Paulo Cohelo
Paulo Cohelo
Paulo Cohelo
De la mística
El texto que sigue es de Leonardo Boff:
“Captar a Dios es tenerlo en todas las dimensiones de la vida, no sólo en situaciones privilegiadas, como
cuando se comulga o se reza. Hay que tener la experiencia de Dios siempre: al caminar por la calle, al
respirar el aire contaminado, al disfrutar tomando una cerveza, al tratar de comprender un texto que
estemos estudiando. Dios viene mezclado con todo esto; y cualquier situación es lo suficientemente buena
para que lo podamos percibir y digamos: ‘Él está con nosotros’.
La clave del místico es tratar de ver lo que está por detrás de cada cosa, lo que la constituye y la sustenta.
No quedar atrapado en lo superficial, sino hacer de todo un símbolo, una señal, un sacramento, una imagen.
Para aquel que tiene la experiencia de Dios, el mundo es un gran mensaje.”
De la realidad
Sartre dijo: “El hombre es aquello que decidió que debía ser”. A los veinte años, el famoso compositor
mexicano Agustín Lara vio naufragar el navío en el cual viajaba. Durante horas, luchó contra las olas y le
juró a Dios que, si lograba llegar a la playa, olvidaría el pasado y comenzaría una nueva vida.
Lara llegó a una playa de Tlacotalpan, Veracruz. Aunque nacido y criado en la ciudad de México, cumplió su
juramento y comenzó a decir a todos que Tlacotalpan era su tierra natal.
En 1968, Lara conmemoró sus setenta años de vida. Varios periodistas fueron a la fiesta en Tlacotalpan y allí
escucharon historias de viejos que habían jugado con Lara en su infancia y de las calles donde hizo sus
primeras canciones. En el momento más importante de la fiesta, ¡el prefecto de Tlacotalpan le dio las llaves
de la casa donde había nacido!
Del afecto
H. Bloomfield se enteró de que su padre había sido hospitalizado sorpresivamente:
“Mientras viajaba para New York pensaba que tenía la chance de hacer que esa visita fuera diferente de las
demás. Siempre había tenido miedo de mostrar mi afecto, siempre había querido mantener la misma
distancia prudente que mi padre había mantenido conmigo. Cuando lo vi en la cama, lleno de tubos, le di un
abrazo. El se sorprendió. ‘Abrázame también, papá’, le pedí. Él me había educado diciéndome que un
hombre nunca demostraba sus sentimientos. Pero insistí. Papá levantó los brazos y me tocó. Ahí estaba yo,
pidiéndole a mi padre que me mostrara cuánto me quería aunque yo ya lo supiese”.
Sentí sus manos en mi cabeza y –por primera vez- escuché las palabras que venían de su corazón, sin que
sus labios jamás las hubieran pronunciado. ‘Te amo’, me dijo. Y a partir del momento en que tuvo el coraje
de mostrar su amor recuperó la voluntad de vivir.”
Del universo
“Maktub” significa: “estaba escrito”.
En 1991, El alquimista le fue ofrecido a la Maison Robert Laffont, una de las tres más importantes editoriales
francesas.
Fue rechazado. Al año siguiente, nueva oferta: nuevo rechazo.
Anne, hija de Laffont, pasaba las fiestas en Ibiza, cuando encontró una copia del libro en inglés.
“¿Por qué no lo editamos?”, le preguntó al padre.
“Ya fue rechazado dos veces”, respondió Laffont.
Anne descubrió el motivo; la brasileña encargada de la selección ni lo había abierto, alegando que no había
sido tenido en cuenta por la crítica. “Pues voy a editarlo”, dijo Anne. “Y haré lo mejor”.
Esa semana, con el libro elogiado por la crítica local, y ya en la lista de los más vendidos de Francia, Anne
me habló por teléfono:
“Le mandé un regalo a la brasileña que rechazó su libro. Tres años atrás, no hubiera sido más que otra
publicación perdida en medio de muchas otras. Esta vez fue mi desafío personal. ¡Maktub!”
Del retorno
Los lazos de amor crean una relación más fuerte de lo que suponemos. J. Rhine y Sara Feather, del
Laboratorio de Parapsicología de la Universidad de Duke, recopilaron una serie de casos sobre las más
diversas manifestaciones de esta relación, inclusive con los animales. He aquí uno de estos casos:
Un joven, Hugh Brady, acostumbraba cuidar de los palomos que vivían cerca de su casa. Cierta vez,
encontró una de estas aves heridas; la curó, la alimentó y le colocó en la pata derecha una etiqueta con el
número 167.
En el invierno siguiente, Hugh tuvo que ser operado de emergencia. Mientras se recuperaba, en un hospital
lejos de su casa, escuchó que algo golpeaba la ventana. Le pidió a la enfermera que abriese; un palomo
entró volando dentro del cuarto y se posó en el pecho del joven.
En la pata derecha llevaba la etiqueta con el número 167.
De la acción
Mahatma Gandhi luchó su vida entera y consiguió liberar a la India del dominio inglés. Cuando le dijeron que
era uno de los hombres más grandes que había surgido en la historia universal, respondió:
“No tengo nada nuevo que enseñarle al mundo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las
montañas. Todo lo que he hecho fue tratar de ponerlas en práctica en la escala más vasta que me fuera
posible. Al hacerlo, más de una vez me equivoqué y aprendí de mis errores.
Los que crean en las verdades simples que he expuesto, sólo podrán propagarlas si viven de acuerdo con
ellas. Estoy absolutamente convencido de que cualquier hombre o mujer puede realizar lo que yo realicé, si
hiciera el mismo esfuerzo y cultivara la misma esperanza y la misma fe.”
