la de ser perpetuamente joven (p. 84). Cmo no va a ir a contramano de

la hipermodernidad el psicoanlisis, con su propuesta de alivio sintomtico mediante el

crecimiento y la madurez? En palabras del propio Freud (1986b): el anlisis hace que

el yo madurado y fortalecido emprenda una nueva revisin de estas antiguas

represiones (p. 230). Pasar por un psicoanlisis, o por una terapia psicoanaltica,

implica crecer. Y es cierto: un adulto maduro no necesita andar comprando artculos

compulsivamente para paliar sus problemas de autoestima. Una sociedad

psicoanalizada pondra ciertamente en entredicho a la hipermodernidad. Los discursos

circulantes en los medios masivos de comunicacin no incitarn jams a los sujetos a

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psicoanalizarse, sino que, ms bien, tendern
a expulsar del sistema esta prctica

teraputica que se presentar, fcilmente, como


pasada de moda.

Ante este estado de situacin, si uno alberga el deseo de insertarse en la trama social

de la salud mental, qu hacer? Cmo posicionarse? Cmo entablar un dilogo

real, eficaz, con las subjetividades hipermodernas de la satisfaccin instantnea? Hay,

sin dudas, muchas posibilidades. Cules incluyen al psicoanlisis? Le sigue

quedando, a este discurso, a esta prctica, un verdadero lugar en el nuevo mapa

social? Dar respuesta a semejante pregunta es, claramente, una tarea difcil e incierta.

De lo que no hay dudas es de lo siguiente: si el psicoanlisis tiene un lugar en el

nuevo escenario de la hipermodernidad es desde lo alternativo: el psicoanlisis se

presenta, ciertamente, como una propuesta teraputica alternativa. En un contexto

signado, como se ha visto, por la lgica de la inmediatez, la eficacia, lo efmero, lo

superficial, la huida del dolor y la eterna juventud, habr alguna propuesta

teraputica, entre todas las existentes, ms alternativa que la del psicoanlisis?

A fin de cuentas, el psicoanlisis, tal como lo testimonia la historia de su surgimiento y

de su permanencia, es inherentemente alternativo. Surge como una alternativa al

discurso mdico y moralista acerca de la histeria, y luego evoluciona, a travs de todo

un siglo, gracias a su perenne capacidad de adaptacin permanente a nuevos

contextos y realidades sociohistricas, como bien lo prueban las mltiples lneas que

han aparecido y siguen apareciendo al seno de la corriente psicoanaltica. En nuestra

sociedad hipermoderna, el desafo que se presenta al psicoanlisis es el de sostener

su discurso a contracorriente del aluvin meditico y fast.

Conviene, en este punto, definir aquellas caractersticas que todo abordaje debera

tener para seguir enmarcndose dentro del psicoanlisis. Se habl ms arriba de la

difcil tarea de encontrar un idioma comn en el cual psicoanlisis e hipermodernidad

puedan entablar un dilogo. Valga, a este respecto, hacer un pequeo alto sobre la

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conceptualizacin de Bauman acerca de lo slido y lo lquido. El filsofo se refiere a

los tiempos que corren no como hipermodernidad


sino como modernidad lquida. Su

metfora gira en torno a las propiedades de los slidos y de los lquidos: los lquidos,

a diferencia de los slidos, no conservan fcilmente su forma () no se fijan al espacio

ni se atan al tiempo (Bauman, 2003, p. 8). Y ms adelante agrega: para ellos, lo que

cuenta es el flujo del tiempo ms que el espacio que puedan ocupar () los slidos

cancelan el tiempo; para los lquidos () lo que importa es el tiempo (Bauman, 2003,

p. 8). Aplicando lo anterior a la evolucin de la sociedad en los ltimos siglos, Bauman

sostiene que la modernidad fue un proyecto de disolucin de ciertos slidos que ya

eran inoperantes en el sistema feudal, para reemplazarlos por nuevos slidos de

mayor eficacia, lo cual dio lugar al Estado moderno, liberal y capitalista. Sin embargo,

la disolucin de la solidez habra alcanzado proporciones inesperadamente fluidas,

sumindonos actualmente en la perpetua liquidez de la falta de regulacin estatal o

ideolgica.

