Poema narrativo y novela epistolar, Beatriz Espejo Díaz tardó poco más de medio siglo en plasmar literariamente su reciente libro Los eternos dioses.
Publicado por Editorial Lectorum, esta obra histórica de impecable prosa, desarrollada en 158 páginas por la afamada novelista y ensayista veracruzana, versa sobre Cornelia, La africana, hija de Escipión El africano, madre de los reformadores Cayo y Tiberio Graco.
Fue la primer mujer a quien Roma Antigua le erigió una estatua alrededor del año 115 antes de Cristo.
–Mira, yo admiro mucho a las mujeres que saben educar a sus hijos; creo que, por lo menos en México, mucha de la educación de los hijos recae en la madre. Y en este caso Cornelia dio al mundo dos héroes trágicos que fueron figuras históricas trascendentales: los hermanos Cayo y Tiberio Graco.
–También una hija, Sempronia, seguidora del pensamiento aristotélico, casada con su primo Escipión Emiliano y amante de Ihlio, como usted sugiere.
–Sí, a la que Cornelia, su madre, siempre vio en segundo plano. Cornelia tuvo 12 hijos y nomás le vivieron ellos tres. Pertenecía al partido aristocrático pero se casó con Tiberio Sempronio Graco, quien era del partido popular, del pueblo, y sus hijos Cayo y Tiberio fueron tribunos del pueblo. Es una mujer especial que pasó a la posteridad como la más culta de su tiempo.
En entrevista en su casa de Cuajimalpa, de tipo colonial mexicano, donde Espejo vivió casi cuatro décadas con su segundo marido, el crítico jalisciense Emmanuel Carballo (1929-2014), a sus 83 años prepara su biografía. Con mirada de luz húmeda desvela:
“Toda la gente tiene derecho a