De la botella
Cierta mañana, caminaba yo con un amigo argentino por el desierto del Mojave, cuando vimos algo que
brillaba en el horizonte. A pesar de que nos dirigíamos a un “canyon”, cambiamos de ruta para ver qué era
lo que emitía ese brillo. Durante casi una hora, bajo un sol cada vez más fuerte, nos dirigimos hacia allá y
sólo logramos descubrir de qué se trataba cuando llegamos.
Era una botella de cerveza, vacía. Debía estar allí desde hacía años; la arena se había cristalizado en su
interior. Como el desierto ya estaba muy caliente a esa hora, decidimos no ir hasta el “canyon”. Mientras
volvíamos, yo pensaba: “¿Cuántas veces dejamos de seguir nuestro camino, atraídos por el falso brillo del
camino de al lado?”
Aunque también pensaba: “Si no hubiera ido hasta ahí, ¿cómo iba a saber que se trataba de un falso brillo?”
De la negación
Josiah Royce (1855-1916), en el momento en que moría alguien muy querido, escribió las siguientes
palabras:
“Nosotros morimos, mientras que Tú permaneces.
La eternidad es Tuya.
Y, en la eternidad, seremos recordados
no como puntos insignificantes de este mundo real
sino como hojas frescas que, en un cierto momento,
florecieron en las ramas del Árbol de la Vida.
Estas hojas caen de los árboles, pero no caen en el olvido,
Porque Tú siempre Te acordarás de ellas.”
De la tortuga
Claudia Martins se acerca para atender nuestra mesa en un café de San Diego, California. Conocí a Claudia
en Brasil, hace cuatro años. Le cuento a mis amigos la vida que lleva en los Estados Unidos: apenas si
duerme tres horas, después trabaja en el café hasta la madrugada y durante el día es baby-sitter.
“No sé cómo aguanta”, dijo alguien.
“Existe un cuento budista sobre una tortuga”, respondió una argentina que estaba en nuestra mesa. “Esta
caminaba por un pantano, sucia de barro, cuando pasó delante de un templo. Allí vio un caparazón de
tortuga, toda adornada de oro y piedras preciosas. “No te envidio, vieja amiga”, pensó la tortuga. “Tú estás
cubierta de joyas, pero yo estoy haciendo lo que me gusta.”
Del Kosmos
En 1982 decidí dejar todo y recorrer el mundo hasta encontrarle un sentido a mi vida. En estas andanzas,
viví un tiempo en Holanda, donde frecuentaba el Kosmos –un local donde se reunía la gente con la que yo
tenía afinidad-.
Cierta noche, una holandesa me preguntó cómo era Brasil.
Yo comencé a hablar de nuestros problemas, de la falta de libertad (vivíamos bajo un régimen militar), de la
miseria, de las dificultades para vivir como un artista.
“Pero ustedes viven en el mejor lugar de la Tierra”, dije yo. “¿Qué se siente vivir en el paraíso?”
La holandesa quedó en silencio durante largo rato. Y entonces me respondió:
“Es la cosa más chata del mundo. Aquí tenemos todo asegurado, no queda ningún desafío, ninguna
emoción. Ojalá yo tuviera tus problemas; entonces volvería a sentirme parte de la humanidad.”
De la fórmula
Estaba con mi maestro, asistiendo a una partida de ajedrez en un parque de San Diego, California.
“Sería más fácil si la búsqueda espiritual tuviera fórmulas, como este juego”, comento.
“¿Sabes de dónde viene la palabra fórmula”, me preguntó él, riendo. “Viene del latín ‘forma’, el recipiente
donde ponemos la masa para hacer un pastel. ¿Te imaginas aprisionar a Dios, al Universo, a los ángeles, a
la eternidad, todo dentro de una forma?
Podemos inspirarnos en ejemplos. Pero seguir adelante imitando los pasos, la fórmula, la forma de los
demás es empobrecer la vida y matar el anhelo por la Búsqueda. El desafío es individual: puede ser más
difícil, pero es mucho más entretenido, rico e interesante.”
Del famoso
Ernest Hemingway, autor del clásico El Viejo y el Mar, combinaba momentos de ardua actividad física con
períodos de inactividad total. Antes de sentarse a escribir las páginas de una nueva novela, pasaba horas
pelando naranjas o mirando el fuego.
Cierta mañana, un periodista le hizo un comentario sobre este extraño hábito:
“¿No le parece que está usted perdiendo el tiempo?”, le preguntó. “Usted que es tan famoso, ¿no debería
hacer cosas más importantes?”
“Estoy preparando mi alma para escribir, al igual que un pescador prepara su equipo antes de salir al mar”,
respondió Hemingway. “Si no hiciera todo esto, y considerara que sólo el pez es lo que importa, jamás
llegaría a conseguir nada”.
De perderse
Marcelo, el marido de una productora de televisión llamada Miriam Leme, se había perdido en Los Angeles,
California. Durante horas había vagado sin rumbo y –ya tarde por la noche- terminó por adentrarse en una
zona poco segura.
Al darse cuenta del ambiente que lo rodeaba, se puso nervioso y decidió tocar el timbre de una casa que
tenía las luces encendidas.
Un hombre en pijama lo atendió. Marcelo le explicó la situación y le pidió que llamara un taxi. Pero en lugar
de hacerlo, el hombre se vistió, sacó su auto del garage y lo llevó hasta su hotel.
En el camino, le explicó: “Hace cinco años estuve en Brasil. Cierta noche, me perdí en Sao Paulo. No
hablaba una palabra de portugués, pero un joven brasileño comprendió lo que me pasaba y me llevó hasta
el hotel. Hoy, Dios me ha permitido saldar esa deuda.”
Buenos Aires, 11 de mayo de 2001
De la gaviota
Estaba en un muelle, en San Diego, California, hablando con una mujer de la Tradición de la Luna –un tipo
de aprendizaje femenino que trabaja en armonía con las fuerzas de la naturaleza-.
