Terremoto de San Salvador de 1917

desastre natural con la erupción volcánica occurido en la capital de El Salvador

Los Terremotos de San Salvador de 1917 ocurrieron el día 7 de junio, y fueron originados por la erupción del volcán de San Salvador. El epicentro tuvo una profundidad superficial,[4]​ y fue producido por fallas locales.[5]​ Es el primer evento telúrico que ha causado más de mil muertes en El Salvador,[6]​ y el segundo en muertes después del Terremoto del año 1986. Según el Índice de Explosividad Volcánica las erupciones del volcán de San Salvador son escala 5, mientras que la erupción de 1917 fue (IEV-3).[7]

Terremoto de San Salvador de 1917
6,7 en potencia de Magnitud de Momento (MW)
San Salvador - Terremoto de 1917
Imagen de los escombros en Matasellada Via Zacapa de San Salvador.
Parámetros
Fecha y hora 7 de junio de 1917 (107 años)
18:55:30 hora local (UTC-6)
Profundidad 10 km
Duración 1 minuto[2]
Coordenadas del epicentro 13°45′00″N 89°16′01″O / 13.75, -89.267
Consecuencias
Zonas afectadas San Salvador, y varios municipios de La Libertad y Sonsonate[3]
Mercalli VIII (Severo)[1]
Víctimas 1.050 muertos (Terremoto)
1,100 muertos (erupción)
100 muertos (incendio)
90,000 damnificados

Relación de hechos

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De acuerdo a una conclusión del investigador David J. Guzmán, hacia el año 1883 el volcán de San Salvador se encontraba "totalmente extinguido". Sin embargo, a finales de mayo y principios de junio de 1917, una serie de temblores fueron percibidos en la ciudad capital de San Salvador con epicentros de varios orígenes, los cuales fueron el preludio de un terremoto ocurrido a eso de las 18 horas y 55 minutos con 30 segundos del día 8 de junio cuando se da el primer terremoto de 6.7 magnitud (6,5 MS),[8]​ que mato a 1,050 personas. Este sismo fue muy fuerte y largo y ocurrió cuando era celebrado el Corpus Christi. El sismo también causó daños en las poblaciones de Armenia, San Julián, Sacacoyo, Tepecoyo, Ateos, San Salvador Quezaltepeque, Nejapa y otros lugares asentados a lo largo de la Cadena Costera y volcánica de El Salvador. Luego del terremoto se registró un incendio de gran proporción en la ciudad matando a 100 personas, mientras en Quezaltepeque murieron 40 personas por el sismo.[9][10]

Los sismos continuaron, pero a las 19 h y 30 minutos se produjo otro de gran intensidad (6,4 MS)[8]​ de 6.4 magnitud que derribó casas y edificios ya destruidos por el primer terremoto en la capital .[10]​ A las 20 horas y 11 minutos, en la Loma del Pinar, en el "borde boreal del Boquerón",[10]​ se abrieron grietas por las cuales se expelió humo y emanó magma incandescente que originó, de acuerdo a informe de Jorge Lardé y Arthés, un "manto de 2 km de largo, de 250 a 250 m de ancho y de 2 a 3 m de espesor, algo así como 800.000 m cúbicos de lava y escorias".[10]

Para las 20 horas y 45 minutos acaeció otro sismo, el cual coincidió con una nueva erupción del volcán de San Salvador a través de los cráteres denominados Los Chintos,[3]​ "del cual se derramó impetuosa una colada de materiales piroclásticos, hacia el Norte". El manto de lava arrasó viviendas y extensas áreas de montañas, y cortó un trayecto de la línea férrea entre Quezaltepeque y Sitio del Niño. La actividad en este cráter permaneció hasta el 10 de junio.[10]

El investigador Jorge Lardé y Arthés verificó el aumento de la temperatura en la laguneta del cráter de El Boquerón, la cual, para el día 28 de junio, estaba totalmente extinguida. Posteriormente, en ese lugar hubo explosiones que arrojaron columnas de lodo "de hasta 200 m de altura", y erupciones de materias incandescentes que terminaron formando un pequeño cono de 35 m de elevación. La actividad eruptiva del volcán terminó hacia el mes de noviembre.[10]​ El saldo del siniestro dejó 1.050 personas fallecidas por el terremoto y 1,100 muertos por la erupción, 500 por la lava 200 por los flujos piroclasticos, y 100 por los lahares de lodo caliente; pero el día 10 de junio un río de lava mato a 300 personas más, y también causó una cantidad indeterminada de heridos, y daños materiales que, según el investigador Carlos Cañas Dinarte: "de cerca de las 9.000 casas componentes de la ciudad capital, solo 200 quedaron intactas".[11]

 
Edificio de la Logia Masónica.

Carlos Meléndez, presidente de El Salvador en esos años, expresó:

Mañana resurgirá San Salvador y resurgirán más lozanos los campos que hoy conmovió con ruinas la naturaleza...Nos une en este momento el amor a la Patria en campo de labor reconstructora, y las energías que de sobra tenemos para otras empresas, las emplearemos en esta que no enciende nuestros corazones en ímpetus e guerra, sino en ternuras para la República, para su capital gallarda y legendaria y para nuestros pueblos hermanos que padecen rigores del volcán, que si ayer fue símbolo de nuestro ardimiento, es hoy hoguera en que quemamos nuestras mezquinas pasiones, para que del fuego, como incienso puesto en él, suba a los cielos el humo santo del amor al trabajo, de la solidaridad y del deber.
Publicado en el Diario Oficial del martes 12 de junio de 1917, Tomo 82, número 132, p. 1114.[12]

Por otra parte, los materiales que predominaban en las viviendas de la ciudad (adobe, concreto y bahareque) sucumbieron ante los sismos, y sobrevivieron las de material más ligero, como la lámina, que empezó a predominar en los años siguientes, ya que sería fomentado su uso por el mismo Gobierno, siendo importada desde Francia y Bélgica. De hecho, algunos edificios que quedaron de pie eran de dicho material, como la Basílica del Sagrado Corazón e Iglesia San Esteban, o el Hospital Rosales, compuesto de lámina troquelada.[13]

En un principio, los vecinos de San Salvador adjudicaron la erupción al cono llamado El Jabalí, y por ello se popularizaron estos versos:


Siete de junio
noche fatal,
bailó el tango
la Capital...
- ¿Quién te botó?
-!Yo me caí!
por ir huyendo
del Jabalí!

Testigo del siniestro fue el escritor colombiano Porfirio Barba Jacob, que dejó sus impresiones en el libro El terremoto de San Salvador: narración de un superviviente. El sismo de las 18:55 h lo narra de esta manera:

Y es entonces cuando empieza la tragedia inenarrable. Se oye, lejano, lejano, un retumbo que se dilata sordamente, semejante a una tempestad que va conmoviendo montañas. La tierra entera se sacude, y su primer ímpetu hace balancear otra vez los focos eléctricos y apaga las luces de la ciudad. El edificio del hospital cruje todo como si ya fuese a desplomarse: La Escuela de Medicina se sacude con traqueteos que aparecen anunciar su caída. Sentimos que revientan las raíces de los árboles. Y pasan por debajo de nuestros pies una onda que nos da frío y hace erizar nuestros cabellos.
A este movimiento sucede otro, y el terror aumenta a cada vaivén de la tierra y de las cosas. La línea de la montaña de Occidente ondula con tal violencia que aquello parece ya la hora apocalíptica.[14]

Referencias

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Bibliografía

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