Inés Temple

Cuando el modelo T de Ford fue lanzado en 1908 como una alternativa relativamente barata para el trasporte, el ecosistema del transporte a caballo recibió una estocada de muerte. Aquellos que decidieron adaptarse temprano a la nueva tecnología florecieron en un mercado de enorme impacto e incalculables dimensiones para la época. Quienes rechazaron al auto y su nuevo ecosistema por mil razones diferentes no solo quedaron obsoletos, sino que perdieron empleos, negocios y los únicos modelos de generación de ingresos que habían conocido. Todo eso sucedió muy rápido.

Hoy los expertos dicen que la Inteligencia Artificial Generativa (IAg) causará una disrupción mayor que incluso las que causaron la imprenta o la Internet. McKinsey & Company en un informe de junio del 2023 dice que la IAg podría automatizar entre el 60% y el 70% del tiempo de trabajo, lo que llevaría a la automatización de la mitad de todo el trabajo entre 2030 y 2060.

Actualmente 1 de cada 4 adultos admite que tiene serias brechas entre sus habilidades y las que necesita para hacer bien su trabajo actual, según el último informe del World Economic Forum.

Sin embargo, hoy se vive una “luna de miel” con la IAg, donde muchos la admiran de lejos sin involucrase personalmente con ella. Así, 2/3 de las personas considera que el impacto de la IAg en sus trabajos será positivo y solo el 7% teme que la IAg le haga perder su empleo.

Así mismo veo en distintos ambientes y sectores que algunos no quieren aún aprender más sobre la IAg: han escuchado de ella, pero no tienen ya un plan trazado o propósito establecido de aprender bien a usarla y beneficiarse de ella. Otros tienen mil razones y excusas “conceptuales” para darle la espalda y cerrarse a seguir viviendo y trabajando como si no existiera ni fuera a impactar directamente en sus vidas a corto plazo. A lo más, por ejemplo, ven a sus hijos haciendo sus tareas con IAg pero lo hacen sin gran curiosidad sobre uso o utilidad. Tampoco reflexionan aún sobre el impacto real que la AIg tendrá en la manera cómo trabajamos, en el mercado laboral y en las competencias que este requerirá para mantenernos competitivos y relevantes.

Mi mensaje de hoy no busca asustar ni menos regañar a nadie que está aún “tibio” frente a la IAg. Sí busca ojalá un espacio para plantearnos redefinir nuestra identidad profesional, tomar el liderazgo de nuestro desarrollo, perfil y carrera, y asumir total responsabilidad frente al reto de empezar a transformarnos hacia usuarios activos de esta nueva tecnología. Y hacerlo antes que nos quedemos muy atrás. La idea es salir de nuestra zona de confort y ganar experiencia con la IAg, darles valor a nuestras nuevas habilidades tecnológicas, cerrar las brechas entre lo que sabemos y lo que nos falta, y así mantener vigente y relevante nuestro valor y nuestro perfil profesional.

Hoy el reto es más que nunca aprender a aprender más rápido y disfrutar ya mismo de las maravillas, conveniencias y facilidades que las IAg nos ofrece a todos.