“¿Le gustaría tocar una gaviota?”, me preguntó, mirando a las aves sobre los pilotes del muelle.
Claro que sí. Pero cada vez que me acercaba, ellas se alejaban de mí volando.
“Trate de sentir amor por ellas. Después, haga que ese amor se dispare de su pecho como un haz de luz y
llegue al pecho de la gaviota. Y acérquese con calma.”
Hice lo que me indicó. Dos veces no conseguí nada, pero la tercera –como si hubiera entrado en un
“trance”- logré tocar a la gaviota. Repetí el “trance”, con el mismo resultado positivo.
Cuento aquí esta experiencia, por si alguien quiere hacer la prueba. “El amor crea puentes en lugares que
parecen imposibles”, le dije a mi amiga hechicera.
Del sexo
El famoso comediante Groucho Marx escribió un muy humorístico –aunque sumamente serio- texto sobre la
pasión:
“Considero que el amor verdadero sólo aparece cuando el fuego inicial de la pasión disminuye y las brasas
quedan allí, ardiendo. Eso es amor. Este tipo de relación sólo conoce el sexo de vista y como recuerdo. Las
partes que lo componen son la paciencia, el perdón, el entendimiento mutuo y una gran tolerancia hacia las
faltas del otro.
La pasión es un truco. Es una pena que –como dice Shaw- justamente cuando dos personas se encuentran
bajo la influencia de la más violenta, insana e ilusoria de las pasiones, siempre aparece alguien exigiendo
que permanezcan continuamente en esa condición de excitación, anormal y extenuante, hasta que la muerte
los separe.”
De la fe
Muchas personas dicen: “Yo sigo mi religión individual”. ¡Qué tontería! El Camino es individual pero no existe
sin la devoción colectiva; ya sea católica, protestante, judía, islámica, etc.
Anthony de Mello es autor de excelentes libros con historias de distintas tradiciones. En la dedicatoria de uno
de ellos sintetiza –con rara belleza- la importancia de la religión:
“No puedo esconder a los lectores mi condición de sacerdote católico. Peregriné durante bastante tiempo -y
libremente- por tradiciones no cristianas y hasta no religiosas. Estas me enriquecieron y ejercieron una gran
influencia sobre mi manera de pensar. La Iglesia, sin embargo, es mi hogar espiritual. Tengo noción de sus
limitaciones, como así también de su ocasional estrechez de miras –lo que me avergüenza-. Pero esto jamás
va a destruir el hecho de que fue ella la que me formó, me modeló e hizo de mí lo que soy.”
Practique su religión, sea la que fuere. Todos necesitamos de un hogar espiritual.
De la apendicitis
Una mala interpretación de la Nueva Era puede generar confusiones peligrosas. Una de ellas tiene que ver
con la salud: se considera que la mente es capaz de todo, que las cosas sólo nos acontecen porque así lo
permitimos.
No es así y nunca lo será. Una cosa es el poder de la oración, capaz de obrar milagros. Otra cosa es dejarse
dominar por un sentimiento de omnipotencia que puede ser fatal.
Una amiga muy cercana tuvo que ser sometida a una cirugía de emergencia. Supimos después que había
tenido apendicitis y que fue internada en estado gravísimo. Cuando ya se recuperaba, el médico fue a
conversar con ella.
- El apendicitis da muchas señales: dolores, fiebre alta, etc. ¿Por qué no vino antes?
- Porque veo la dolencia como una respuesta del cuerpo a un debilitamiento de la mente –respondió ella. –
Traté de combatirla por mí misma.
Y, por culpa de eso, casi se muere. Mucho cuidado, gente.
De cómo era
Jesús debe haber pensado muy bien en sus actitudes. Sabía que serían comentadas por los siglos venideros
y era preciso que diera el ejemplo.
¿Su primer milagro? No fue curar a un ciego, hacer que un rengo caminara, exorcizar a un demonio: fue
transformar agua en vino y animar una fiesta.
¿Sus compañeros? No fueron los que estaban a cargo de la cultura y la religión de la época; fueron hombres
comunes, que vivían de su trabajo.
¿Sus compañeras? No fueron como Marta, que hacía aplicadamente las tareas domésticas; fueron como
María, que lo seguía con libertad.
¿El primer santo? No fue un apóstol, ni un discípulo, ni un fiel seguidor; fue el ladrón que murió a su lado.
¿El sucesor? No fue el que más se aplicó en aprender sus enseñanzas; fue el que lo negó en el momento en
que más necesitado estaba de ayuda.
En fin, nada que ver con lo que mandaba el manual de buena conducta.
De la sabiduría
En el interior de Paraíba, junto a Pedra do Ingá, conocí a un hombre analfabeto, sin más cultura que la
tradición oral. En la media hora que pasamos juntos, me dijo cosas que sólo los maestros dicen.
En un ático, en New York, cerca del Central Park, conocí a un hombre que hablaba cinco idiomas. Tenía una
amplia biblioteca sobre magia. Nos pasamos tres horas conversando, y me dijo cosas que cualquier
principiante sabe.
Otro día, conocí a otro hombre analfabeto y sin cultura, que en media hora no dijo más que tonterías.
Y, pasado un tiempo, conocí a otro hombre culto, políglota, que me abrió los ojos a cosas importantísimas.
Esto también ya le pasó a usted. Por lo tanto, el tratar de establecer reglas, preconceptos y patrones, no
hace más que empobrecer nuestra búsqueda. Estar abierto a la vida es estar abierto al prójimo. Cuando
nuestro ángel usa a la gente para darnos algún mensaje, no la elige de la manera que nosotros la elegimos.
De la manzana
El cineasta Rui Guerra me contó que una noche hablaba con algunos amigos en una casa del interior de
Mozambique. El país estaba en guerra, de modo que faltaba de todo: desde gasolina hasta iluminación. Para
pasar el rato comenzaron a conversar sobre lo que les gustaría comer. Cada uno fue diciendo su plato
preferido, hasta que llegó el turno de Rui. “Me gustaría comer una manzana”, dijo, sabiendo que era
imposible encontrar frutas a causa del racionamiento.
