(Foto: Archivo Histórico)
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/ LORENZO NAVARRO

Aun antes de que irrumpiera la actual pandemia, la educación en el Perú estaba en crisis. El COVID-19 la ha golpeado más: se estima que un 45% de los estudiantes ha dejado de participar en clases a distancia y miles de escuelas privadas han cerrado debido a regulaciones estatales y al colapso de la economía.

Más de 100.000 alumnos de escuelas privadas se han trasladado a escuelas públicas. La ola de estudiantes que en las últimas décadas huyeron de los colegios públicos hacia los privados parece haberse revertido. Cuando haya terminado la crisis sanitaria, la educación en el Perú estará en peores condiciones que cuando comenzó la pandemia. Habrá más concentración en el sistema estatal y menos opciones educativas.

No debería haber sido así. Ojalá la crisis sirva para reconsiderar reformas educativas necesarias como está ocurriendo en Estados Unidos. Allí, a raíz de la pandemia, está surgiendo el interés en opciones educativas que van más allá de la educación estatal. Las escuelas privadas se han mostrado mejor preparadas para dar clases remotas y hasta presenciales que las públicas. Una encuesta indica que el 17% de los padres que han desmatriculado a sus hijos de las escuelas públicas tienen la intención de no volver a ellas.

Cada vez más, los padres se preguntan por qué el dinero público tiene que financiar instituciones públicas que proveen educación (frecuentemente de baja calidad) en vez de financiar la educación de los estudiantes. Es decir, en vez de proveer la educación en forma de monopolio estatal, por qué no proveer los fondos a los alumnos para que sus padres escojan la mejor opción educativa, sea una escuela pública o privada. Otra alternativa que incrementa la libertad de elegir es dar facilidades impositivas para que individuos, fundaciones o empresas otorguen becas educativas que beneficien a los más necesitados.

En EE.UU. existen esas opciones, pero son limitadas. Los intereses políticos han bloqueado hasta donde pueden cambios al anticuado sistema educativo nacional que, como en prácticamente todos los países del mundo, tiene sus raíces en el modelo prusiano del siglo XIX. No obstante, existe suficiente experiencia allí y alrededor del mundo como para reconocer lo que nos dice la preponderancia de la data: los escolares que optan por la educación privada obtienen ventajas académicas comparados con los que se quedan en las escuelas públicas.

En años recientes, la evidencia ha sido menos clara. El estado de Louisiana, por ejemplo, experimentó resultados pobres a pesar de una reforma educativa que buscaba mayores opciones educativas y mantener estándares altos en las escuelas privadas. Como en toda reforma, sin embargo, importa su diseño. Los expertos Lindsey Burke y Jason Bedrick comparan la reforma de Louisiana con la de Florida, donde no se intentó regular el precio, las reglas de la matriculación o la acreditación de las escuelas privadas, y demuestran que los resultados positivos allí se deben en gran parte a que se evitó la sobrerregulación de Louisiana.

A veces se esboza la preocupación de que, si el dinero público se destina a los estudiantes en escuelas privadas, la situación de las escuelas públicas solo empeorará. El experto Matt Ladner explica que tiene poco fundamento esa crítica. De los 26 estudios que examinan el impacto de las reformas que incrementan la libertad de elegir en la educación sobre los resultados académicos en las escuelas públicas, 24 encontraron que, a mayor libertad de elegir, mejores son los resultados en las escuelas públicas. La competencia con las escuelas privadas está mejorando la calidad de las escuelas públicas.

En el Perú deberíamos aplicar las lecciones que ofrece la experiencia global con incrementos en la libertad educativa.

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