Si se retoma esta metfora para referirse al psicoanlisis, puede decirse que hay

ciertos aspectos de la tcnica que constituyen sus slidos, y otros que pueden licuarse

para adaptarse con ms facilidad a las circunstancias. Dentro del ncleo slido del

psicoanlisis se encuentra, como roca esencial, la atencin parejamente flotante, que

inaugura y sostiene la escucha analtica, y que remite a su verdadera piedra fundante:

el inconsciente. Cualquier abordaje psicoanaltico del padecer psquico escuchar el

decir inconsciente del sujeto que sufre y que consulta. Para completar la serie de

piezas constitutivas del ncleo esencial de la prctica psicoanaltica, aparece la

transferencia, lo cual constituye, no obstante, un elemento polmico.

Qu pasa con la transferencia en la hipermodernidad? Puede hablarse de neurosis

de transferencia y de su resolucin cuando una intervencin teraputica dura, por

ejemplo, tres meses, cosa habitual en estos das? Ha habido suficiente tiempo, en

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ese lapso, para que se despliegue toda la fantasmtica del sujeto en torno a la figura

del analista? Por supuesto que no. Hay que


concluir, entonces, que esa intervencin

no se ha realizado desde el psicoanlisis?

Se dijo, al introducir la cuestin de la transferencia, que se trataba de un asunto

polmico, y ahora se ve por qu. A diferencia del consenso mencionado anteriormente

entre todas las corrientes psicoanalticas, a la hora de considerar la importancia de la

angustia en todo abordaje del padecer psquico, quizs sea en torno a la

conceptualizacin sobre la cuestin de la transferencia donde surge uno de los

mayores polos de conflicto. Excede el alcance de este trabajo especificar las posturas

de las diferentes corrientes psicoanalticas en torno a esta temtica. Vale resumirlas

en dos grandes puntos de vista: por un lado, se encuentran quienes han flexibilizado

su posicin, hablando no de trabajo de la transferencia, sino de trabajo del material

trado por el paciente en transferencia. Esto busca rescatar una forma de escucha de

aquellos aspectos transferenciales desplegados por el consultante en el marco de

consultas e intervenciones de corta duracin. Por otro lado, estn quienes consideran

que ya no se hace psicoanlisis si no se trata la transferencia respetando los tiempos

de su despliegue y llevando su trabajo hasta los lmites de su agotamiento. Desde esta

perspectiva, el psicoanlisis no tiene cabida en determinados mbitos como, por

ejemplo, las instituciones de asistencia en salud mental a nivel estatal, o incluso

privado, donde se imponen tiempos predefinidos y breves. Volviendo sobre la metfora

de la solidez o liquidez, hay quienes incluyen el trabajo de la transferencia entre los

slidos del psicoanlisis y quienes admiten que se lo incluya entre los lquidos.

La ausencia de referencias especficas en este ltimo punto es adrede, ya que no se

busca dar voz, en este trabajo, a las diferencias existentes al seno mismo del

psicoanlisis. No pareca atinado, no obstante, obviar la polmica, ya que es casi

imposible proponerse enumerar las notas esenciales, los slidos del psicoanlisis, sin

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hacer referencia a un concepto tan central como la transferencia. Si hay algo que esto

pone de manifiesto es que encontrar la manera


de poner a dialogar al psicoanlisis

con la hipermodernidad no es algo que pueda hacerse de manera simple. Pero no por

eso hay que recular ante el desafo. Si de desafos se trata, justamente!

De desafos y alternativas. En la era de lo lquido y lo fast, lejos de ahogarse y

desaparecer en la incomprensin y el desencuentro, el psicoanlisis puede constituirse

en un novedoso archipilago de solidez, en un conjunto de islas donde los sujetos

hipermodernos puedan dejar de flotar, o de correr, por un rato, y poner pie en tierra;

detenerse y pensar(se); salirse del mar de incertidumbre que navegan a diario, y en la

relacin con otro ser humano, construir su propia manera de estar en el mundo, y de

compartirlo.

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Referencias bibliogrficas

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