Editorial El Comercio

Dos días atrás, el alcalde de , , difundió un comunicado en sus redes sociales atacando a este y otros diarios por una información divulgada previamente. “El caos del tráfico [en Lima]”, se lee en la mentada publicación, “es originado por la corrupción apañada por los pasquines mermeleros El Comercio, La República y otros”. Una corrupción que, según dice, “no ha permitido cerrar la brecha de infraestructura vial en Lima, la cual estamos solucionando en esta gestión [sic]”.

El burgomaestre respondía así a un informe publicado por este Diario sobre el pedido que su gestión le hizo días atrás a la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y el Callao (ATU) para que el vehículo en el que se transporta pueda hacer uso de las vías exclusivas del Metropolitano. El argumento con el que justifica su pedido es que la congestión vehicular, especialmente en los accesos al Centro de Lima, no permite cumplir con la agenda de esa municipalidad. Resulta, sin embargo, que ese tipo de autorizaciones puede ser concedido solo en determinadas circunstancias, de acuerdo con el protocolo que rige la circulación temporal y excepcional en esas vías (que ya permite, por ejemplo, que estas sean usadas por ciertos cargos policiales o del Cuerpo General de Bomberos, por obvias razones), pero que, en el caso de la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML), sencillamente no se cumplen.

Como detalle irónico, cabe anotar que el caos vehicular que el alcalde alude que le impide acudir a tiempo a los lugares en los que, según él mismo, su presencia es requerida de forma urgente no es ajeno a sus responsabilidades como autoridad. Pero, en lugar de abocarse a la solución del problema, él intenta exonerarse de sus consecuencias.

Hay que decir, además, que la forma en la que el señor López Aliaga decidió responder a nuestro informe es algo a lo que la ciudadanía ya está acostumbrada a esperar de su parte: el insulto. En el comunicado que mencionamos al inicio, por ejemplo, él no solo no refuta los argumentos expuestos en nuestra nota (solo dice que necesita “protección, puesto que está enfrentando a mafias internacionales criminales, como Odebrecht y OAS y mafias locales”), sino que le atribuye a este y otros diarios la condición de ‘mermeleros’, un término que en la jerga periodística alude a la entrega soterrada de dinero a cambio de un manejo o un sesgo en la línea informativa de un medio que quien formula debería estar en condiciones de probar.

Ocurre, por otra parte, que este Diario ha prestado atención al problema del transporte como quizás ningún otro. Hemos puesto en evidencia las auténticas mafias que imperan entre quienes brindan irregularmente ese servicio, por lo que en más de una ocasión nuestros periodistas han sido amenazados. Y también, por cierto, hemos informado sobre varias ‘perlas’ de la gestión del señor López Aliaga en la materia, entre las que se encuentran su intento de empadronar a los colectiveros de la avenida Arequipa (que suelen operar quebrando todas las normas de tránsito posibles y agrediendo a los inspectores), el nombramiento de un presidente de Emape que cargaba con tres denuncias policiales por conducir en estado de ebriedad (al que luego increíblemente ‘recicló’ como asesor) o la difusión de proyectos de transporte que ni siquiera cuentan con sustento técnico.

De eso, por supuesto, el alcalde no se entera o no quiere enterarse. Pero, bueno, pedirle una sofisticación semejante es, a todas luces, un exceso, aunque no por ello deberíamos dejar de hacerlo, pues hablamos de una autoridad que está obligada a dar explicaciones de sus actos a la ciudadanía. Sin embargo, durante su administración, el municipio capitalino se ha transformado más bien en una entidad vertedora de agravios (una actitud que hacen bien el Consejo de la Prensa Peruana y el Instituto Prensa y Sociedad en condenar) bajo cuyo peso busca enterrar las voces que lo critican, como lo saben perfectamente los miembros del Consejo Fiscal cuya oposición a los deseos del señor López Aliaga de endeudar a la MML les granjeó una serie de insultos de este último.

Sobre las críticas en sí, sin embargo, la respuesta es el silencio. No se sabe si porque no sabe qué responder o porque anda demasiado ocupado intentando encontrar culpables externos para los varios problemas que la capital arrastra y que él alguna vez se comprometió a solucionar. Frente a los agravios del alcalde, sin embargo, la respuesta de este Diario siempre será más periodismo, aunque a él le incomode.

Editorial de El Comercio