En ese preciso momento escucharon un ruido. ¡Y una manzana, reluciente y suculenta, entró rodando en la
sala y se detuvo frente a él!
Más tarde, Rui descubrió que una de las mozas que allí vivían había ido a buscar frutas al mercado negro. Al
volver, cuando subía la escalera, dio un tropezón y se cayó; la bolsa de manzanas, que había comprado, se
abrió y una de ellas fue rodando hacia adentro.
¿Coincidencia? Bueno, esta sería una palabra demasiado pobre para explicar esta historia.
De los niños
Inmediatamente después de la publicación de El Alquimista tuve que pasar un tiempo fuera de Brasil. Vivía
preocupado por lo que podría suceder con el libro por aquí.
Un día cayó en mis manos el texto que iba a mostrarme el camino. Y me encontré nuevamente conmigo
mismo.
“Si realmente fuera usted un niño, un verdadero niño, en lugar de preocuparse por lo que no puede hacer,
contemplaría la Creación en silencio. Y se acostumbraría a mirar con tranquilidad el mundo, la naturaleza, la
historia, el cielo.
Si realmente fuera usted un niño, estaría en este momento cantando aleluyas por las cosas que tiene
adelante. Y –libre de tensiones, de miedos y de preguntas inútiles-, aprovecharía este tiempo para esperar,
curioso y paciente, el resultado de las cosas en las que tanto amor invirtió.” (Carlos Caretto, ermitaño
italiano).
De la insistencia
En 1989, estando en los Pirineos, vi una tarjeta postal que decía “Capilla de Gez”. Abrí el mapa, vi que
estaba cerca del monte Gez y resolví escalarlo para conocer la iglesia. Se me puso en la cabeza que la
ciudad estaba en lo alto, del otro lado de la montaña.
Durante horas subí por los caminos más duros posibles. Sólo cuando me encontraba a cien metros de la
cima, me di cuenta de dos cosas: a) estaba perdido; b) no había ciudad alguna en lo alto del monte (más
tarde descubrí que la capilla estaba abajo).
Casi me muero esa tarde. ¿De dónde saqué la idea de la ciudad? ¿Por qué no desistí cuando vi que no había
camino alguno?
A veces nos confundimos con ciertas cosas,y sólo descubrimos el error demasiado tarde. Por eso siempre es
bueno recordar la frase de Goethe:
“Nadie consigue engañarnos mejor que nosotros mismos”.
Del árbol
Una vez caminaba yo con mi maestro por un campo cerca de Cabo Frío. Él me decía: “¡Mira allí una
bromelia!”. Y más adelante: “¡Mira una orquídea!”.
Mis ojos no estaban acostumbrados al milagro de las cosas pequeñas. Todo lo que veía delante de mí era
una confusión de plantas verdes. Al poco rato de caminar con él, aprendí a educar la vista y a buscar la
planta que quería.
Lo mismo ocurre con las Señales de Dios, la manera como Él trata de ayudarnos a dirigir nuestras vidas.
Sólo un ojo entrenado logra verlas. Hoy –aunque aún cometo errores- estoy más acostumbrado a distinguir
en el escenario delante de mí la caligrafía de Dios. Así como la belleza de la orquídea se destaca para
aquellos que saben que existen las orquídeas, las Señales se muestran a todos aquellos que tienen el valor
de descifrarlas.
William Blake decía: “El tonto no ve el mismo árbol que ve el sabio”. Me costó comprender esto, pero
terminé por aprenderlo.
La conversión
Conocí a Regina Sylvia en la época hippie, cuando nuestras mentes vivían pobladas de dioses astronautas,
purple haze y platos voladores. Regina recorrió muchos caminos esotéricos y místicos. Hoy está en
Pirenópolis (Goiás), donde dirige una comunidad cristiana que se dedica a la devoción de María.
“La conversión no es solamente un momento, sino un trabajo de toda la vida”, dice ella. “Porque hace falta
estar siempre comprendiendo lo que el corazón quiere manifestar. Si dejamos de escuchar a nuestro
corazón, la conversión también cesa. La palabra “conversión” viene de “metanoia”, que en griego quiere
decir “cambio de mentalidad”. Dios nos da la conversión por la gracia y nosotros le retribuimos con acciones.
No es un camino fácil: el trabajo es semejante al de transformar un desierto en un huerto; pero si la gente
lo permite, el Espíritu Santo se hace cargo de esto.”
De la vida
Tal vez usted diga: “En fin, mi vida no va exactamente de acuerdo con mis expectativas”.
Si, en cambio, la vida le preguntara: “¿Qué has hecho tú por mí?”, ¿cuál sería su respuesta?
No sirve querer acortar el camino: es necesario equilibrar el Rigor y la Misericordia, la disciplina y la entrega.
Nada se da sin esfuerzo, ni siquiera los milagros. Para que un milagro tenga lugar es necesario tener fe.
Para tenerse fe es necesario vencer la barrera de los prejuicios. Para derrumbar barreras hace falta tener
coraje. Para tener coraje es necesario dominar el miedo. Y así sucesivamente.
Vamos a hacer las paces con nuestros días. Es necesario no olvidar que la vida está de nuestro lado.
También ella quiere mejorar. Vamos a ayudarla.
Las resoluciones
Judith se considera llena de defectos y decide mejorar. Pero no es su Leyenda Personal la que la empuja en
este sentido; la sociedad dice que existe un modelo de crecimiento que es necesario seguir.
