Jesús Castillo no es un chiquillo. Le ha costado llegar, pero desde que cumplió 27 años ha vivido los mejores treinta días de su etapa profesional como figura de Alianza Lima. Primero, ante Paranaense, donde fue determinante para contrarrestar la ofensiva rival, y luego como figura excepcional en la reciente victoria sobre Alianza Atlético, de visita. Si ante los brasileños hizo gala de su posición, un mediocampista de marca; en Sullana evidenció su buen pie para ir al ataque con una asistencia para el gol del triunfo de Pablo Sabbag. En ambos escenarios revela el buen ojo de Guillermo Salas.