Editorial El Comercio

Hace solo dos días, reflexionábamos sobre la necesidad de que las organizaciones políticas ideológicamente afines formasen alianzas para las elecciones del 2026, evitando así la dispersión del voto que nos ha llevado a tener gobiernos débiles en la historia reciente.

Insistíamos, sin embargo, en el detalle de que esos acuerdos debían ser labrados sobre la base de una identidad o semejanza en lo que a visión del país y propuestas programáticas se refiere y la razón es obvia: una entente que prescinde de ese requerimiento estará dictada muy probablemente solo por el apuro de construir un vehículo rendidor en las ánforas que, una vez cumplido el objetivo, se disgregará tan rápidamente como se constituyó. Los ejemplos de alianzas de ese tipo –es decir, hechizas– en los procesos electorales de este siglo abundan: el “sancochado” que respaldó a en el 2011, la Alianza Popular del Apra y el PPC en el 2016, la frágil asociación de los maestros castillistas con en el 2021, etc.

En la misma fecha en la que formulábamos esa reflexión, no obstante, nos enteramos de la fusión o integración de dos conglomerados políticos que deja toda la impresión de responder a la descripción antedicha. Nos referimos a los colectivos denominados Primero La Gente y . El primero de ellos cuenta ya con inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), mientras que el segundo estaba en ese afán, pero acaba de desistir de ello para fundirse dentro del primero.

¿El motivo? Pues todo sugiere que ha sido el apremio de las fechas. Como se sabe, este 12 de julio vence el plazo para que quienes aspiran a postular a cargos de elección popular en los próximos comicios estén inscritos en los partidos que podrían lanzarlos (en el caso de las postulaciones al , tales partidos tienen la posibilidad de llevar algunos invitados en la lista, pero ese no parece ser el ánimo predominante en ellos). En un comunicado de circulación interna que se filtró ese mismo día a los medios, además, el comité político de Lo Justo les dice a sus prosélitos que, precisamente por el problema de los plazos y las fechas, sería “irresponsable” continuar en el proceso que habían iniciado porque “eso podría frustrar candidaturas fundamentales para la reconstrucción del país”… De lo que se sigue claramente que la motivación para la resolución que han adoptado de subsumirse dentro de Primero La Gente es ir adelante con las postulaciones de ciertos candidatos y no las ideas que pudieran o no compartir con quienes ya militaban en esta segunda organización. Un perfecto ejemplo de aquello que habitualmente se caracteriza con la expresión “poner la carreta delante de los caballos”. Y, en este caso, “la carreta” son las aspiraciones de llegar a un cargo de determinadas personas que habían apostado por enrolarse en Lo Justo.

No menos frívola, sin embargo, luce la decisión de Primero La Gente que, sin preguntarse demasiado por los paradigmas ideológicos dentro de los que se movían, han incorporado alegremente a estos nuevos afiliados. Por supuesto que los voceros de uno y otro lado aseveran que las coincidencias programáticas existen y están consignadas en “negro sobre blanco”. Pero al preguntárseles en qué consisten esas coincidencias, las respuestas giran alrededor de postulados tan generales como “lucha contra la corrupción” o “vigencia de la economía social de mercado”. ¿Se imagina alguien a una organización política presentándose a las elecciones del 2026 y anunciando que no quiere luchar contra la corrupción? La economía social de mercado, por otro lado, está prescrita en la Constitución y, a veces, acaba siendo una denominación bajo la que se envuelven conceptos muy distintos. Hasta la invocó en su discurso golpista del 7 de diciembre del 2022.

En realidad, pues, estamos ante un esfuerzo de entendimiento cuya consigna podría ser “primero las candidaturas (fundamentales)”, cuando la lógica dicta que lo primero tendrían que ser las ideas. Una verdadera lástima.

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