Al final del año, Judith hace una lista de decisiones para el año siguiente. Los primeros días de enero son
fáciles; ella se atiene a la lista, hace cosas que había venido aplazando. En febrero, ya no tiene la misma
disposición y la lista comienza a fallar. Cuando llega marzo, Judith ya había quebrado todas las promesas
hechas en Año Nuevo y comienza a sentirse pequeña, incapaz y culpable, y así sigue hasta la última semana
del año. Cuando –finalmente- esta semana llega, ella nuevamente hace las promesas y el ritual se repite.
No debemos tratar de mejorar en base a lo que los demás esperan de nosotros, Judith, sino descubrir lo que
esperamos de nosotros mismos. Ahí no es necesario prometer nada porque cambiamos con placer y alegría.
Las caminatas
Dos hombres caminan por la playa. Uno de ellos lo hace porque, en virtud de ciertos problemas cardíacos, el
médico le había recomendado los paseos matinales. El otro está ahí porque las caminatas son uno de los
grandes placeres de su vida.
El hombre con problemas cardíacos comenta: “¡Cómo me gustaría que esto se terminara pronto! ¡Es
aburridísimo caminar por la playa!”. El otro no entiende el comentario; para él, las caminatas son algo
placentero.
El hombre con problemas en el corazón podía sacar provecho de lo que le acontecía en su vida. Cualquier
actividad tocada por el amor, es motivo de placer y júbilo.
Pero él no lo ve así; la caminata es un tratamiento médico, nada más. Por eso, su hora y media de alegría
se transforma en un suplicio y un tormento.
Definiciones
Dos maestros indios y un grafitti definen el amor:
Osho: “Dar amor es la experiencia real, en el propio sentido de la palabra, porque usted se comporta como
un emperador. Implorar amor es una experiencia de mendigo. No haga como los mendigos; sea siempre un
emperador.”
Nisargadatta Maharaj: “El sufrimiento viene del deseo. Y el sentimiento de unidad nunca puede ser
frustrado. El que se frustra es el deseo de reconocimiento. Como todas las cosas puramente mentales, este
deseo es una trampa.”
Escrito en un paredón de Buenos Aires (y anotado por Fabiana Riboldi).: “Si amas a alguien, déjalo en
libertad. Si vuelve, es porque lo necesitaba. Si no vuelve, es porque lo necesitaba.”
El monumento
“Mira qué monumento interesante”, dijo Robert.
El sol de finales de otoño comienza a descender. Estamos en Saãsbruck, en Alemania.
“No veo nada”, respondo. “Apenas una plaza vacía.”
“El monumento está bajo tus pies”, insiste Robert.
Miro para abajo: la calzada está hecha de lajas iguales, sin ninguna decoración especial. No quiero
decepcionar a mi amigo, pero sigo sin ver nada más que aquella plaza.
Robert me explica:
“Se llama El Monumento Invisible. Grabado en la parte de abajo de cada una de estas piedras, está el
nombre de algún lugar en el que fueron asesinados judíos. Artistas anónimos crearon esta plaza durante la
Segunda Guerra y han ido añadiendo lajas a medida que se descubrían nuevos lugares de exterminio.
Aunque nadie lo viera, aquí eran guardados los testimonios.”
La pregunta
“La sociedad logra perdonar al criminal, pero jamás perdona al soñador”, dijo Oscar Wilde. Sin embargo, la
ley universal nos obliga a soñar. Es importante pensar siempre en esto.
Nunca deberíamos preguntar al otro: “¿Qué haces en la vida?” La pregunta de una persona sensible debería
ser: “¿Estás siéndole fiel a tus sueños?”
Al decir esto colocamos en el aire la responsabilidad de una respuesta. Obligamos a que el otro reflexione
sobre la importancia de sus movimientos. Forzamos una pausa en la confusión cotidiana y encaramos de
frente la existencia.
Al preguntar, también se nos hace necesario responder.
Somos una manifestación del pensamiento de Dios. Él espera que nuestra vida sea digna de ello.
Conocer el objetivo
El yogui Raman era un verdadero maestro en el arte del arco y la flecha. Cierta mañana, invitó a su discípulo
más querido a asistir a una demostración de su talento. El discípulo ya había visto aquello más de cien veces
pero –así y todo- se preparó para obedecer al maestro.
Fueron al bosque cercano al monasterio: al llegar frente a un bello roble, Raman retiró una de las flores que
traía en su collar y la colocó en una de las ramas del árbol.
Enseguida, abrió sus alforjas y sacó tres objetos: su magnífico arco de madera preciosa, una flecha y un
lienzo blanco, bordado con diseños en lilas.
El yogui entonces se ubicó a una distancia de cien pasos del lugar donde había colocado la flor. Una vez
frente a su blanco, le pidió al discípulo que lo vendara con el lienzo bordado.
El discípulo hizo lo que el maestro le había ordenado.
-¿Cuántas veces me has visto practicar el noble y antiguo deporte del arco y la flecha? - preguntó.
-Todos los días –respondió el discípulo. –Y siempre lo vi acertar en la rosa, a una distancia de trescientos
pasos.
Con los ojos cubiertos por el lienzo, el yogui Raman afirmó sus pies en la tierra, distendió el arco con toda
su energía –apuntando en dirección de la rosa colocada en las ramas del roble- y disparó.
La flecha cortó el aire, provocando un ruido agudo, pero ni siquiera tocó el árbol y erró el blanco por una
distancia abrumadora.
-¿Acerté? –dijo Raman, retirando el lienzo que le cubría los ojos.
-Ha errado y por un amplio margen –respondió el discípulo. –Creo que quería mostrarme el poder del
pensamiento y su capacidad de hacer cosas mágicas.
-Te he dado la lección más importante sobre el poder del pensamiento –respondió Raman. –Cuando deseas
una cosa, únicamente concéntrate en ella: nadie jamás será capaz de dar en un blanco que no consigue ver.
