Si cada equipo que defiende fuese un año de vida, Hernán Barcos cumplió la mayoría de edad en Alianza Lima. Agotado por un largo periplo alrededor del mundo, que lo llevó por un total de diecisiete clubes, el argentino de entonces 36 años llegó al Perú para firmar por Alianza Lima en febrero del 2021, sin imaginar que se convertiría en pieza fundamental de aquel giro de timón que la entidad blanquiazul urgía tras un 2020 para el olvido. Barcos, a quien le dicen ‘El Pirata’, sería el goleador dentro del campo y fuera, se convertiría en el nuevo prototipo de futbolista que la blanquiazul tanto necesitaba para hacer borrón y cuenta nueva. Este martes, sin el protagonismo de hace dos temporadas, el argentino cumple 39 años, ahora como pieza de recambio, como alternativa en un plantel que se ha reforzado a tope. Sin embargo, su voz de mando, su liderazgo y sus acciones lo siguen manteniendo como titular indiscutible en el corazón del hincha.
En el 2021 Hernán Barcos no solamente hizo goles. También reconstruyó la imagen del plantel íntimo desde que bajó del avión y pisó Lima. “No tomo, no fumo y no salgo”, fueron una de sus primeras declaraciones como íntimo, esto en obvia relación a lo vivido en 2020, con un plantel hastiado y carcomido por los problemas de indisciplina, los hechos extradeportivos y principalmente, por la cultura del ampay instalada por ese fallido proyecto de Pablo Bengoechea.
Recordemos. Alianza Lima, con Pablo Bengoechea a la cabeza, contaba con jugadores de cierto renombre para el medio local como Jean Deza, Alexi Gómez y Carlos Ascues. Sin embargo, en medio de la pandemia y los malos resultados tanto en el medio local como en la Copa Libertadores, los dos primeros adquirieron mayor protagonismo en los programas de espectáculos debido a los ampays en supuestas reuniones en altas horas de la noche con licor de por medio. Incluso otro jugador, en noviembre del 2020, sería sancionado por el club tras protagonizar un ampay en un hotel.
Barcos se encargó de lidiar con esa cultura del ampay en Alianza Lima. Con un discurso siempre positivo, educado y de docencia, el veterano delantero fue construyendo la nueva imagen del equipo íntimo. Incluso con la llegada de Jefferson Farfán, Barcos siguió siendo la máxima figura con sus goles, su aporte y sus acciones positivas dentro y fuera del campo. Se ganó al hincha de la manera más natural. Siendo él mismo.
Apoyó al equipo femenino de fútbol, fue a verlas al estadio mientras otros preferían descansar. Alentó siempre obras de bien e incluso se hizo viral por regalarle una casa a la mujer que le ayudaba a cuidar de sus hijos. Un tipo excepcional que personifica al futbolista modelo: el que gana dentro de una cancha y fuera, es muy buena persona. Se hace querer.
Cambió la imagen del futbolista de Alianza Lima o por lo menos lideró ese cambio de percepción.
Hoy Hernán Barcos no es más titular indiscutible. Ha perdido protagonismo y el propio delantero lo entiende, sabe que es favor del equipo y lo acepta con honor y responsabilidad. Sabe que sigue siendo clave para mantener en línea a los más chicos, para liderar y fortalecer al grupo. Los reflectores ya no están sobre él con la misma intensidad, pero no ha perdido la capacidad de iluminar al compañero en la calle y de apoyarlo en la cancha. Comprende su nuevo rol solidariamente y eso también sigue siendo medio gol.
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