La victoria
En la época en que trabajaba en el Sahara como piloto de un avión postal, el escritor Saint-Exupéry hizo una
colecta entre sus amigos de la base aérea; un empleado marroquí deseaba volver a su ciudad natal.
Consiguió juntar mil francos. Uno de los pilotos transportó al empleado hasta Casablanca y cuando volvió
contó lo que había sucedido: “No bien llegó, se fue a comer al mejor restaurante, distribuyó generosas
propinas, le pagó bebidas a todos. Con el dinero que sobró, compró muñecas para las niñas de su aldea.
Este hombre no tiene el menor sentido de la economía.”
“Al contrario”, le respondió Saint-Exupéry. “El sabe que la mejor inversión del mundo es la gente. Al gastar
de esa manera, consiguió nuevamente ganar el respeto de sus coterráneos, que seguramente le van a dar
trabajo. Al final de cuentas, sólo un vencedor puede ser tan generoso.”
La pasarela
Françoise es cantante de ópera. Caminamos juntos por la margen del río que baña a Strasburgo.
Conversamos sobre la necesidad que el hombre tiene de comprenderse a sí mismo. En un momento dado
pasamos cerca de una pequeña pasarela que cruza el río y Françoise me dice:
“Hay quienes pueden construir puentes entre los seres humanos. Sus esfuerzos repercuten durante muchos
años y ayudan a que la raza humana crezca. Todo lo que yo tengo para compartir, sin embargo, es la
belleza de la música. Cuando estoy en el escenario, un lazo fino –aunque suficientemente fuerte- me
permite comunicar la poesía de quien escribió las arias. La belleza nos ayuda a estar más cerca de Dios. Esta
puede no tener la fuerza de un puente, pero tiene la utilidad de una pasarela que
-aunque parezca frágil- cumple su misión de transportar a los hombres por sobre las aguas turbulentas.”
El diseño
Voy viajando en coche con Moebius, el ilustrador de El Alquimista en Francia. Llueve y Moebius dibuja en los
vidrios empañados.
“En algunas ocasiones, el pesimismo puede ser una gran fuerza de transformación”, dijo él. “De tanto
observar el lado oscuro de la vida, la gente acaba en el fondo del pozo. Pero, en medio de la oscuridad total,
algo tranquilizador sucede.
Ya saben que no pueden caer más bajo. Sólo les queda una alternativa: comenzar a subir. Entonces los
valores cambian, la esperanza renace y el camino de vuelta se recorre con sabiduría.”
Creo que es un proceso en el cual los riesgos son exageradamente grandes. Si vislumbramos la luz, es
mejor dejar todo y seguirla. Pero Moebius piensa diferente y yo decidí registrarlo aquí.
La vejez
Ana Cintra cuenta que su hijo pequeño –con la curiosidad de quien oyó una palabra nueva pero no entendió
su significado- le preguntó:
“Mamá, ¿qué es vejez?”
En una fracción de segundo antes de responder, Ana hizo un verdadero viaje al pasado. Se acordó de los
momentos de lucha, de las dificultades, de las decepciones. Sintió todo el peso de la edad y de la
responsabilidad sobre sus hombros.
Se volvió para mirar al hijo, que –sonriendo- esperaba su respuesta.
“Mira mi rostro, hijo”, dijo ella. “Esto es la vejez.”
E imaginó al jovencito mirando sus arrugas y la tristeza en sus ojos. Cuál no fue su sorpresa cuando,
después de algunos instantes, el niño le dijo:
“¡Mamá! ¡Qué bonita es la vejez!”
Sócrates en el mercado
Al filósofo Sócrates, que causó una verdadera revolución en el pensamiento del hombre (y por ello fue
condenado a muerte), se lo veía siempre paseando por el mercado principal de la ciudad.
Un día, uno de sus discípulos le preguntó:
“Maestro, hemos aprendido con usted que todo sabio lleva una vida simple. Pero usted no tiene ni siquiera
un par de zapatos.”
“Correcto”, respondió Sócrates.
El discípulo continuó: “Sin embargo, todos los días lo vemos en el mercado principal, admirando las
mercancías. ¿Podríamos juntar algún dinero para que pueda comprarse algo?”
“Tengo todo lo que deseo”, respondió Sócrates. “¡Pero me encanta ir al mercado para descubrir que sigo
siendo completamente feliz sin todo ese amontonamiento de cosas!”
La opinión en contra
Cuando uno comienza a hacer alguna cosa siempre aparece alguien opinando en contra. Si uno logra
sobreponerse a las primeras dificultades, la “opinión en contra” crece.
Es necesario saber sacarle provecho a esto. No se gana nada con querer agradar a todo el mundo. Sólo los
mediocres lo consiguen y, aun así, a costa de mucho sacrificio personal.
Tampoco sirve de nada quedar resentido u odiar a quien no lo ama. Convénzase de que esto forma parte del
trabajo. Use la energía de la “opinión en contra” para adiestrar su voluntad, para ser más profundo y más
serio en lo que está haciendo. Aproveche.
Sin embargo, si este tipo de actitud lo aparta de su camino, es porque ese no era su camino. Si lo fuera,
sólo la mano de Dios podría plantearle algún obstáculo.
Los desafíos
Acepte los desafíos. Y no olvide: existen momentos en la vida en que necesitamos más de la bravura que de
la prudencia. Ciertas decisiones necesitan ser tomadas al calor de la emoción.
Sin embargo, nos estamos acostumbrando a decir: “Hay que tener calma. Tengo que estar preparado para
esto.”
Nadie consigue prepararse adecuadamente para nada. Hay muchas cosas que pueden planearse, pero no
siempre es lo mejor que la vida puede ofrecernos. Una aventura mágica –donde todo conspira para
ayudarnos a dar un gran salto sobre el abismo- siempre aparece de improviso y desaparece con rapidez. Su
presencia fue el resultado de un trabajo invisible que realizamos sin darnos cuenta. Es tomarla o dejarla
para siempre.
Claro que podemos caer al abismo. ¿Pero qué, en esta vida, no implica riesgos?
El perdón
Dos ex presos políticos argentinos se encontraron, después de muchos años sin haber estado en contacto.
Se sentaron en un bar de la Avenida de Mayo y comenzaron a recordar los años negros de la represión,
cuando la gente desaparecía sin dejar rastros. A cierta altura, uno le preguntó al otro:
- ¿Cuánto tiempo estuviste preso?
- Dos años –fue la respuesta. –Sufrí torturas que jamás imaginé. Vi cómo violaban a mi mujer adelante mío.
Pero los responsables ya están presos y condenados.
- Estupendo. ¿Y tu alma ya los perdonó?
- ¡Claro que no!
- Entonces, todavía seguís siendo su prisionero.
La enseñanza
Una madre llevó a su hijo con el Mahatma Gandhi y le imploró: “Por favor, Mahatma, pídale a mi hijo que no
coma azúcar.” Gandhi, después de una pausa, le dijo: “Tráeme a tu hijo de aquí a dos semanas.”
Dos semanas después, ella volvió con el hijo. Gandhi miró muy hondo en los ojos del niño y le dijo: “No
comas azúcar.”
Agradecida –aunque perpleja- la mujer le preguntó: “¿Para qué me pidió dos semanas? ¡Podría haberle
dicho lo mismo la primera vez que lo traje!”
Y Gandhi respondió: “Hace dos semanas, yo estaba comiendo azúcar.”
Mirar el océano
Careimi Assmann cuenta: Diego no conocía el mar. Santiago Kovladoff lo llevó a descubrir el océano.
Durante días viajaron hacia el sur. Una tarde, Santiago le dijo a Diego: “Detrás de aquellas dunas está el
mar.”
El corazón del jovencito latía de emoción. Subió corriendo los médanos, sin esperar a nadie y, de repente, se
encontró frente al océano.
Fue tanta la inmensidad, fue tanto el fulgor, que el niño se quedó mudo. Cuando logró recuperar la voz,
tartamudeó:
“¡Es muy grande! ¡Ayúdame a mirarlo!”
El maestro dice al respecto: “Así como nadie puede ayudarnos a mirar el océano, no podemos usar los ojos
de nadie para entender o percibir qué pasa con nosotros”.
Los tesoros
El maestro sufí Abu Muhammad al-Jurayry solía decir:
“La religión posee diez tesoros que nos enriquecen. Son cinco interiores y cinco exteriores: todos aquellos
que siguen el camino espiritual deben ser concientes de ello.
He aquí los tesoros interiores: la capacidad de ser verdadero, la despreocupación por los bienes personales,
la humildad en la apariencia, el equilibrio para evitar dificultades con los demás y la fuerza para resistir.
He aquí los tesoros exteriores: descubrir un Amor supremo, despertar el deseo de estar junto a este Amor,
tener inteligencia para ver las propias faltas, estar conciente de todo lo que acontece en la vida y sentir
agradecimiento por las bendiciones recibidas.”
Escuchando el Corán
Sadi de Shiraz cuenta que cuando era niño acostumbraba rezar con su padre, tíos y primos. La familia se
reunía todas las noches para escuchar un fragmento del Corán, el texto sagrado del Islam.
Una de esas noches, mientras su tío leía un pasaje del libro, Shiraz reparó en que la mayoría de los
presentes dormía. Entonces le comentó a su padre:
- Ninguno de estos dormilones es capaz de prestar atención a las palabras del profeta. ¡Jamás llegarán a
Dios!
Y el padre le respondió:
- Hijo mío querido, busca tu camino con fe y deja que cada uno cuide de sí mismo. Quién sabe, tal vez en
sus sueños están conversando con Dios. Yo hubiera mil veces preferido que tú estuvieras dormido como
ellos, en vez de tener que escuchar este duro juicio tuyo y tu condena.
Página en construcción
Dios dejó varias cosas por terminar para que el hombre pudiera ejercer sus habilidades.
Dejó la electricidad en las nubes y el petróleo en lo más profundo de la tierra.
Creó ríos sin puentes, bosques sin caminos, campos sin casas.
Dejó las pinturas fuera de los cuadros, los sentimientos para que fueran descritos, las montañas para que
fueran conquistadas, los problemas para que fueran resueltos.
Dios dejó varias cosas por terminar para que el hombre pudiera compartir la alegría de la creación.
(Encontrado en Internet)
El odio y el perdón
El rabi Nahum, de Chernobyl, era ofendido continuamente por un comerciante. Un día, los negocios de este
comerciante comenzaron a ir muy mal.
“Debe ser el rabino, que está pidiendo venganza a Dios”, pensó. Y fue a pedirle disculpas a Nahum.
-Lo perdono con el mismo espíritu que usted me lo pide –respondió el rabino.
Pero las pérdidas del hombre aumentaban cada vez más, hasta que quedó reducido a la miseria. Los
discípulos de Nahum, horrorizados, fueron a preguntarle qué había ocurrido:
-Yo lo perdoné, pero él continuó odiándome en lo más hondo de su corazón –dijo el rabino. – Entonces, su
odio contaminó todo lo que hacía y el castigo de Dios se volvió aún más severo.
El elefante y la cuerda
He aquí el procedimiento adoptado por los entrenadores de circo para que los elefantes jamás se rebelen –y
yo sospecho que lo mismo pasa con mucha gente-.
Cuando es una criatura, el bebé elefante es amarrado, con una cuerda muy gruesa, a una estaca
firmemente clavada en el piso. Éste trata de soltarse muchas veces, pero sus fuerzas no son suficientes para
hacerlo.
Un año más tarde, la estaca y la cuerda siguen siendo suficientes para mantener al pequeño elefante preso;
éste sigue tratando de soltarse, sin conseguirlo. A esta altura, el animal ya ha comprendido que la cuerda
siempre será más fuerte que él,y desiste de sus iniciativas.
Cuando llega a la edad adulta, el elefante todavía se acuerda de que, por mucho tiempo, gastó sus energías
inútilmente, tratando de escapar de su cautiverio. A esta altura, el entrenador puede amarrarlo con un soga
pequeña, a un cubo de basura, que ya no tratará más de liberarse.
Ryokan y el ladrón
Ryokan era incapaz de acusar a nadie. Aún siendo un gran maestro del budismo zen, jamás se consideró
mejor que los demás.
Uno de sus discípulos le pidió que hablara con el hermano salteador, que aterrorizaba la ciudad. Ryokan fue
hasta la casa del bandido y pasó la noche entera con él.
No cambiaron una sola palabra.
Por la mañana, el salteador ayudó a Ryokan a atar sus sandalias. Al hacerlo, las lágrimas del hombre
comenzaron a lavar sus pies.
-Nunca tuve la compañía de un sabio –dijo, entre sollozos. –Sólo de otros salteadores como yo o de policías
que me querían condenar. Si Ryokan pasó una noche conmigo, es porque todavía debo valer algo.
Y a partir de ese día, este hombre nunca más cometió un crimen.
Conocer el objetivo
El yogui Raman era un verdadero maestro en el arte del arco y la flecha. Cierta mañana, invitó a su discípulo
más querido a asistir a una demostración de su talento. El discípulo ya había visto aquello más de cien veces
pero –así y todo- se preparó para obedecer al maestro.
Fueron al bosque cercano al monasterio: al llegar frente a un bello roble, Raman retiró una de las flores que
traía en su collar y la colocó en una de las ramas del árbol.
Enseguida, abrió sus alforjas y sacó tres objetos: su magnífico arco de madera preciosa, una flecha y un
lienzo blanco, bordado con diseños en lilas.
El yogui entonces se ubicó a una distancia de cien pasos del lugar donde había colocado la flor. Una vez
frente a su blanco, le pidió al discípulo que lo vendara con el lienzo bordado.
El discípulo hizo lo que el maestro le había ordenado.
-¿Cuántas veces me has visto practicar el noble y antiguo deporte del arco y la flecha? - preguntó.
-Todos los días –respondió el discípulo. –Y siempre lo vi acertar en la rosa, a una distancia de trescientos
pasos.
Con los ojos cubiertos por el lienzo, el yogui Raman afirmó sus pies en la tierra, distendió el arco con toda
su energía –apuntando en dirección de la rosa colocada en las ramas del roble- y disparó.
La flecha cortó el aire, provocando un ruido agudo, pero ni siquiera tocó el árbol y erró el blanco por una
distancia abrumadora.
-¿Acerté? –dijo Raman, retirando el lienzo que le cubría los ojos.
-Ha errado y por un amplio margen –respondió el discípulo. –Creo que quería mostrarme el poder del
pensamiento y su capacidad de hacer cosas mágicas.
-Te he dado la lección más importante sobre el poder del pensamiento –respondió Raman. –Cuando deseas
una cosa, únicamente concéntrate en ella: nadie jamás será capaz de dar en un blanco que no consigue ver.
Esta historia se la atribuye al gran rabino Bal Shen Tov. Cuéntase que se encontraba en lo alto de una
colina, con estudiantes, cuando vio a un grupo de cosacos atacar la ciudad y masacrar a la gente.
Al ver a muchos de sus amigos, allá abajo, muriendo y pidiendo misericordia, el rabino exclamó:
-¡Ah, si yo pudiera ser Dios!
Un discípulo, escandalizado, se volvió hacia él:
-Maestro, ¿cómo se atreve a proferir semejante blasfemia? ¿Quiere decir que, si usted fuera Dios, actuaría
de manera diferente? ¿Quiere decir que usted considera que Dios muchas veces está equivocado?
El rabino miró a los ojos de su discípulo y dijo:
-Dios siempre tiene razón. Pero si yo pudiera ser Dios, sabría entender lo que está sucediendo.
Sin pestañear
Durante una guerra civil en Corea, un general avanzaba implacablemente con sus tropas, tomando provincia
tras provincia y destruyendo todo lo que encontraba a su paso. Los habitantes de una ciudad, al saber que
el general se acercaba –y habiendo oído historias de su crueldad- huyeron para una montaña de los
alrededores.
Las tropas encontraron las casas vacías. Después de mucho revisar, descubrieron a un monje zen que había
permanecido en su sitio. El general ordenó que se presentara ante él, pero el monje no obedeció.
Furioso, el general lo fue a buscar:
-¡Tú no debe saber quién soy yo! –vociferó. –¡Yo soy aquel que es capaz de atravesar tu pecho con mi
espada, sin pestañear!
El maestro zen se dio vuelta y respondió serenamente:
-Tú tampoco debe saber quién soy yo. Yo soy aquel que es capaz de ser atravesado por una espada, sin
pestañear.
Al oir esto, el general se inclinó, hizo una reverencia y se retiró.
Sin resultados
El místico Ramakrishna comenzó a dedicarse a la vida espiritual a la edad de dieciséis años. Al principio,
lloraba amargamente porque no obtenía ningún resultado a pesar de su dedicación al trabajo en el templo.
Cuando más tarde explicaba esta etapa de su vida, decía:
-Si un ladrón pasara la noche en una sala, con nada más que una pared angosta que lo separara de un
cuarto repleto de oro, ¿podría dormir? Se quedaría desvelado toda la noche, haciendo planes. Cuando yo era
joven, mi deseo de Dios era más ardiente que el deseo del ladrón por ese oro y me costó mucho aprender la
virtud más importante en la búsqueda espiritual: la paciencia.